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Adolfo niega con la cabeza mientras coloca de nuevo la manguera en el surtidor. Pasan unos minutos de las nueve de la mañana en una ... estación de servicio en la zona este de la capital y este autónomo echa mano de la resignación antes de empezar su jornada laboral. «Cuando compré el coche, llenaba el tanque con menos de 40 euros, ahora me cuesta más de 70...», lamenta mientras sube al SUV negro que usa como coche familiar y también de empresa. «Esto es una ruina...», comparte antes de «salir pitando» a la primera cita de la jornada.
Tras él reposta Marta su Seat Ibiza blanco. «Hasta hace poco siempre llenaba el depósito, pero ahora le echo 30 euros y lo que dure, duró. Lo malo es que tengo que coger el coche sí o sí, porque vivo en Rincón de la Victoria y trabajo en Málaga», admite. Marta da paso a Teresa y su Renault Megane: «Intento echar en las gasolineras de cadenas de supermercados, porque me devuelven parte del dinero. ¡Mira que tengo todas las tarjetas de clubes y de todo lo que inventan! Pero me pillan muy a trasmano y no siempre puedo ir hasta allí».
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Acudir a la gasolinera se ha convertido en un trance para el bolsillo de miles de malagueños. No en vano, llenar ahora el depósito cuesta 36,5 euros más que hace un año, teniendo en cuenta los 50 litros de capacidad media que tiene el tanque de un vehículo particular y la media de aumento de los cuatro tipos de carburantes más usados. Así, la escalada incesante de precios deja el litro de los carburantes más empleados por encima de los dos euros. Y la cosa no tiene visos de quedar ahí.
Hace unos días, desde la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES) auguraban que el litro de carburante podría llegar a los tres euros a corto plazo. El director general de la confederación, Ignacio Rabadán, matiza ahora esas previsiones mientras prefiere no dar una cantidad exacta como tope imaginable. Eso sí, avisa: «Por ahora sólo vemos ingredientes que nos indican que el precio seguirá subiendo. No hay ningún síntoma de que vaya a bajar».
De hecho, durante el último año el precio del gasóleo se ha incrementado un 59% desde los 1,2 euros por litro que marcaba de media en la provincia en junio de 2021 hasta los 2,02 litros que ofrece ahora, según las estadísticas regidas por el Ministerio para la Transición Ecológica en las estaciones de servicio de la provincia.
El gasóleo convencional firma la mayor subida porcentual entre los cuatro carburantes de mayor uso particular. Le sigue el gasóleo premium con un alza del 55% al pasar desde los 1,37 euros por litro de hace un año hasta los 2,12 euros por litro de estos días. Las gasolinas ofrecen un encarecimiento algo menor en comparación con el diésel, aunque los promedios siguen siendo muy abultados. Así, la gasolina 95 se ha encarecido un 50% en el último año, mientras que la de 98 octanos deja un alza del 46%, eso sí, con el precio medio más caro de las cuatro opciones con el litro a 2,29 euros.
El director general de CEES esboza las causas principales de esta escalada sin precedentes. «Por un lado, hay un 'shock' de oferta que es incapaz de satisfacer la demanda. Ahora, además se producirá un aumento de la demanda con el inicio del verano y de los desplazamientos motivados por las vacaciones. A esa situación hay que sumar la guerra en Ucrania como otro motivo esencial para la situación que estamos viviendo», sostiene Rabadán.
Además, el representante de la confederación de estaciones de servicio admite que la subida de precios «se ha comido» la bonificación de 20 céntimos por litro aplicada por el Gobierno con la intención de atenuar esa carestía a la hora de llenar de depósito. «Es una cuestión de expectativas. A una gasolinera le cuesta entre 20.000 y 25.000 euros más caro llenar una cisterna si comparamos los precios actuales con los que había el pasado 1 de enero. Puede que la bonificación no sea suficiente, pero sin ella estaríamos peor», defiende Rabadán.
¿Entonces, qué medidas serían más efectivas para contener los precios? El portavoz de Facua, Rubén Sánchez, lo tiene claro: «La Unión Europea debería articular un cambio regulatorio y permitir que los Estados pongan precios máximos, porque sin esa política todo lo que se hace son medidas que recortan la riqueza de la población». Se refiere Sánchez a esa bonificación de 20 céntimos, «de los que 15 salen del erario público» o a la bajada del IVA de la luz del 10 al 5%, anunciada esta semana por el Gobierno.
«Las bajadas de impuestos no son la solución -cierra el portavoz de Facua-, el intervencionismo en precios depende de Bruselas y ni siquiera se está pidiendo. O se cambia el modelo o nos aguantamos para permitir que las empresas del oligopolio energético se enriquezcan como nunca».
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