Les envuelve un halo de misterio que este texto quizás contribuya a disolver. Ese aura especial está justificado. Para empezar, no todo el mundo puede ... ser miembro. Además, tienen una simbología especial, rituales, distinciones. Realizan una invocación para comenzar cada reunión semanal que celebran. Y tocan una campana al terminar. Pero también tienen una misión social y una vocación de servicio a través de las que se hacen muy visibles en las comunidades en las que están presentes, que son casi todas. También en la Costa del Sol, incluida la propia capital malagueña.
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Los rotarios, el Rotary Club originario, surgieron en Chicago a principios del siglo XX de la mano de varios abogados, entre los que se encontraba Paul Harris. Su nacimiento siguió a las crisis económicas de finales del siglo XIX y en su filosofía subyacía la autoayuda o el apoyo mutuo. Así lo explica a SUR Juan Paulo Gómez, el presidente del Rotary Club Málaga. Éste es el decano de la ciudad, porque en la capital hay cuatro clubes y en el distrito rotario en el que se integra Málaga de los tres que hay en España y que aglutina a Andalucía, Murcia, parte del Levante, Baleares y Ceuta y Melilla, se cuentan un total de 106 clubes, algunos de los cuales con hasta 90 miembros, como el de Marbella, uno de los más numerosos.
El nombre, lo de «rotario», o «rotary» en inglés, obedece a que los pioneros de esta organización no tenían una sede fija, y ésta iba rotando entre los despachos de sus miembros, continúa Gómez. En honor a ese nombre, los cargos de cada club y los que la organización tiene a nivel mundial a día de hoy también van rotando y cada año cambian. El presidente actual del Rotary Club Málaga porta durante su mandato un collar en el que están escritos los nombres de todos sus predecesores. Por eso los traspasos de mandato se llaman cambios de collar. También luce una insignia especial por las contribuciones no sólo económicas que ha realizado al club, al margen de las ordinarias –pagan una cuota de 55 euros mensuales para sostener su funcionamiento–. Desde su nacimiento a principios del siglo XX los rotarios se expandieron por el mundo. Y uno de los primeros lugares donde aterrizaron fue España, por su ligazón con el mundo anglosajón.
En Málaga, el club con el que se reúne SUR, el más antiguo de la ciudad, data de 1927. Pero su historia en la provincia y en realidad en toda España sufrió una larga interrupción. La dictadura de Franco declaró ilegales a los rotarios, como sucedió también con la masonería –con la que a veces se les compara por el halo de misterio que comparten y por la influencia y el poder que se les atribuye– pero también con partidos políticos y sindicatos fuera de los únicos que sustentaban el régimen autoritario. Así que esta red internacional tiene un vacío histórico en España desde 1939 hasta los años setenta. Y fue precisamente con su reactivación en el país, ya recuperada la democracia, cuando comenzaron a poder entrar las mujeres, porque al principio la membresía estaba circunscrita a los varones.
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Pero sí se han mantenido límites de otro cariz. Por ejemplo, aunque se promueven grupos de jóvenes, para formar parte de un club hay que ser mayor de treinta años. Y, además, se buscan perfiles relevantes, influyentes, en cada sector de actividad. Porque a su vez los rotarios quieren tener influencia y capacidad de acceso a autoridades y poderes para, según declaran, tener más fácil el desarrollo de sus proyectos. El libro 'Los rotarios en Málaga (1927-1936). Un espacio de tolerancia, proceso y solidaridad al filo de la Guerra Civil', editado por Fundación Málaga, revela que personajes importantes de la época, como Jiménez Lombardo, Guerrero Strachan o Temboury fueron rotarios. Y también narra que impulsaron infraestructuras como el aeropuerto además de obras asistenciales.
«Usamos nuestra influencia para proyectos en beneficio de la comunidad local». Así sintetizan su filosofía. Por algo, recuerda Mariem Ahechti, la secretaria del Rotary Club Málaga, su lema es «Dar de sí antes de pensar en sí»: «Es la esencia del servicio de los rotarios; se beneficia más el que mejor sirve; estamos unidos para servir». Y ponen algún ejemplo reciente de su labor. Para empezar, el club que preside este año Juan Paulo Gómez, dada su profesión –es director de la Joven Orquesta Provincial de Málaga– está desarrollando el proyecto 'Orquesta Sin Límites' en Castañetas, en el distrito de Campanillas, en virtud del cual se da formación musical a los jóvenes de esta barriada desfavorecida de la ciudad.
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Además, a partir de su colaboración con otros dos clubes de la provincia, el Málaga 1927 y el de la Axarquía, se organiza un acto el 24 de octubre para conmemorar el día contra la polio y la lucha en que está involucrado históricamente el colectivo para erradicar esta enfermedad: a este fin dedicarán lo recaudado porque las entradas cuestan 25 euros y hay tazas a la venta por 10 euros para quienes no asistan al evento. «Cuando empezó Rotary su labor contra la enfermedad, 900.000 niños se quedaban paralíticos al año. Ahora, de polio salvaje sólo hay nueve casos al año», explica Miguel Such, que es médico y tesorero del Rotary Málaga.
También hay cooperaciones entre los clubes de diferentes países. Y, por ejemplo, en Marruecos –Mariem Ahechti es originaria de ese país–, en concreto en Tetuán, van a participar en un concierto benéfico para recaudar fondos para la asociación 'La Cuna de la Inocencia', que tiene como misión dar ayuda a los niños abandonados del Hospital Civil Sanita R'mel de esa ciudad norteafricana.
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¿Los miembros de los clubes rotarios hacen búsqueda activa de esos perfiles relevantes, influyentes, poderosos, de su comunidad?, ¿tratan de fichar a gente interesante para tener más poder en la ciudad, en la región en la que se mueven? Y contestan, en primera instancia, que su influencia no es política ni para lograr beneficios personales: tratan de valerse de su liderazgo y de sus competencias profesionales y las de sus miembros para «resolver problemas sociales en sus comunidades». Y explican que el proceso de inclusión de nuevos miembros en realidad es bastante natural: hablan a sus amigos del club, de la red internacional rotaria, y si alguno se interesa, va invitado a algunas reuniones, y si tras ellas al final decide incorporarse como miembro, se analiza si tiene la vocación de servicio que se requiere y, a continuación, los componentes del grupo votan a favor o en contra de su inclusión.
En Málaga también se da la circunstancia de que se ha convertido en un crisol de culturas y personas de múltiples nacionalidades, con comunidades de alemanes, de británicos… algunas con mayor tradición rotaria que España –aunque sólo sea porque no tuvieron dictaduras de cuarenta años que prohibieron su actividad–. ¿Qué sucede con ellos? Pues que cuando una persona forma parte de un club rotario en otro país, puede participar de las reuniones del club de su comunidad de residencia. Pero para convertirse en miembro ha de renunciar a su membresía en el grupo de origen para formar parte del club del sitio al que se ha ido a vivir.
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La vocación internacional de los rotarios no se ciñe a eso, sino que además la organización saca partido de su implantación internacional para desarrollar una especie de programa Erasmus global en el que participan 9.000 jóvenes al año. El Club Rotario Málaga invita a un equipo de SUR a asistir a una de sus reuniones y en ella están presentes dos de los tres jóvenes que han venido a España con gestiones de este club –en el conjunto de este distrito rotario hay más de treinta–: son Connor Fitzpatrick, canadiense, y Daniela Hahn Albes, de Brasil. Los dos lucen chaquetas con el escudo rotario cosido en el pecho y decenas de chapas representativas de diferentes países: «Cada insignia está ligada a una persona que he conocido y a su país de procedencia. Todas estas personas son rotarias», dice Fitzpatrick. Sus padres no pertenecen a ningún club, pero sí los de Albes. Así que la membresía puede pasar, o no, de generación en generación.
A estos jóvenes desplazados los rotarios se ocupan de buscarles familia de acogida, centro educativo y les dan todo tipo de apoyo, porque cuentan con tutores que los acompañan. «Este programa es nuestra manera de contribuir a la paz», explica Belén Sánchez, expresidenta del club y encargada de gestionar los intercambios de chavales. Su trabajo con la juventud también incluye lo que denominan RYLA: los seminarios para el fomento del liderazgo joven en los que participan miles adolescentes y veinteañeros.
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La reunión a la que asiste SUR, que se celebra todos los miércoles en el Hotel Vincci Posada del Patio, comienza con un toque de campana y con una invocación que pronuncia el presidente que luce el collar que le cuelga al cuello con los nombres de todos sus predecesores y en la que saluda ceremoniosamente a todos los rotarios del mundo. A partir de ahí se desarrolla el orden del día, que incluye en este caso, además de asuntos relativos al evento de la polio, la venta de lotería de Navidad para recaudar fondos y también se da cuenta de la organización de uno de los eventos estrella del club, la concesión del Premio Huella, el galardón que otorga el Rotary Club Málaga a personas, instituciones o empresas que han hecho de la ciudad un mejor lugar para vivir. En una ceremonia que se celebrará en abril, reconocerán la labor del Museo Interactivo de la Música y a Felipe Romera, presidente de Málaga Tech Park. Aunque estos rotarios no sólo dan premios. También los reciben. Y uno que acaban de celebrar es el que les han dado por presentar un proyecto para divulgar cómo efectuar la reanimación cardio pulmonar (RCP) en el hogar, porque un gran volumen de paradas se producen dentro de los domicilios.
Personas con influencia y poder. Y con proyectos sociales relevantes. Y con una red internacional que crean y alimentan con la celebración de encuentros en diferentes puntos del mundo y con los intercambios de jóvenes que buscan garantizar el relevo generacional para que su historia, que ha superado ya el siglo, vaya más allá. Lo suyo es la praxis pero sin olvidar la ceremonia, los símbolos, las insignias que los identifican y que también aportan el punto justo de misterio. Ése que despierta la curiosidad de los profanos. Pero el mismo que envuelve a otro tipo de organizaciones, todas con su liturgia, como la Iglesia, los partidos políticos, los sindicatos y hasta los equipos de fútbol.
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