«Soltero del Norte. Atractivo, 70 años. Viviendo solo en finca. Zona Fuengirola. Busca mujer atractiva, cariñosa, sin malos rollos». Eulogio, gallego de Santiago de Compostela, puso este anuncio en SUR, tanto en inglés como en castellano, hace unas semanas. ¿Por qué confía en el periódico y no se lanza a las redes sociales tan populares en estos días para todo y también para buscar pareja?, ¿por qué no pone un anuncio en Tinder, por ejemplo, que es lo que hacen ya varias generaciones de perseguidores del amor reposado y también del rápido? «SUR circula mucho por aquí y así me aseguro de que quien me llama vive cerca. Mi carné de conducir es de EE UU y no lo puedo utilizar en España; aquí sólo me puedo mover en moto», razona Eulogio, que casi sin querer hace revivir una función social de los diarios impresos, la de los anuncios por palabras.
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Lleva apenas seis meses en Málaga, aunque desde los años ochenta tiene una casa en Mijas Costa que compró, rememora, en una inmobiliaria al lado del hotel Málaga Palacio, y que ahora ha convertido en un chalé en el que convive con una simpática «okupa» como él la llama, una pequeña gata. En la provincia también trabaja como jardinero media jornada por las mañanas, de diez a dos.
«Ninguna mujer se atreve conmigo», bromea. ¿Es esta frase una 'red flag', como dicen los jóvenes, una bandera roja, una señal de advertencia a las señoras que hayan podido tomar nota de su número para 'wasapearle'? La única relación sentimental que ha tenido o, al menos, que comparte con SUR, se remonta a los años setenta. Se enamoró de una chica de Melilla que vivía en Barcelona. Fue una historia que no acabó bien. Pero ahora, tantos años después, los dos se mensajean. Aunque la hija que tuvo fruto de esa relación no le habla y tampoco lleva sus apellidos.
El anuncio que puso en SUR le ha generado un poco de frustración. «Quien me escribe sólo me pregunta por cosas materiales, la gente es muy interesada», lamenta. «Puse el anuncio porque me siento solo. La verdad es que sí que quiero una mujer para entrar, para salir, para confiar en ella, para que ella confíe en mí. No tengo muchos amigos», explica. Y, como si esto fuera una especie de 'First Dates' o el programa de Juan y Medio en Canal Sur (posibles opciones que ofrecemos a Eulogio), expone sus aficiones: le gustan el tenis, el ciclismo, la playa y la montaña, leer e ir a la biblioteca. Pero se queja: «Ahora ni siquiera puedes piropear a una mujer». Otra frase incluida en los listados de 'red flags' y ya van dos. Le animamos a que se actualice un poco, que las mentalidades han cambiado: «Sí, la verdad es que yo crecí en otro mundo», admite.
Pero tiene mucho recorrido a sus espaldas. De su Santiago de Compostela natal se fue a trabajar a Suiza; primero, en la cocina de un hotel, después, en la construcción de infraestructuras. De ahí se trasladó a Holanda, donde se subió en un barco mixto de pasaje y carga que lo llevó a surcar las costas de Sudáfrica o de Mozambique. Luego partió a Alemania y en Hamburgo se embarcó en un pesquero. Entonces se marchó a los países nórdicos, primero a Suecia y luego a Noruega. En este último país estuvo diez años trabajando en un barco de carga con el que aún tiene un litigio: Eulogio es uno de los cientos de marineros españoles a los que Noruega ha dejado sin pensión.
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Tras esta travesía por Europa, cruzó el charco y atracó en EE UU, donde ha pasado los últimos quince años de su vida antes de haber acabado instalado en Málaga: «Llegué a América, me gustó, había mucho trabajo y me quedé». Florida, Nueva York, Minnesota... son algunos lugares en los que Eulogio ha trabajado como camarero. «En Estados Unidos te tratan mejor que en Europa, con más consideración. Como allí son todos inmigrantes...», confiesa. Ah, y hace un inciso, porque también trabajó en Australia, en concreto en unas líneas aéreas en las que fue azafato. Le parece que ese dato puede vender mucho en el mercado del ligoteo. Como el saber idiomas; sobre todo el italiano. O querer seguir viajando: por ejemplo, a Grecia. O cumplir con la asignatura pendiente que tiene con el Camino de Santiago.
Cualquier lector podría imaginarse que Eulogio, tantos años embarcado, tanto tiempo recorriendo mundo, tendría un amor en cada puerto: «Eso, los guapos», ironiza, «yo lo que disfrutaba en las ciudades que recorría era la arquitectura; siempre me ha interesado, porque representa la cultura de cada pueblo». Cuenta toda su historia a SUR para ver si así consigue una compañera de vida, «sin malos rollos y sin corrientes subterráneas».
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