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Ilustración A. Martín Campos | Vídeo: Dani Maldonado y Matías Stuber

Que sepas que tu hijo de 12 años ya ha visto porno. Y tu hija también

Niños y adolescentes ven contenido explícito antes de tener experiencias propias. ¿Cuáles son los peligros para una generación que tiene en el móvil el acceso gratuito a un cine para adultos?

Domingo, 19 de noviembre 2023, 00:27

Una dirección en la barra de navegación. Intro. Una ventana para la confirmación: «Tengo 18 años o más». Clic. Así se abre la puerta a un salvaje mundo virtual. Un mundo de desnudos y conductas sin censura; un mundo con mujeres que gimen y hombres sin rostros que debería permanecer vetado a los menores.

La primera vez que Manuel accede a 'Pornhub' está tan nervioso que escucha el bombeo de su corazón. Aprovecha un momento en el que sabe que está solo en casa y se siente seguro de que nadie le pueda sorprender. El nombre de la página web lo ha escuchado en el instituto. En los vídeos que empieza a ver aparecen mujeres que tienen sexo con varios hombres a la vez. Clava sus ojos en pechos y miembros masculinos de gran tamaño. Nota que lo que ve le está excitando. En esta tarde de verano, en su cuarto de niño chico, Manuel tiene justo 13 años. Cuando acaba lo que está haciendo, la batería de su móvil pide a gritos un cargador.

La ley marca que las páginas de contenido pornográfico a las que accede Manuel y el resto de sus compañeros de clase deberían ser inaccesibles para ellos. No lo son. Los tiempos en los que adolescentes intentaban deslizarse inadvertidos por un 'sex shop' o pasar a la zona reservada de un mugriento videoclub con el DNI del hermano mayor pertenecen al pasado. Ahora basta con un móvil y una conexión a internet. La casilla del «Tengo 18 años o más» se marca rápido. También si se tienen 11, 12, 13 o 14…

Que esto tiene consecuencias es fácilmente imaginable. Niños y adolescentes están expuestos a pornografía explícita aún antes de haber tenido experiencias sexuales en el mundo real. Es decir, sin saber qué es lo que están viendo, qué significa y cómo lo deben procesar. Es un cambio de paradigma respecto a anteriores generaciones. También lo es que lleven un cine porno en el bolsillo.

¿Todos los adolescentes que tienen un móvil consumen o han consumido alguna vez contenido pornográfico? El psicólogo y sexólogo Arun Mansukhani, especializado en el trabajo de traumas con niños y jóvenes, no deja lugar a dudas: «Rotundamente, sí. Otra cosa es que algunos padres no lo quieran ver o se quieran engañar».

La edad media de inicio en la provincia de Málaga rondaría los doce. Pero también hay casos de niños de ocho años que ya han empezado con el consumo de contenido explícito. «No solo ellos ven porno, ellas también», asegura Mansukhani. «Y lo que se muestra ahí no tiene nada que ver con la sexualidad entre dos personas que están en un plano de igual a igual. La mujer deja de ser un sujeto y se convierte en un objeto», advierte el experto.

A Mansukhani le preocupan la violencia explícita y los roles de género deformados que proyecta el porno, además de la tendencia de categorizar los vídeos con conceptos como, por ejemplo, «jovencitas», «bukake» o «sexo duro». Tampoco duda en ligar el aumento de casos de violencia sexual entre jóvenes al consumo de pornografía. «Lo que transmite el porno es que la mujer está siempre para satisfacer el deseo del hombre. Es muy común que en muchas escenas primero se simule una cierta reticencia por parte de la mujer, pero, al final, ésta acabe seducida y entregada. El 'no' no existe», señala.

Seguir hilando lo que pasa entonces en la cotidianidad parece relativamente fácil: si estás educado en que el 'no' no existe, es complejo aceptarlo cuando llega. «Y es algo que afecta también a las chicas porque no entienden, que si algo no les apetece, no lo tienen que hacer», añade Mansukhani.

Mundo de ficción

El porno también representa un mundo de ficción. Es como observar a Superman teniendo sexo. Justo lo que no sabrían realizar los adolescentes inexpertos. El porno se convierte para ellos en el modelo estandarizado de lo que es el sexo. Pero los jóvenes primero necesitan orientarse, responder a la siguiente pregunta: ¿qué es en realidad lo que quiero para mí?

Sin embargo, están inundados por el sexo normativo del porno y las exigencias que éste marca tanto en lo físico como en lo referente a las prácticas sexuales en sí. Cada escena de una película porno también sugiere un sinfín de posturas a dominar y un físico inalcanzable para la mayoría. «Es muy importante el salto de nivel que hay entre el conocimiento sexual y la experiencia de nuestros jóvenes y el nivel al que se exponen con la pornografía. El salto es muy grande y el daño que eso hace es todavía mayor», lamenta Mansukhani.

El consumo de pornografía y lo que desencadena es algo que se lleva estudiando desde hace décadas a nivel científico. Por ejemplo, la relación que guarda con la disfunción eréctil u otros problemas relacionados con la estimulación sexual. Angélica Cuenca es psicóloga y sexóloga. Forma parte del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga y es una de las voces más expertas en este campo. El visionado de porno, señala la experta, equivale a una descarga desmedida de dopamina, que puede llevar a una espiral perversa. «Te acostumbras a una serie de estímulos a través de escenas que contienen violencia explícita hacia las mujeres. Además, el cerebro de un adolescente no está preparado para este tipo de estímulos». Con un consumo continuado, el sistema de recompensa del cerebro se achica. Algo parecido a lo que pasa con otro tipo de adicciones.

Alejandro Villena, el autor del libro 'Por qué no', en el que plantea los riesgos que tiene el visionado de pornografía, también es psicólogo y sexólogo. El profesional marbellí lleva años estudiando el efecto que tiene el consumo de porno en sus pacientes. Apenas unos meses bastarían para pasar de lo esporádico a la adicción. «El cuerpo cada vez va pidiendo más para obtener los mismos efectos. La intensidad de las prácticas, lo extremo, va produciendo efectos más potentes en el cerebro. Al final, se acaban erotizando prácticas que no forman parte del repertorio natural de las personas», detalla.

Angélica Cuenca insiste en el rol que ocupa la mujer en el porno. Convertida en mero objeto, deshumanizada, esa imagen influye en cómo las chicas y chicos desarrollan su sexualidad. «El tutorial para los adolescentes es el porno. ¿Qué pasa? Que la pornografía de ahora es eminentemente violenta. Los varones son la parte activa y son, además, una parte que siempre satisface sus necesidades. De todo el porno que he podido ver, y llevo mucho tiempo dedicándome a esto, no he visto una sola escena en la que el hombre no ve cómo se satisface su deseo. Ni una escena en la que él se aproxima y ella no quiere», relata.

La propia Fiscalía de Andalucía advierte de una ola descontrolada. En su última memoria, correspondiente al 2022, notifica un aumento en los delitos relacionados con la violencia sexual en los menores de 14 años. En dicha memoria se avisa de «la falta de control parental sobre los dispositivos electrónicos y el fácil acceso a la pornografía».

En la provincia de Málaga, el número de agresiones sexuales ha aumentado en un año en un 63,1%, pasando de 168 en 2021 a 271 en 2022. «Todas las secciones se hacen eco del aumento de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual, fruto del consumo excesivo por parte de las menores de las redes sociales y, en particular, de las páginas de pornografía», concluye la Fiscalía de Andalucía.

Obsesión con los 'nudes'

Pensar que se puede evitar el contacto de los menores con la pornografía equivale a querer apagar un incendio con cubitos de hielo. Así lo ve Inmaculada Díaz, profesora de Secundaria en un instituto. Está en comunicación permanente con los adolescentes, sabe cómo funcionan y conoce sus temas de conversación. Si antes el patio del colegio era un lugar para intercambiar cromos, ahora es un intercambio de imágenes y vídeos de contenido explícito. «Están obsesionados con los 'nudes' (desnudos). En cualquier tema de conversación que surge en torno a las redes sociales te sacan el tema de los 'nudes'. Ayer mismo le dije a uno… hay vida más allá de los nudes».

Es en los institutos, en eso coinciden todos los expertos consultados, donde se debería librar la batalla para contrarrestar los efectos nocivos del porno. La pornografía no tiene la misión de transmitir una imagen realista del sexo. La educación sí la tendría. Pero en las aulas no hay nada parecido a una asignatura que se llame educación sexual. Puede que en clase de ciencias naturales se enseñe que el sida es una enfermedad horrorosa, que se contagia a través de relaciones sexuales sin protección. O que el cuerpo de la mujer se desprende de la primera capa de la mucosa uterina durante la menstruación. No es precisamente el mejor ambiente para preguntar lo que es un orgasmo.

«Tus hijos van a ver porno. Es así de duro y así de crudo. Por tanto, hay que forjarles un pensamiento crítico y una capacidad de distinguir lo que es real y lo que no. Fortalecer a los jóvenes en una idea respetuosa y empática de la sexualidad. Es importante tener estas conversaciones con naturalidad. Acercarnos a esto como si fuera una dimensión más, como puede ser el deporte o la alimentación», recomienda Alejandro Villena.

Adicción

José (nombre ficticio), que ahora tiene 22 años, hubiera agradecido recibir advertencias sobre el peligro que aguarda la pornografía. A pesar de su juventud, tiene un acompañante permanente: miedo. El miedo de recaer en la succión de antes, cuando padecía una adicción al porno. «Empecé a ver porno con 13 años», cuenta a SUR a cambio de preservar su anonimato. Cuando sus amigos se citaban para ir a la playa o jugar al fútbol, él se retiraba a su cuarto para ver pornografía en internet. Sus padres desesperaban cada vez más: «Queda con alguien, sal que te dé el aire», le decían. «Me ponéis de los nervios», les contestaba.

Cuatro años ha necesitado para dejar atrás la adicción. Para ello, ha requerido de ayuda profesional. Hoy, asegura, ya no consume pornografía. Por si acaso, mantiene el bloqueo para páginas de este tipo en su ordenador. Hace poco estuvo a punto de tener una recaída. Y eso que solo quería pedir una camiseta de fútbol por internet.

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