Hay realidades contrastables sobre la Palma-Palmilla y sentidas verdades. Que se trata de una barriada en la que el concepto de exclusión social se escribe en grandes letras de molde aplica a las dos. Cuando la falta de perspectivas choca con un entorno degradado, ... se crea un terreno fértil para las adicciones. María Amate (Córdoba, 1989) es la psicóloga del Centro de Drogodependencia Palma-Palmilla. Por su consulta pasan a diario personas que se asoman al precipicio, enganchados a las drogas o al alcohol. O a ambas sustancias a la vez.
Publicidad
Son las ocho y media de la mañana, las calles están llenas de bolsas de plástico y hay gente rebuscando en los contenedores. Amate atiende a SUR antes de dar paso al primer paciente. Huele a café y ese olor se mezcla con el aroma a limpieza y desinfección metódica. El camino de la recuperación se inicia en estos pasillos, donde personas como Amate despliegan una gran vocación ética para ayudar a los que carecen de horizonte. Pasillos de mucho dolor pero también de esperanza. «Aquí vienen personas para darte las gracias porque aseguran que les hemos salvado la vida. Eso hace que todo cobre sentido», dice.
Como lo hace con sus pacientes, deja atrás la autoridad y afronta la conversación de manera didáctica. A las preguntas contesta con la experiencia que le da el día a día cuando éste discurre no en un aula sino en la calle, donde las miserias son reales y el dolor es palpable. «Aquí no se juzga a nadie», insiste.
Desde la ventana de su consulta se ve como ascienden al cielo nubes azules de nicotina.
–¿Todos tenemos un adicto en nosotros?
–No creo que todos tengamos a un adicto en nosotros. Son las circunstancias de la vida, las estrategias para afrontar las cosas, el cómo lidiamos ciertas situaciones... La suma de todo eso es lo que nos hace caer o no en una adicción.
Publicidad
–¿Cuánto es demasiado? ¿Dos copas de vino por la noche son tolerables? ¿Un porro al día?
–En las adicciones se diferencia entre el uso, el abuso y la dependencia. No podría establecer un baremo fijo. Depende de si se es hombre o mujer y de la sustancia. Incluso, de la masa corporal. Un consumo abusivo durante un día puede ser igual de perjudicial que un consumo leve sostenido en el tiempo.
–¿Cuáles son las adicciones más frecuentes en las personas que llegan hasta aquí?
–Aquí son adicciones con sustancias. Heroína con cocaína fumada, cocaína sola y los tranquilizantes.
–¿Qué le espera a la persona que se pone en sus manos?
Publicidad
–A mí no me gusta decir eso de ponerse en mis manos porque aquí trabajamos en equipo. Configuramos lo que podríamos decir que es un tratamiento multidisciplinar. La persona entra y nosotros intentamos ayudarle en todos los aspectos de su vida. En la acogida se le da cita para el psicólogo. Normalmente, casi todos los necesitan. Se le da cita con la trabajadora social, que le ayuda a solucionar cualquier tipo de papeleo. Gestionar el paro, ayudas económicas, papeles de prisión. Luego también se le da cita con el médico para hacerle una analítica. Si se considera, pues también se le pone un tratamiento médico.
–¿La desintoxicación tiene que ser del todo a la nada?
–Nosotros no somos una unidad de desintoxicación como tal. Eso está en los hospitales. Tenemos que ir al ritmo del paciente, de la persona. Hay gente que de un día para otro lo deja, pero son los que menos.
Publicidad
–¿Utilizar metadona no es sustituir una adicción por otra?
–La metadona da buenos resultados. Hay que ajustar la dosis. Eso es obvio. Pero las personas que toman metadona suelen prescindir totalmente de la sustancia. El tratamiento con metadona es extendido en el tiempo. Incluso puede ser de por vida. Hay que mantener un diálogo muy intenso con la persona para ver cómo se siente.
–¿Cómo es la vida cuando discurre bajo el filtro de la droga?
–Lo único que importa es la droga. El pensamiento se focaliza en conseguir y consumir. La familia, el trabajo y necesidades básicas como comer quedan en un segundo plano. El pensamiento se vuelve obsesivo.
Publicidad
–Una primera pastilla en una fiesta. Experimentar después con un poco de speed y de ahí a la cocaína. ¿Una cosa lleva a la otra?
–Depende de muchos factores individuales. Consumir una droga, eso es verdad, abre la puerta a consumir otra droga. Le pierdes el miedo a la sustancia. Y como el efecto ha sido positivo, pues experimentas con otra.
–«Yo controlo». ¿Qué le sugiere esta frase?
–¿Cómo vas a controlar algo que no sabes cómo va a repercutir en tu vida? Las drogas son incontrolables, te pueden producir efectos que ni siquiera tú sabes que te van a producir. La idea de control me parece peligrosa.
Noticia Patrocinada
–¿Cuándo se admite que se padece una adicción?
–La mayoría viene cuando la adicción les ha afectado en aspectos muy significativos de su vida. Han perdido el trabajo, a la familia, los hijos ya no le hablan...
–¿Hace falta tocar fondo?
–No me gusta mucho la expresión tocar fondo. Lo importante es reconocerse a sí mismo que se tiene un problema. No podemos ayudarle a una persona que no considera que tiene una adicción.
Publicidad
–El adicto busca el colocón. ¿Cómo se podría describir?
–Cada persona te lo describe de manera diferente. Pero todos coinciden en que es una sensación de bienestar muy grande, de dejarte la mente en blanco, de evadirte de los problemas. Pero también de mucha culpabilidad.
–Pero esa sensación de bienestar es cada vez más fugaz.
–Claro. Eso provoca que haya que consumir más cantidad de sustancia. Hasta el punto de que ya solo se consume para evitar sensaciones negativas o malestar.
Publicidad
–¿La heroína es la droga más peligrosa?
–No sabría decir cuál es más peligrosa. Depende de cómo se consume. La heroína históricamente se ha consumido inyectada. Ahora se está fumando. Consumirla inyectada conlleva un riesgo sanitario extra.
–¿El mono, es síndrome de abstinencia, es psicológico o físico?
–Depende de la sustancia. El consumo de alcohol tiene un síndrome de abstinencia bastante peligroso. Incluso puede provocar la muerte, lo que se denomina como 'delirium tremens'. Pues son síntomas que desestabilizan bastante al cuerpo. La heroína produce muchísimo malestar en el cuerpo. Dolores musculares, ganas de vomitar, lagrimeo en los ojos o temblores. Con el cannabis, aunque se describen síntomas físicos, son más psicológicos. Aunque no se puede despegar lo físico de lo psicológico. Todo va unido.
Publicidad
–¿La pobreza influye?
–Influye de manera radical. Pero pobreza entendida como un aislamiento social, como la falta de recursos básicos. De hecho, sobreponerse a ese tipo de pobreza es un factor determinante para que la persona consiga salir de la adicción.
–¿Hay diferencias entre hombre y mujeres?
–Las mujeres que consumen están más estigmatizadas. Tienen una imagen mucho más deteriorada que un hombre consumidor. Pongamos el ejemplo de perder la custodia por culpa del consumo. Ahí la sociedad añade más presión a la mujer que al hombre. En un contexto de exclusión social, la mayoría de mujeres que consumen también se prostituyen. Entran en un círculo de peligrosidad. No es lo mismo que un hombre esté en la calle a que lo esté una mujer. En las mujeres también es más difícil la detección precoz. Tardan más en venir. Les da más vergüenza.
Publicidad
–¿Cómo influye la adicción a la relación de parejas? ¿Un adicto tiene capacidad para amar a otra persona?
–Capacidad de amar, claro que sí. Lo que pasa que si el tiempo que dedicaba a pasar con la familia o con la pareja se dedica a consumir y, además, en detrimento de la capacidad económica, impacta de una manera brutal en una relación.
–¿El miedo existe? ¿El miedo, por ejemplo, de morir por una sobredosis?
–Afecta a muy poca gente. En la medida que aumenta el consumo se pierde el miedo a la sobredosis.
–¿Y la vergüenza a la hora de consumir?
–Depende otra vez de cada uno. Hay personas a las que les da mucha vergüenza porque en su contexto no se consume, no está aceptado. Si en el contexto de la persona sí está aceptado, pues no sienten ese estigma.
–¿Cómo se puede motivar al paciente que quiere dejar las drogas?
–Primero hay que analizar qué es lo que lleva a la adicción. Ver a qué se debe esa dependencia de la sustancia. Con qué áreas de su vida no está contento esa persona. Analizando eso y entrando luego en esos aspectos se consigue motivar a la persona.
Publicidad
–¿Una recaída es automáticamente un fracaso?
–No. Por supuesto que no. Una recaída es un bache más de la vida. Algo que hay que superar.
–¿Cuál ha sido su experiencia más dura?
–No tiene tanto que ver con la adicción en sí. Más bien con las circunstancias. Cuando una persona tiene una adicción, está en la calle, no tiene familia, no tiene amigos y apenas tiene recursos para comer... Eso es muy duro. Son situaciones que te remueven y con esos casos intentamos dejarnos la piel.
–¿Hay momentos de luz?
–Aquí vienen pacientes para darte las gracias porque aseguran que les hemos salvado la vida. Eso hace que todo cobre sentido. Compensa los días de cansancio, los dolores de cabeza y los sinsabores. Te ayuda a seguir pensando que la terapia funciona, que el centro funciona y que lo que haces merece la pena.
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.