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Un maestro en el internado de Cheste (Valencia) relacionó su lengua, el caló, con la delincuencia. Aquel comentario molestó al joven José Antonio Plantón al tiempo que despertó en él una doble aspiración: estudiar y difundir la cultura de su pueblo y también comprometerse con ... los más desfavorecidos.
–La Hermandad Gitana de Andalucía acaba de entregarle el premio Gitano Andaluz 2020, ¿qué supone para usted este reconocimiento?
–Un orgullo. Estoy muy satisfecho de este reconocimiento por parte de mi propio colectivo, un premio a mi trayectoria sobre todo en investigación de la lengua gitana y a la vez por la difusión de nuestra cultura. Es una gran satisfacción. Este premio se lo dedico a mi familia y también a la gente que ya no está aquí con nosotros y que se sacrificaron por nosotros, que sufrieron persecuciones y rechazo social, y que lucharon para que nosotros hayamos podido llegar hasta aquí.
–¿Cómo recuerda el papel de su familia para que usted estudiara?
–Yo soy el menor de tres hermanos, y el papel de mis padres fue importantísimo. Soy de un pueblecito de Jaén, y mi padre, Paquito el gitano, era una persona muy emprendedora. Tanto que cuando Massiel ganó Eurovisión y vio que llevaba un vestido de chinchilla que costaba un millón de las antiguas pesetas, puso un criadero de chinchilla americana para trabajar las pieles. Le duró nada, pero da cuenta de su espíritu emprendedor. Mi padre y mi madre insistieron en que estudiáramos.
–¿Cómo recuerda el momento de llegar a la universidad?
–Estudié en la Universidad Laboral de Cheste (Valencia) la entonces EGB y después Bachillerato en la de Málaga. Y Magisterio en el entonces Colegio Universitario de Málaga. Fue un momento de orgullo para mis padres. Yo contento, por supuesto, pero al mismo tiempo pensé que los estudios universitarios me debían llevar a un compromiso con mi gente, independientemente de mi labor como docente, debía estar comprometido con el colectivo y con las clases más necesitadas, y esta está siendo mi labor.
–Imagino que usted sería de los primeros gitanos en tener estudios universitarios...
–Sí, es cierto. Mire, éramos tan pocos, que el Ministerio de Educación nos reunió en Madrid. Era el año 1985 y fuimos 17 gitanos y alguna gitana de toda España.
–Recientemente, el Consejo de Europa llamaba la atención a España por el elevado índice de fracaso escolar entre los estudiantes gitanos. ¿Por qué cree que se produce este abandono escolar?
–Creo que hay varios factores. Con la anterior ley educativa los niños estaban más tiempo, dos años más, en el colegio, con su profesor-tutor que daba la mayor parte de las materias. Entonces hubo bastantes gitanos que consiguieron su graduado escolar, se apostó mucho por la escolarización. El cambio del sistema educativo y llegar con 12 años al instituto, pasar de su maestro tutor a varios profesores, uno por materia, supone un paso abismal, para gitanos y no gitanos. Pero los niños gitanos sufren mucho más el cambio, no terminan de adaptarse y abandonan. Y otro aspecto es que el currículo no contempla nuestra cultura, y los niños no se ven reflejados en los estudios, no se sienten identificados con el sistema educativo. No obstante, estamos avanzando, cada vez hay mayor número de gitanos que tienen su título de Secundaria y que llegan a la universidad.
–¿En algún momento ha llegado a sentirse mal, rechazado por ser gitano, discriminado?
–No, la verdad es que no he tenido esa sensación. Lo que sí he percibido es que me veían como algo raro. Y en la actualidad ocurre lo mismo. La inmensa mayoría de los padres de mis alumnos piensan que soy ecuatoriano, mejicano, ... inmigrante, por mis rasgos o color de piel; no imaginan que su maestro de Matemáticas pueda ser gitano.
–¿Qué papel cree que juega la educación frente a la marginalidad y exclusión social?
–La formación es fundamental, para cualquier persona, y en concreto para el colectivo gitano. No le hablo de una carrera universitaria, no es necesario llegar a la universidad, pero sí tener una buena preparación. Eso nos hace libres. La persona que está bien formada es más libre. Eso evita la marginación y el rechazo social al colectivo. Más gitanos y gitanas mejor preparados significa un progreso dentro de la sociedad gitana y eso da lugar a una mayor convivencia y la posibilidad de ejercer oficios más liberales, no solo trabajar en el mercadillo. La buena formación conlleva el salir de esa bolsa de marginalidad.
–La nueva campaña de la Fundación Secretariado Gitano lleva por lema 'Pan para mañana'. Es como la de 'no me des pescado, enséñame a pescar'...
–El 'pan para hoy' es el vivir día a día, y esa ha sido o es todavía la filosofía de la cultura gitana. Y el 'pan para mañana' hay que preverlo, qué ocurrirá mañana en el futuro, y para ese futuro es importantísimo que el mayor número de niños y niñas continúen en la formación.
–¿Cómo surge su interés por la cultura y la lengua gitana?
–Estudiando en Cheste, un día en clase el profesor de Lengua nos dijo que el caló era una lengua de delincuentes. Y claro, a mí aquella afirmación me estremeció, me sentó fatal. Ni mi padre ni mi madre, ni las personas que conocía eran delincuentes. Así que en el 81 comencé a investigar, me eché a la carretera recorriendo España y recogiendo con un magnetofón testimonios. De aquel trabajo salió 'Aproximación al caló', que le mandé a aquel profesor. Después he publicado 'Los gitanos, su cultura y su lengua' 'Manual de lengua romaní' y 'Aprendiendo caló', un libro dirigido a los niños.
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