Rafael Larrosa, junto a Picasso, el superordenador de la Universidad de Málaga. Migue Fernández

Rafael Larrosa, el guardián del ordenador más grande de Andalucía: «El poder de los estados, gracias a los ordenadores, es mayor»

El guardián del superordenador de la UMA, el más grande de Andalucía, dice que se reciben más de 1.000 ciberataques al día

Lunes, 23 de mayo 2022, 01:06

Si la salvación del ser humano depende de los ordenadores, ésta también se organiza en una calle lateral del Parque Tecnológico. Aquí se encuentra el Centro de Supercomputación de la Universidad de Málaga. Desde fuera, el edificio que cobija al ordenador más grande y potente ... de Andalucía no luce especialmente imponente, podría pasar por cualquier infraestructura institucional y gris más. En el interior aguarda el frío modernismo de pasillos anchos y paredes blancas. El ambiente que se respira es de tabla de excel.

Publicidad

Recibe el ingeniero informático Rafael Larrosa (Málaga, 1972) y, como buen guardián de algo, lleva un juego de llaves en el bolsillo. Invita a subir unas escalares que llevan a la primera planta. Empieza a escucharse un leve zumbido que aumenta en la medida que se enfila dos puertas de cristal gigantes. Por la hendidura brilla una luz azul, como aquellas que salen de un pub. Detrás de las puertas de cristal emerge lo que se parece a una caja o a un armario gigante de color. Responde al nombre de Picasso. A un superordenador, esa es la costumbre, se le bautiza con un nombre vinculado al territorio en el que se instala. Tan costosos son que en España hay apenas dos o tres más. Cuando se trata de precisar cifras o capacidades concretas impera cierto halo de misterio.

Larrosa accede a reflexionar con SUR sobre qué supone este superordenador a nivel técnico, pero también sobre cuestiones que abren el foco. ¿Qué pasa si un ordenador es más listo que las personas? ¿Serían capaces de destrozar a la humanidad? ¿El avance tecnológico también ha traído consigo un control sin precedentes del ciudadano? ¿Qué depara el futuro cuando un móvil ya tiene más capacidad que el ordenador que mandó al hombre a la Luna? Larrosa contesta de manera didáctica desde su despacho y, sorpresa, no bebe café de manera compulsiva.

–¿Cómo define usted inteligencia?

–Es una buena pregunta porque es muy complicado definir la inteligencia. Durante muchísimos años, por ejemplo, jugar al ajedrez se definía como inteligencia. Los ordenadores jugaban al ajedrez de forma que tú le explicabas las reglas y ellos luego las seguían. Unas reglas te daban unos resultados. Los sistemas expertos seguían este procedimiento. Con el tiempo, la inteligencia de los ordenadores es bastante desconocida. Se hace con redes neuronales y no se sabe muy bien cómo funciona. Van aprendiendo solos y aplican lo que van aprendiendo al mundo real.

Publicidad

–¿Trabajar con un superordenador es algo así como el Edén sobre la Tierra para un ingeniero informático?

–Podría ser un buen ejemplo, sí. Una de las cosas curiosas no es solo cambiar las piezas y ver cómo funciona el superordenador. También es la planificación de cómo montar todo para que sea eficiente.

–¿Cuántos superordenadores de este tipo hay en España?

–Hay pocos. No podemos entrar en más detalles. Incluso, a nivel internacional, hay pocas instalaciones de este estilo. Y hay poca gente que sabe llevarlos.

Publicidad

–¿Qué lo distingue de uno normal?

–Básicamente, que un superordenador es capaz de hacer muchas más cosas en mucho menos tiempo. Procesar ordenes de una magnitud mucho más amplias.

–¿Cómo han evolucionado desde aquellos que empezó a montar IBM allá por 1948?

–Hasta los años 90, tú introducías lo que querías resolver y un superordenador iba mucho más rápido. A partir de los años 90, la cosa cambia. El motivo fue el coste en el diseño de los chips, que son altísimos. Si tú vas a vender millones de chips te merece la pena hacer un desembolso muy grande para hacerlo bien. Pero no te compensa desarrollar un chip solo para superordenadores. Por ello, la tendencia en los superordenadores ha sido la de intentar usar una tecnología más común.

Publicidad

–¿Un superordenador es siempre el resultado de aquello con lo que se alimenta?

–Me quedo con la respuesta que dio John von Neumann, que fue prácticamente quien inventó los ordenadores. Cuando le preguntaron qué pasaba si se le metía datos erróneos, si la salida podía seguir siendo correcta. La contestación fue muy sencilla: si metes basura sacas basura.

–En su libro 'Dark Age', el escritor americano HP Lovecraft advirtió, a principios del siglo XX, que el ser humano correrá el riesgo de ahogarse en demasiados datos. ¿Estamos en ese punto?

–De los datos hay que sacar información y, luego, tomar decisiones con esa información. Los superordenadores nos ayudan en esta toma de decisiones. Una de las cosas que más utiliza Picasso son las simulaciones químicas. Ofrece la posibilidad de probar muchísimos materiales distintos que, si se tuvieran que probar físicamente, sería algo muy costoso y lento. El peligro de demasiados datos existe y cada vez más. Pero para eso, precisamente, tenemos a los superordenadores. Cualquier aplicación de mapas, por ejemplo, tiene un volumen de datos bestial.

Publicidad

–Y la inteligencia artificial lo que necesita, precisamente, son muchos datos. ¿Verdad?

–Muchos no, muchísimos.

–En todo caso, ¿haríamos bien en no poner toda nuestra esperanza en los ordenadores y en el resto de tecnologías?

–Hay que tener en cuenta que hay muchos tipos de esperanza. ¿Pueden solucionar todos los problemas? Los ordenadores por sí mismos, no. Alguien tiene que programarlos para dar las soluciones. Ahí está la parte complicada.

Noticia Patrocinada

–Un superordenador puede servir para garantizar el funcionamiento de un hospital, pero también para el desarrollo de armas masivas. ¿Esto le suscita conflictos?

–Hay que tener en cuenta que todas las cosas se pueden aplicar bien y mal. Quien dice armas masivas también puede decir la investigación para buscar una solución contra el covid.

–Otro de los aspectos que vienen a la cabeza en relación a los superordenadores es el tema del espionaje. ¿Ahora cada paso que damos queda registrado en algún lado?

–Sí, sin ninguna duda. Recibimos miles de ciberataques todos los días. Desde hace unos años, se ha incrementado de forma bestial el número de ataques.

Publicidad

–¿Pero con qué intención?

–Son ataques aleatorios, van atacando a todo en Internet. Y si cuela en algún lado, pues cuela. Lo más común es tratar de hackear miles de ordenadores para atacar luego un sitio concreto.

–¿Detrás de los ataques siempre hay una persona o son ordenadores que se han programado para ello?

–Por lo general, una persona siempre da la orden. Entonces pone en acción que muchísimos ordenadores ataquen al mismo tiempo.

Publicidad

–¿Y detrás de esa persona puede haber también una autoridad política?

–Seguro. La solución más fácil y rotunda contra los ataques es desenchufar Internet.

–¿Rusia es un terreno fértil para 'hackers' o es un tópico?

–Sí, lo es. Tiene fama por el tema de legislación. Ponen complicado el pillar a la gente allí.

–No hay nada que crea más problemas para un algoritmo vaticinador que la incertidumbre. Los resultados siempre son claros, pero la realidad no lo es. ¿Necesitan los ordenadores aprender a lidiar con las incertidumbres?

Publicidad

–Uno de los grandes problemas de la informática es generar y tratar con números aleatorios, con esa incertidumbre. Hay un montón de programas y algoritmos que incorporan la aleatoriedad, describiendo posibles escenarios y tratando esos escenarios para ver cuál es real. La inteligencia artificial ha dado un paso de gigantes para intentar predecir cosas sin tener que analizar todas las posibilidades.

–Las personas también toman decisiones en base a criterios como el amor, la empatía, la justicia social… ¿La inteligencia artificial tiene un problema con las emociones?

–Pues depende de para qué se esté utilizando. La inteligencia artificial tiene que estar programada. Ahora, la moda es entrenarla a partir de patrones. Dependiendo del entrenamiento que se le haga, pues los resultados serán unos u otros. No tienen tan siquiera ni ser correctos. La inteligencia artificial lo que te provoca es que, dependiendo de cómo esté entrenada, te va reaccionar.

Publicidad

–¿Un superordenador siempre nos ganará una partida al Trivial?

–No. ¿Por qué? Porque para ganar al Trivial tendría que saber las respuestas. Entonces, si sabe las respuestas no tiene ningún mérito. ¿Quién escribió Harry Potter? Pues tal… ¿Y por qué? Pues porque lo sé. De esto hay un caso con IBM. Montó un concurso para jugar al ajedrez y le ganó a Kaspárov. Ya, con eso, este ámbito se cerró. Después, hubo un concurso en Estados Unidos llamado 'Jeopardy', que también llegó a España. Ese concurso lo que tenía de curioso es que no te preguntaban algo concreto. Te daba unas pistas generales y tú tenías que averiguar de qué estaban hablando. Y eso es mucho más complejo que preguntar quién es el autor de tal libro. Un ordenador ya te tiene que dar esos saltos cognitivos. Eso es mucho más interesante.

–Bueno, siempre habrá cosas que un ordenador no podrá hacer. Por ejemplo, escribir poesía.

–Me temo que eso ya está resuelto, también. El GPT-3, una red neuronal, hace que tú le dices háblame de tal cosa o escríbeme una poesía sobre esto y esto… y va y te lo genera. Es bestial, bestial. Después, claro, está el tema de la calidad. Pero es que encima lo está haciendo con bastante calidad. Obviamente, esto es el resultado de muchos años de evolución.

–Pero entonces la máquina, en algún momento, sí sustituirá al hombre.

–Hay que tener en cuenta que alguien siempre va a tener que especificar al ordenador que haga esto o que escriba de tal tema. Hasta sustituir eso aún no se ha llegado. Aunque vamos…

–¿Existe el riesgo de que los ordenadores escapen en algún momento a nuestro control?

–En el momento que sean autónomos, ya no hay control. Ahí están las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov que, bueno, en su momento, al menos, le permitieron escribir un montón de novelas. La primera de ellas lo dice claro: ningún ordenador o herramienta puede dañar al ser humano, ni por acción ni por inacción.

Publicidad

–Hemos visto muchas revoluciones a lo largo de la historia y estatuas caer. ¿Cree que algún día el ser humano quemará los ordenadores?

–Pues es una cosa curiosa. Al fin y al cabo no hace falta quemarlos físicamente. En el momento en el que se va contra la ciencia que se genera gracias a los ordenadores, la actitud hacia ellos ya es negativa. Es verdad que también sirven para tenernos bastante controlados por todos los lados. Antiguamente, se hablaba de que los ordenadores más grandes estaban en los estados más autoritarios para controlar a los ciudadanos. Conforme va pasando el tiempo, pues claro, el poder de los estados, gracias a los ordenadores, va siendo mayor.

–¿Un mundo sin ordenadores sería mejor o peor?

–En principio, sería distinto. No sabría que decir, la verdad. Sabemos cómo era el pasado sin ordenadores. Pero es que no han sido solo los ordenadores. Han sido muchos avances tecnológicos. Unos más grandes y otros más pequeños. Los secuenciadores genéticos, por ejemplo, han avanzado mucho más que los ordenadores.

–¿La ciencia sin ordenadores sería posible?

–Sería muy complicada. Los ordenadores te dan facilidades en muchísimos frentes. Empezando por el cálculo teórico.

–¿Una recomendación cinéfila para el gremio?

–Tendría que pensarlo… La verdad, como película realista de la evolución de los ordenadores se me ocurren pocas. Bueno, como cinéfilo total, está la de 'La otra esposa'. Es de los años 50. Va de uno que lleva el ordenador en una gran empresa, que tiene un departamento que prácticamente es Google. Un departamento en el que la gente llama por teléfono y pregunta cualquier información y se le contesta. En un momento dado, les entra el miedo de que vayan a perder sus trabajos porque el ordenador contesta todas las preguntas.

Publicidad

–¿Algún día el ordenador matará al ser humano? Si pensamos en drones, ¿no lo está haciendo ya en las denominadas guerras 3.0?

–Obviamente. Pero a cualquier cosa que se invente se le va a intentar dar todas las aplicaciones posibles. Cuando inventaron la bomba atómica… ¿la energía nuclear es buena o mala? Pues depende de cómo se use. Con los ordenadores pasa lo mismo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad