De chico escondía las manos en los bolsillos para que los abusones no se metieran con él. Pero eso era en la calle, porque Martín de Arriba se sentía el rey de su casa, en Pelayo (Algeciras, Cádiz), donde pasaba las horas admirando a las ... grandes folclóricas o jugando a hacerse vestidos con las sábanas. Poco se imaginaba aquel crío que en 2021 se haría famoso como Pink Chadora gracias al programa de televisión 'Drag Race España'. Y que, desde entonces, no dejaría de pisar escenarios con tacones imposibles –nunca de menos de 18 centímetros–, vestidos de lentejuelas y un pedazo de pelucón rubio.
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–Para quien no haya visto antes a Pink Chadora, ¿quién es esta pedazo de rubia?
–Como siempre digo, Pink Chadora es una 'muñecota' que hunde sus raíces en la tierra, pero con ambición: Londres, Malibú, Cancún… Torremolinos (ríe). La mía es una fantasía rural porque, chica, somos de donde nos hemos criado y yo me he criado en el campo, con esa tele de los 80 y de los 90. Y a mucha honra. Pero que no falten las lentejuelas, aunque luego sea una vecina más, de las que se sienta a la fresquita y se da con el abanico bien fuerte en el pecho.
–Eso es muy de abuela, pero también muy de nuestras grandes estrellas. ¿Qué mujeres inspiran a su personaje?
–Uy, muchísimas. Pink Chadora tiene mucho de mi madre y de mi abuela, aunque estéticamente no se parezca en nada ellas. Y cuando digo en nada, es en nada. Mi madre no se ha maquillado en la vida, ni mi abuela, que era de esas señoras que iban siempre con su pelito corto. Pero de ellas heredé mi sentido del humor, que es de las cosas más grandes que tiene Pink Chadora. Por supuesto, me han inspirado muchísimo las folclóricas. Ese 'señoras, señores' (dice imitando la voz de Lola Flores)... Yo me crié en un pueblo y sin Internet. Soy del 84 y en esa época no había, así que cuando veía en la tele a estas mujeronas, a Lola Flores, a Rocío Jurado… es que me parecían lo máximo. Cómo se portaban, la manera en la que interpretaban, esos cardados, ese poderío. He bebido mucho de la cultura pop, de la alegría, de la tierra y el brilli brilli.
–¿Y en lo estético?
–Me gusta mucho que mi carta de presentación tenga un rollo 'bimbo' y que, así de primeras, tenga ese aire de inocentona, porque la gente entiende perfectamente que es un personaje. Lo tengo comprobado: vestir como una muñequita me permite que el acercamiento con la gente sea muy fácil, incluso con personas que quizás no han visto a una travesti en su vida. Pink Chadora es una especie de caballo de troya, porque me ven con este aspecto, que puede recordar a una Barbie, y a partir de ahí la proximidad se da de una forma naíf y natural. Y ahí es cuando puedo aprovechar para soltar mi discurso y reivindicar lo que considero importante.
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–¿Cuál es ese discurso?
–Que todos somos personas y somos iguales. Da igual si llevas un pelucón de tres metros y vas en tacones, o si te gusta ir en chándal y zapatillas. Lo mismo si te gustan los hombres o las mujeres. Aquí estamos todos intentando ser felices y no es plan de ir amargando a los demás, por muy diferente que parezcamos. Lo bueno que tiene también mi personaje es que no se asocia tanto a ciertos prejuicios que hay en torno al drag, relacionados con el mundo de la noche, las drogas o del alcohol, porque dentro de esto hay muchas disciplinas artísticas que van más allá de eso. Por eso no hay cosa que me guste más que ir a pasear a las dos de la tarde con mis taconazos y mis vestidazos. No abro la boca y ya estoy lanzando un mensaje, solo con que me vean.
–¿El pequeño Martín se imaginaba viviendo toda esta fantasía?
–Yo ya era muy mariquita y me gustaba jugar a hacerme vestidos con las sábanas, pero yo no sabía ni que el drag existía. El primero que conocí era el de Canarias, que no tiene nada que ver con el mío. Es que no tenía ni idea de este mundo, pero es verdad que ya apuntaba maneras. Me acuerdo que me ponía a peinar a mi madre, a las vecinas... También era el que las maquillaba cuando se iban de fiesta. No había caído en esto, pero echando la vista atrás, sí que ya tenía entonces predilección por los vestiditos y por la estética. Pero vaya, que yo lo que quería era ser pastelero (ríe).
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–¿Puede vivir solo del drag?
–Podría hacerlo, pero es algo que me da mucho miedo. Yo tengo ya 40 años y he visto a mucha gente desfilar por la tele y, al día siguiente, desaparecer. Además de dedicarme al entretenimiento, soy fotógrafo, editor gráfico y tengo dos editoriales, una de libros de cocina (Colandcol) y otra de poesía (Letraversal). Y claro, son dos proyectos casualmente han crecido al mismo tiempo que Pink Chadora y no los quiero abandonar por todo el mimo que hay detrás. Por eso, y porque está el temor a que dejen de llamarme, a que salgan más drag queens de otros programas y a que llegue el día en que el mundo se olvide de mí. Y no pasaría nada, porque yo empecé en drag para divertirme.
–El año pasado publicó su primer libro como Pink Chadora, 'Todo era campo'. ¿Se le hace difícil vivir en Málaga, lejos de su tierra y la naturaleza?
–Lo echo mucho de menos. No hay cosa que me guste más que salir y ver verde a mi alrededor, escuchar a los animales, los grillos… Pero bueno, me vine en 2007 por amor. Aquí conocí a mi marido (el poeta Ángelo Néstore), en un botellón... a los 15 minutos ya estaba locamente enamorado de él y cualquiera me movía de Málaga. Pero una nunca deja de tener ese amor y por eso me da mucha rabia que haya tantos prejuicios hacia la gente del campo, que se la tilda mucho de cerrada, cuando yo lo que he visto es que son personas que conectan de una forma muy fácil y que saben escuchar.
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–En más de una ocasión ha dicho que prefiere el Orgullo en un pueblo que en una capital. ¿Por qué?
–Totalmente, y me da igual si pagan menos dinero, si va menos gente o si el sonido es peor… Por esos niños y esos jóvenes que necesitan ver a referentes y tener encuentros con personas del colectivo. Siempre se ha dicho eso de 'pueblo pequeño, infierno grande'. Aunque la gente sea maravillosa, eso no ha cambiado, y por ahí creo que hacemos más falta. Lo que decía antes de la estética de Pink Chadora, que con ese aire de muñecota llega a la gente que nunca había tenido contacto con este mundo, es verdad. Se muestran muy abiertos de primeras. Lo peor que me han dicho en un pueblo es: «¿Eso que 'éh', un 'masho' o una hembra?»
–¿Y en una ciudad?
–Sinceramente, cuando he ido de Pink Chadora nunca he tenido ningún conflicto. Me ha pasado un par de veces en Madrid que el taxista que me iba a recoger se ha parado y al verme medio de drag, con la peluca ya en la mano, se ha ido y me ha dejado en tierra. Y en Málaga nada de nada. Sin embargo, de civil, sí que me ha pasado. En la misma calle Carretería me han gritado cosas del tipo 'maricón, tendríais que estar todos muertos', y me han escupido en la puerta de El Corte Inglés. Y sin que ninguna persona de las que había alrededor se inmutara o dijera algo
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–¿Cómo reacciona a los ataques?
–Cuando estas cosas me pasan a mí, depende del día, pero soy más de quedarme callado. Cuando le pasa a otra persona y lo veo es que no tengo capacidad de morderme la lengua, directamente. Este verano tuve un episodio así en un chiringuito de Benajarafe, en el que escuché a uno de los camareros gastando bromas de que tendrían que mandarnos a un paredón. Y en ese momento no reaccioné porque había pasado un buen día con mis amigos en la playa, y por desgracia estoy acostumbrado a tragar saliva desde que era pequeño. Luego llamé al establecimiento para, al menos ponerlo en conocimiento del dueño, porque así no se puede tratar a nadie. Es lo que hablaba antes, aquí todos somos iguales. Somos personas y tenemos sentimientos. Vamos a intentar no hacer la vida más difícil al que tenemos al lado.
–Y en redes sociales…
–A veces sueltan auténticas barbaridades. A mí me gusta leer los comentarios porque, sobre todo, recibo muchísimo cariño, y me gusta responder a la gente que dedica tiempo a decirme algo positivo, pero a veces te encuentras con cada cosa que yo me pregunto… ¿por qué esa crueldad? Por suerte, soy una persona que tiene los pies en la tierra, pero si muchos de esos comentarios los hubiera leído con 15 años, no te puedo asegurar si seguiría aquí o, al menos, con estas ganas de vivir. Yo ya pasé mucho bullying en el colegio y en el instituto, pero tenía la suerte de que mi casa era un paraíso. Yo ahí era el rey. Si a esa edad hubiera tenido que seguir soportando los insultos y los comentarios que recibía en la escuela una vez que salía, no sé si hoy podría contarlo. Me da muchísima pena pensar en los niños y en la juventud a la que le toca vivir esto, la verdad. Me encantaría decirles que tengan paciencia, que sobrevivan como puedan porque algún día esa época va a terminar y van a estar rodeadas de las personas que elijan.
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–¿Era un niño tímido?
–Uy, era de los que me escondía en el baño si venía visita a casa. En realidad, era muy sinvergüenza, siempre estaba cantando, bailando, creando cuando estaba con mi familia o con mis vecinas. Pero con otra gente me ocultaba para no sentirme juzgado... A mí de pequeño la mano ya me pedía bolso, la tenía siempre hacia abajo (ríe). Mi madre, con mucha ternura y por querer protegerme, me decía: «Niño, la manita en el bolsillo». Lo hacía con toda su buena intención, pero al final el mensaje que recibía era que la pluma no estaba bien. Y son cosas que si, las piensas, son una chorrada. Por eso ahora me siento con la obligación moral de dar visibilidad al colectivo y reivindicar esto. Ningún niño tiene que crecer escondiéndose. Si es que… ¿qué es lo normal? Para mí no hay nada más natural que ser mariquita. No te digo que me tengan que dar un premio por eso, pero bueno… La norma, que nos va a matar (ríe).
–Ahora que estamos enfadadas… ¿A quién mandaría un día a trabajar al campo?
–A todos los políticos, independientemente del partido, y a todos los que se quejan de las personas inmigrantes, que son quienes están ahí trabajando a destajo para que no nos falte comida en el plato. Un día entre plásticos para que se den cuenta de lo que hay detrás. A lo mejor así se dan cuenta de muchas cosas y empiezan a empatizar con el que se busca la vida.
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–¿Y con quién se iría a tomar espetos y unas cervezas?
–Si pudiésemos ir atrás en el tiempo, me iría seguramente con mi Lola Flores. No me daría un pipazo con ella, pero pasaríamos un día de escándalo. O con Rocío Jurado, que me podría pasar horas escuchándola. Es que Lola era lo máximo, una descarada con salidas para todo, pero la Jurado era apasionante. Como ya no están, pobrecitas mías, pues me iría con Melody, La Húngara, Camela… Me vuelve loca la música de gasolinera y mira que a veces se las trata como si fueran artistas de segunda, con toda la vida que nos han dado. Da igual si eres de El Limonar o de La Palmilla. No hay quien no conozca la canción de los gorilas o 'Cuando zarpa el amor'.
–Rememorando la famosa cita de Bárbara Rey («Chelo, tú y yo hemos tenido una noche de amor»)… ¿Con quién tendría una velada de pasión?
–(Ríe) Ay, yo es que soy un señor de mi casa, muy enamorado de mi Ángelo y muy monógamo. Pero bueno, si nos ponemos en ese escenario fantasioso… cualquier icono, como Ricky Martin o Brad Pitt. No haría falta ni hacer nada, con pasarme toda la noche mirándolos de cerquita y poder contarlo, yo me doy por contento.
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