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Un cuatro en el examen de matemáticas ya sería un motivo para celebrar, pero al final será más bien un cero. Para un niño con discalculia los números equivalen a algo parecido a las letras chinas. Esta discapacidad específica pasa inadvertida en muchas aulas de ... los colegios malagueños. Así lo asegura Javier García, profesor de Psicología en la UMA, y uno de los mayores expertos a nivel nacional en este campo. El término técnico discalculia hace referencia a una debilidad en el aprendizaje como puede ser la dislexia o una dificultad para leer.
En esta entrevista queda claro que hay expresiones diferentes de discalculia. Algunos niños no se pueden imaginar nada bajo los números. Otros entienden, en un principio, que 4 + 5 es igual a 9, pero no pueden memorizar el cálculo que lleva a ello. «En una clase 25, hay un niño con discalculia», tira García de estadística y pone de relieve la magnitud de un problema con el que muchos profesores no pueden lidiar porque les falta la capacitación y las herramientas para ello.
–A muchas personas les va bien en la vida sin tener ni idea de matemáticas. ¿Cree que las matemáticas están sobrevaloradas?
–Cuando hablamos de matemáticas, lo importante es que hablemos de niveles. Tengo que tener un grado de conocimiento numérico suficiente para desenvolverme en la vida diaria. Para ello no necesito saber hacer derivadas integrales. El problema es que hay gente que ni siquiera es capaz de alcanzar el grado básico. No saben calcular el cambio cuando se paga y no entienden si 100.000 euros es un precio razonable para un coche o no.
–¿Falla la capacidad para pensar en abstracto?
–Falla la capacidad de representarse en los números. Un número por sí solo no significa nada. Si yo digo 7.000 puede ser mucho o poco. Por ejemplo, 7.000 en La Rosaleda es poco y 7.000 en un autobús es demasiado. Los números están ligados al conocimiento del mundo. Las personas con discalculia tienen problemas para saber lo que significa un número en un momento concreto.
–¿El mundo se representa en números y no lo sabemos? ¿Usted va por la calle y en vez de ver objetos ve un 10 o un 136, por ejemplo?
–El sistema numérico es una forma de presentar el mundo. Los objetos que hay en el mundo tienen muchas propiedades. Una es la cantidad. Los niños con discalculia, desde muy pequeños, están menos orientados hacia la numerosidad.
–¿Qué es la discalculia? Suena a enfermedad.
–No es una enfermedad, pero sí es una dificultad específica de origen neurobiológico. Significa que hay una huella en nuestros genes para el aprendizaje del manejo de los números y del cálculo. La discalculia no está causada por un déficit intelectual ni por la falta de motivación.
–Hay psicólogos y profesionales de la educación que sostienen que la discalculia no existe.
–En general, eso pasa con las dificultades del aprendizaje. Siempre hay gente que niega su existencia. Una frase que pronuncian muchos profesionales: no existen niños incapaces de aprender, existen malos métodos. Esa frase es muy bonita. Pero el que ha dicho esa frase no se ha enfrentado a un niño que tiene discalculia. A un niño con discalculia, tú le intentas enseñar las tablas de multiplicar y no las va a entender. ¿Por qué puede memorizar otras cosas y no las tablas de multiplicar? Porque tiene una dificultad específica con el aprendizaje de las matemáticas.
–¿Dónde se debería detectar la discalculia?
–La discalculia se debe detectar en las escuelas. Los profesores son los que mejor conocen a los niños. Tienen la comparativa.
–¿Un niño que utiliza los dedos de la mano para contar tiene un problema?
–Las señales dependen de la edad. Por ejemplo, que en edad infantil un niño tenga dificultades para realizar el conteo o para aprender la secuencia numérica son pistas que nos pueden decir que va a haber un problema en el aprendizaje de las matemáticas. A partir de tercero de primaria tenemos un marcador que es bastante claro: las multiplicaciones. A los niños que vemos utilizando los dedos, pues son candidatos para una discalculia.
–¿La discalculia es frecuente en un aula o es algo residual?
–La discalculia está infradiagnosticada. La incidencia está entre el cuatro y el siete por ciento. Eso quiere decir que en una clase de 25, hay un niño con discalculia. Nosotros hemos hecho un estudio para validar la discalculia en un test que es gratuito. Hemos evaluado a niños en colegios públicos y privados de Málaga, Madrid y Valladolid. De los 850 niños que hemos visto, solo uno tenía el diagnóstico de discalculia.
–¿Se puede corregir?
–Se puede corregir hasta ciertos límites. El objetivo de nuestras intervenciones tienen que ser conseguir que el niño sea capaz de desenvolverse en su vida diaria con los números. Eso a veces va a implicar adaptaciones curriculares. A lo mejor, se le debe dar una calculadora porque no tiene sentido que el niño esté atrancado en al operatividad si lo que le estás pidiendo es el razonamiento de un problema.
–En general, ¿el problema con las matemáticas es pensar que lo que me están enseñando no lo voy a necesitar nunca más?
–El conocimiento matemático más elevado lo va a necesitar alguien que haga una carrera de ciencias. Pero desde el punto de vista numérico, lo que hace falta es que haya un nivel mínimo de conocimientos. Y es lo que queremos que el niño con discalculia sea capaz de adquirir.
–¿Por qué los alumnos españoles están siempre por debajo de la media europea en matemáticas y ciencias?
–Yo creo que hay múltiples razones que tienen que ver con la administración, con la dotación de medios y con formación del profesorado español, que creo que es insuficiente. Hay mucho profesores que no saben lo que es la discalculia. Luego está la visión que hay en la sociedad de que los profesores son los que disfrutan de muchas vacaciones. No se les respeta como antes. Los padres tampoco tienen tiempo para atender a los hijos. Otro aspecto que me parece muy importante es la coordinación. Hace falta coordinación entre el profesorado. Un niño tiene a un profesor en el primer ciclo de primaria y luego cambia a otro. Entonces, esa falta de coordinación va en contra del niño. Los países que puntúan mejor que nosotros ligan mejor la teoría con la práctica. En España falta una enseñanza un poco más contextualizada.
–¿Cree que hay ciertos déficits en los maestros en cuanto a la didáctica de las matemáticas?
–No creo que haya un déficit, exactamente, en relación con la didáctica. Creo que hay un pequeño déficit en cuanto al sujeto de la educación. El sujeto es el niño. Los maestros no tienen el suficiente conocimiento sobre la psicología del niño. La didáctica es cómo le enseño, pero tienes que tener en cuenta a quién le enseño, a cómo aprende el niño. Creo que falta ese conocimiento en las titulaciones de magisterio.
–¿Las matemáticas pueden generar pánico en los alumnos?
–Muchos niños sufren lo que se llama ansiedad a las matemáticas. Es un estado de ansiedad elevado. Normalmente, está causado por haber tenido una mala experiencia con las matemáticas. El niño establece una asociación y eso hace que su rendimiento sea peor. Un niño con ansiedad huye de las matemáticas. Los niños con discalculia también tienen esa ansiedad. Lo curioso es que esa ansiedad desaparece con el tiempo. Yo ya no me pongo nervioso porque sé que lo voy a hacer mal. Eso te dicen. Es una clara situación de indefensión y hay que evitar que se produzca.
–¿La ansiedad a las matemáticas se puede contagiar de maestros a alumnos?
–Una profesora ansiosa transmite esa ansiedad a los niños. Estilos muy normativos aumentan la ansiedad. Los profesores que no son buenos en matemáticas también transmiten ansiedad a los niños porque no están a gusto con la docencia.
–¿Existe el profesor de matemáticas que no es bueno en matemáticas? Resulta sorprendente, al menos.
–Sí. Tú eres profesor de primaria y puedes ser mejor o peor en matemáticas. Tú puedes tener discalculia y ser profesor de matemáticas en primaria. Y a partir de quinto y sexto puedes empezar a tener problemas. Es muy difícil enseñar matemáticas si no se aman.
–¿Cómo influye el factor aburrimiento en la enseñanza de las matemáticas?
–El niño que se aburre aprende menos. Hay que ser capaz de encontrar un equilibrio entre el aprendizaje de contenidos y el entretenimiento, la diversión. ¿Cuándo el niño se va a sentir motivado? Cuando ve que lo que utiliza es útil. Si ve que lo que le están enseñando es útil para situaciones de su vida, lo aprende con más motivación. Es más fácil que ponga un problema de goles y diferencias en el marcador a los niños, si les gusta el fútbol, que les ponga un problema abstracto de un granjero que tiene catorce lechugas y llegó un conejo y se comió siete. Pero nunca hay que olvidar que el objetivo no es divertir al niño sino enseñar.
–¿La asignatura de matemáticas es más difícil que otras?
–En la sociedad está muy aceptado que las matemáticas son muy difíciles y si eres bueno en matemáticas eres muy listo. Son dos connotaciones que no son del todo ciertas. Pero es verdad que las matemáticas tienen una particularidad en relación con el resto de las asignaturas que implican expresión oral. En matemáticas hay un resultado. Puedes llegar a él de varias maneras, no hay que ser rígido, pero hay un único resultado y es el correcto. En cambio, cuando tú contestas una pregunta puedes ser relativamente impreciso y el profesor es el que va a valorar si es correcto. Es menos objetivo. Las matemáticas son muy objetivas.
–¿El niño que se desenvuelve bien puede disfrutar con las matemáticas?
–Uno disfruta con algo que tiene éxito. Cuando hacemos una intervención con un niño con discalculia, lo primero que hacemos es que el niño tenga éxitos en tareas matemáticas. Porque así reforzamos su autoestima y lo motivamos en un área en el que solo ha tenido experiencias negativas. Bajamos mucho el nivel, dejamos que el niño experimente éxitos y a partir de ahí vamos incrementando la dificultad. Cuando el niño se da cuenta de que es capaz de hacer más cosas, la motivación surge.
–¿Cómo pueden los padres estimular el éxito de sus hijos en las matemáticas?
–Las matemáticas están en todas partes. Vas en el coche y puedes buscar una matrícula que tenga el 6. Así estimulas la representación numérica del 6. Cuando estás jugando al fútbol en el parque, puedes contar los goles, preguntar cuántos ha marcado cada uno, cuántos hay que marcar para empatar. Eso hace que el niño vaya aprendiendo. Recomendamos mucho tener el típico calendario en la cocina. Hoy es el día 14, por ejemplo. Venga, aquí tienes un rotulador. El niño va a aprender a situarse espacialmente.
–¿Que lo analógico vaya sucumbiendo cada vez más a lo digital es perjudicial para ese aprendizaje más elemental?
–El mundo digital hace que los objetos sean menos manipulables. Y hemos dicho que eso es algo muy importante. Pero hay buenos programas que trabajan matemáticas que lo que hacen es ponerte los objetos virtualmente.
–La resiliencia, una palabra que está tan de moda ahora. ¿Sirve también para las matemáticas?
–Es un factor fundamental en el aprendizaje de las matemáticas. El factor psicológico de la resiliencia hace referencia a la capacidad para enfrentarse a la adversidad. El niño que se enfrenta a la discalculia se da cuenta de que para mejorar tiene que esforzarse y tiene que hacer un trabajo que otros no hacen. Pero ese mensaje le queda para toda la vida de manera que se da cuenta que si se esfuerza acaba consiguiendo los objetivos que se marca. Ese niño al final acabará consiguiendo lo que quiera en la vida. El que no tiene resiliencia acaba abandonado el sistema educativo.
–Con cada reforma educativa es más fácil quitarse las matemáticas antes. ¿Qué valoración hace?
–Para muchos niños es una liberación. El conocimiento que se adquiere por ejemplo hasta el último curso que se dan las matemáticas, si está bien evaluado, es suficiente para manejarte en la vida. Por lo tanto, está bien. Pero, en realidad, lo que tenemos que tratar de hacer es que las matemáticas no sean vistas como algo negativo. Tampoco nos vamos a engañar. El sistema educativo español, ante no ser capaz de luchar contra el fracaso escolar, ha optado por relajar la exigencia.
–¿Cómo sería un mundo sin matemáticas?
–En un mundo sin matemáticas no podríamos vivir porque no podríamos medir nada. La medición está en todo lo que hacemos. Nuestra sociedad se ha desarrollado mucho gracias al conocimiento de las matemáticas.
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