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En Málaga la vivienda ya no es un problema, sino EL PROBLEMA, en mayúsculas, para una capa cada vez más amplia y diversa de la población. Ya no son sólo los jóvenes ni los colectivos vulnerables los que lo sufren, aunque en este último caso la dificultad de acceso se ha tornado en imposibilidad. A día de hoy encontrar piso es una pesadilla para cualquiera que no sea millonario, tanto en la capital como en los grandes municipios de la Costa del Sol. Porque tener un sueldo, incluso aunque esté en la banda media-alta, ha dejado de ser una llave para conseguir un hogar en un mercado inmobiliario marcado por la subida vertiginosa de precios, la escasez de oferta y la avidez de los inversores.
57% ha subido el precio de la vivienda en alquiler en tres años en Málaga
29% ha subido el precio de la vivienda en propiedad en tres años en Málaga
La última Encuesta Social Malagueña, elaborada por la UMA, aúpa a la vivienda al primer lugar en el ranking de preocupaciones de los habitantes de Málaga. No es difícil entender por qué: Málaga lleva desde la salida de la pandemia encabezando la subida de precio en España (en tres años el metro cuadrado ha subido un 29% el mercado de venta y un 57% en el de alquiler), mientras sigue en el vagón de cola en ingresos per cápita. De hecho, ya es la provincia que exige un mayor esfuerzo de España para alquilar una vivienda, pues el precio medio de un piso alcanza el 52% de los ingresos medios familiares. En el caso de la propiedad, Málaga es la segunda de España, con un 42% de esfuerzo.
Con un mercado en propiedad vedado para quien no tenga un volumen de ahorro importante (y en un contexto, además, de euríbor en máximos), la carestía se vuelve extrema en el ámbito del alquiler: las apenas 6.000 viviendas ofertadas en toda la provincia (apenas 1.100 de ellas por debajo de 1.000 euros de precio) dibujan un mercado completamente desequilibrado y los demandantes se ven obligados a tragar con todo: precios desorbitados, 'castings' con más de cincuenta aspirantes para un piso, la exigencia de pagar cuatro meses de adelanto y un seguro, un umbral de ingresos por encima de 2.500 euros, contratos de menos de un año… Requisitos que, según denuncian las asociaciones de consumidores, incumplen en no pocos casos la Ley de Vivienda. Precisamente esta norma, pensada para aumentar la protección de los inquilinos, ha provocado un efecto perverso: hay propietarios que prefieren no alquilar a familias con hijos porque no pueden desahuciarles aunque dejen de pagar.
5.920 viviendas están ofertadas en alquiler a día de hoy en toda la provincia
1.099 de esas viviendas tienen un precio inferior a los 1.000 euros
El próximo sábado está convocada una manifestación en la capital malagueña con el lema «Málaga para vivir, no para sobrevivir». Impulsada por el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Málaga, esta protesta pretende dejar patente el masivo descontento social que generan los problemas de acceso a la vivienda. «Nosotros llevamos mucho tiempo alertando de lo que ocurre, pero ahora por primera vez vemos un consenso respecto a que el problema es real y que hay que meterle mano», explica Curro Machuca, portavoz de esta organización, que está «desbordada» desde la salida de la pandemia. «Recibimos una media de diez correos diarios pidiéndonos ayuda o asesoramiento, con casos muy dramáticos», asegura.
Es cierto que Málaga no es, ni mucho menos, el único lugar donde la vivienda se ha convertido en el principal problema social: la crisis habitacional es común a las grandes ciudades españolas. A finales de mayo, por ejemplo, se celebró una manifestación en Palma de Mallorca. Pero aquí hay un factor agravante: el boom turístico, demográfico y tecnológico que exhibe la ciudad desde la salida de la pandemia. De hecho, muchos ciudadanos echan la culpa a los alquileres vacacionales: Málaga es la provincia con más viviendas destinadas a alojar turistas (más de 41.038) y la capital es, con 7.000, el tercer municipio español del ranking, sólo por detrás de Madrid y Barcelona.
68 Es el número de viviendas de protección oficial que se visaron el año pasado en toda la provincia. Pertenecían a una única promoción localizada en Málaga capital.
La crisis habitacional tiene muchas caras. Están los que viven una angustiosa cuenta atrás hasta la próxima revisión de su contrato de alquiler y los que ya tienen marcada en su calendario la fecha en que deben abandonar su vivienda. Quienes no pueden emanciparse de sus padres o irse a vivir con sus parejas; quienes tienen que seguir conviviendo con sus exparejas tras una ruptura y quienes no tienen más opción que volver al nido familiar.
También los hay que no pueden aceptar una oferta de trabajo al no encontrar casa; quien se ve obligado a mudarse a otro municipio o incluso a otra provincia y quien quiere volver a Málaga tras años viviendo en el extranjero pero no le salen los números. SUR da voz en este reportaje a malagueños que, de una otra manera, están viendo sus proyectos vitales truncados por la carestía de la vivienda.
193.470 euros Es el importe medio de las hipotecas que se firman en Málaga. Son las segundas más elevadas de toda España.
La subida de precios y la escasez de oferta se ha extendido como una mancha de aceite por todos los barrios y todos los segmentos residenciales. Pero en cuanto a colectivos afectados, hay dos cuya emergencia habitacional es especialmente grave: los jóvenes y las personas en riesgo de exclusión. «Si para una persona normal se ha vuelto difícil alquilar una vivienda, para un inmigrante, una familia monoparental y otros perfiles vulnerables es directamente imposible», resume Julio García Daza, presidente de la Asociación Arrabal-AID, que trabaja por la inclusión social y laboral.
«En los últimos años, el perfil de usuarios en las viviendas de acogida de nuestro programa para personas sin hogar ha cambiado mucho: ahora son trabajadores que cobran un sueldo pero no pueden acceder a una vivienda o siquiera a una habitación: ni por el precio, ni por el casting que hay que superar», explica. «La exclusión residencial lleva a la exclusión social», sentencia. Y añade que, en su opinión, el efecto social de esta crisis va mucho más allá de estos colectivos vulnerables: «Estamos dejando a una generación o dos sin proyecto de vida».
De vuelta al hogar paterno Marta Mayorgas. 30 años. Profesora
«Tengo 30 años y soy profesora en un colegio privado, con un sueldo de 1.300 euros. Me independicé en 2021 junto a la que entonces era mi pareja. Encontramos una vivienda por 800 euros en Pedregalejo, que es mi barrio. Por cierto, todavía sigo esperando a que me paguen el Bono Alquiler Joven... Cuando rompimos tuve que volverme con mis padres y aquí sigo, un año y medio después. Ahora el panorama está imposible: el piso como el que alquilé por 800 está a 1.200. Mi radio de búsqueda es ya toda la provincia, pero no encuentro nada que pueda pagar y sea digno. Lo peor que me he encontrado en los portales inmobiliarios fue una caravana en Olías por 500 euros. ¡Tenía el lavabo y el inodoro en el exterior!
Con mis padres la convivencia es buena, pero necesito mi espacio, mi intimidad, mis costumbres... Es muy duro volver hacia atrás y si me paro a pensarlo me desespero, porque de aquí a los próximos cinco años no me veo en una situación diferente. Comprar ni me lo planteo porque no tengo ahorros. Lo que sí pienso a veces es en irme de Málaga; buscar una ciudad que no esté desbocada, qué se yo, como León».
Exclusión residencial Nadiya. 38 años. Trabajadora de la limpieza
«Soy de Marruecos. Hace casi nueve años, tuve un accidente grave estando embarazada y se me adelantó el parto. Mi hijo nació con sólo seis meses de embarazo en el hospital de Melilla y nos trasladaron en helicóptero al Materno de Málaga. Él estuvo ingresado cuatro meses y mientras tanto me dieron una vivienda en la Fundación Ronald McDonald. Cuando le dieron el alta tuve que dejar la casa y no tenía dónde ir, pero no podía volver a Marruecos porque mi bebé allí no iba a ser atendido como necesitaba. Acudí a la Puerta Única [el recurso de atención inmediata a personas sin hogar del Ayuntamiento] y me mandaron al albergue municipal.
Yo estaba fatal, no comía, no dormía... Estando allí conocí a Julio [el presidente de la ONG Arrabal-AID], que me buscó un hueco en una vivienda de acogida. Yo no tenía papeles, ni trabajo y pasé cinco años muy duros. Buscaba trabajo todos los días, pero nadie me hacía un contrato de un año, que era lo que yo necesitaba para los papeles. Al final, me contrataron en una empresa de limpieza de oficinas que pertenece a Arrabal.
Llevo dos años trabajando allí y cobro unos 1.200 euros, pero sigo sin poder salir de la vivienda de acogida porque nadie quiere alquilarme un piso. Tienes que tener 2.000 euros de ingresos, un avalista y, además, si tienes niños no te quieren alquilar. Estoy desesperada porque hasta que no consiga una vivienda no podré traerme a mis dos hijas mayores de Marruecos, que es mi gran objetivo. Tienen 12 y 15 años y viven con una familiar. Las echo mucho de menos».
Trabaja en Málaga y vive en Cártama Fran Puerto. 38 años. Manager de gestión de equipos
«Yo vivía en Málaga capital de alquiler y cuando decidimos dar el paso de comprar una vivienda, tuvimos que hacerlo en Cártama porque por el precio que podíamos pagar lo único que encontrábamos en Málaga eran pisos pequeños y sin reformar. Lo peor de vivir aquí es el transporte al trabajo: tengo que ir en coche cada día al PTA porque no hay opciones viables de transporte público. Para vivir en Málaga capital, a no ser que recibas un piso por herencia, hoy día ¿quién tiene un salario para sustentar una hipoteca de 400.000 euros?».
Expatriados sin poder volver Álvaro. 35 años. Ingeniero
«Soy ingeniero y trabajo en Inglaterra. Cuando me planteo volver a Málaga, el tema de la vivienda es el gran obstáculo. Incluso con lo que llevo ahorrado, sumado al sueldo que podría tener al volver, no podría permitirme un piso de 300.000 euros por mi cuenta. Así que me veo atascado. Ya sé que estoy en una posición privilegiada. Mis amigos que trabajan en el centro de Málaga tienen que alquilar por arriba del monte en Rincón porque no pueden permitirse comprar, y tengo un compañero que acabó yéndose a Fuerteventura.
Cuando mis padres compraron su piso hace 35 años, costaba tres salarios anuales de mi madre (y lo compraron en pareja). Ahora ese mismo piso se valora en 18 salarios anuales míos… Aquí en Inglaterra vivo solo en un piso en el centro de la ciudad y pago 750 libras. Después de ocho años, mi casero me ofreció comprarlo. Estuve a punto de aceptar, pero hice cuentas y aquí, por cómo funciona el mercado, sale más rentable alquilar que comprar».
Familias de prestado Kerena Ramos. Auxiliar de enfermería. 23 años
«Somos una pareja con un niño pequeño que llevamos viviendo dos años y medio en una habitación en casa de mis suegros, a pesar de que ambos trabajamos. Los dos tenemos nóminas de 1.100 euros y para alquilar un piso de dos habitaciones por 850 euros, que ahora mismo sería un precio 'razonable', nos exigen tener nóminas de, como mínimo 2.500 euros, además de cuatro meses de adelanto: dos meses de fianza, un mes para la inmobiliaria y el mes corriente. Así es imposible acceder a una vivienda; y eso que estamos buscando por toda la provincia. Estamos ya desesperados porque esta situación pasa factura, pero me temo que tendremos que seguir así hasta que ahorremos lo suficiente para poder comprar un piso».
Mudarse a otra provincia Vanessa Arroyo. Creadora de contenidos. 23 años
«Somos una pareja con dos hijos y un perro. Tuvimos que dejar la casa donde vivíamos y después de meses y meses desesperados buscando vivienda de alquiler por Málaga, tuvimos que desistir y al final nos hemos mudado a Granada, donde hemos encontrado un piso de dos habitaciones por 550 euros al mes. El mercado está fatal en Málaga: si se ofertaba una casa nueva en Idealista, al momento había 20 familias detrás. Precios desorbitados, exigían avales, nivel mínimo de ingresos... Y en varias casas nos dijeron que no porque no querían familias con niños. Yo no quería irme de mi ciudad y no ha sido fácil, pero no hemos tenido más remedio y ahora estamos a gusto aquí. Pero no todo el mundo puede hacerlo: tanto mi pareja como yo trabajamos desde casa, pero eso no es lo habitual».
Viviendas convertidas en alojamientos Elisa Solo de Zaldívar
«He vivido durante 22 años en la misma vivienda de alquiler: un ático en una cuarta planta sin ascensor de 50 metros cuadrados en la calle Victoria por el que empecé pagando 120 euros al mes y acabé en 650. La reforma la pagué yo. Hace casi un año tuve que irme de allí porque la empresa propietaria del edificio quería poner todas las viviendas de alquiler de corta temporada.
Me dieron siete meses para encontrar piso, haciéndome un favor. Cuando me puse a buscar me quedé horrorizada: no encuentras nada por debajo de 1.000 euros. Organizan 'castings' con cincuenta personas haciendo cola para visitar el piso; luego te piden un aval y varios meses de adelanto; y todo para contratos que alomejor son de un año... Yo quería seguir viviendo en el Centro, pero ya todo es vivienda vacacional. Afortunadamente, antes de que llegara la fecha tope para irme a un familiar se le quedó libre un piso y me lo alquiló».
Con fecha de salida B. V. S. 26 años.
«Somos una pareja con dos bebés y tenemos fecha de salida de nuestro piso: el próximo mes de octubre nos tenemos que ir porque no nos renuevan el contrato. El propietario nos ha dicho que lo necesita para un familiar. Sólo hemos estado un año. Veníamos de otra casa de la que también nos tuvimos que ir porque nos querían subir 300 euros el alquiler. Llevamos meses buscando piso, pero no encontramos nada.
Ahora pagamos 700 euros al mes y los anuncios son de 850 euros para arriba. Además, en muchas agencias nos dicen claramente que no alquilan pisos a familias con niños; no me lo han dicho una sino varias veces ya. Y hay anuncios que pone que sólo alquilan a estudiantes o profesores... Por ahora, estamos buscando en Málaga capital porque es donde trabajamos, pero no hay manera. Empezamos a pensar que es mejor intentar comprar, pero no sé si nos saldrán las cuentas con lo caros que están los pisos. ¿Que qué pasará si no encontramos nada de aquí a octubre? Pues no lo sé, pero con dos niños no me pienso quedar en la calle».
Cártama como refugio asequible Inma Pineda. Funcionaria
«Yo aprobé una oposición de la Junta de Andalucía y me tocó en Málaga capital. Tenía que incorporarme pero no podía porque ¡no encontraba casa! Era inviable encontrar una vivienda para mí sola, aun siendo funcionaria. No hay opciones asequibles para una persona sola, además yo tengo un perro y eso es un gran inconveniente a la hora de alquilar piso. Así que me puse a buscar algún pueblo que tuviera buenas conexiones porque como trabajo en el Centro, no podía plantearme venir en coche. Me decanté por Cártama por el Cercanías. Tengo que ir en tren siempre corriendo por los horarios y aquí no es que sea barato el alquiler, pero es más razonable y puedo vivir con mi mascota».
Ahogados por el alquiler Pedro Moreno. 53 años. Repartidor
«Gano unos 1.500 euros al mes y convivo con mi pareja, que aporta también a la casa, con su sueldo de 1.000 euros al mes. Pero no nos da para una vivienda en Alhaurín de la Torre, donde nos gustaría vivir, ya que yo soy de allí. La media de los alquileres está en 850 euros y lo que te enseñan, muchas veces, son zulos, con mobiliario antiquísimo, sin condiciones dignas. Otro problema es el de las comisiones de las inmobiliarias, te piden el mes corriente y otros dos de anticipo. El que alquila no puede ser que le pague los honorarios al intermediario, en todo caso, será el dueño.
Yo empecé pagando 400 euros al mes, durante siete años, hasta que el dueño me dijo que necesitaba vender. De ahí, todavía en Alhaurín de la Torre, pasé a otro piso, esta vez a 600 euros. Todavía podía asumirlo, aunque la cosa comenzaba a complicarse. De nuevo, tuve que salir, hará un año, más o menos, por las mismas razones. Decidimos trasladarnos a Estación de Cártama, pero no estamos cómodos, no tenemos intimidad, tenemos que compartir la vivienda. Comprar ni me lo planteo a no ser que fuera una VPO, pero de eso ya no hacen. Llevo ya muchísimo tiempo que no salgo, que no sé lo que son unas vacaciones. Mi calidad de vida se ha deteriorado, a pesar de que trabajo. El problema de la vivienda es una sangría, que afecta a muchas personas, de todas las edades».
Cristina Velasco. 33 años. Arquitecta
«Cuando decidí irme a vivir con mi pareja comenzamos pagando 500 euros al mes en Churriana, y ahora ya son 800 y por un estudio, en Alhaurín de la Torre. En Torremolinos, donde tenemos el trabajo, no hay nada con dos habitaciones por menos de 1.200 y, en ocasiones, son sitios horribles. Ahora que ha cambiado mi situación laboral hemos decidido meternos en algo propio, conscientes de que será una hipoteca de 30 ó 40 años, pero es que no hay otra salida. La vivienda turística complica muchísimo la posibilidad de tener un hogar a la población en general. Nosotros hemos estado viviendo en la casa de mi madre y también en la de una abuela mía. Es un panorama muy complicado para la gente de nuestra edad; piensa que hay muchas personas que no llegan ni siquiera a los 1.500 euros al mes entre los trabajadores de mi generación».
Alquileres inasumibles Vanesa Durán, 43 años.
«Tengo 43 años, estoy casada y tengo dos hijos. Tanto mi marido como yo trabajamos y entre los dos ingresamos unos 2.500 euros al mes. En 2017 alquilamos un piso de cuatro dormitorios en el centro de Arroyo de la Miel, en Benalmádena, por 575 euros mensuales. Este mes de agosto tendremos que dejarlo porque la casera se viene a vivir a él. Cuando nos lo dijo, hace unos meses, nos pusimos a buscar otro piso y en la misma zona, por dos dormitorios nos pedían entre 1.200 y 1.400 euros mensuales. También hemos encontrado algo a 900 euros al mes pero no se les puede llamar pisos: son boquetes sin luz. No podemos asumir ese gasto.
Pagando lo que hemos pagado hasta ahora de alquiler simplemente llegamos a fin de mes. Pagar más supondría que nuestros hijos no vayan a actividades extraescolares o que coman peor. Tampoco podemos adquirir una vivienda porque necesitamos una entrada aproximada de 40.000 euros que no tenemos. Así que hemos tomado la decisión de irnos a vivir con mi madre, que vive sola, y tratar de ahorrar al máximo durante unos años para poder acceder a la compra de un piso».
Retornada a España Tere Camarena. 41 años. Bióloga marina
«Hace tres años mi pareja, mi hijo y yo nos volvimos de Finlandia, donde estuvimos viviendo un tiempo mientras hacía la tesis y trabajaba como bióloga marina. Allí hicimos unos ahorros, pero no los suficientes para la entrada de un piso, aunque pensábamos que una vezen Málaga podríamos seguir ahorrando, pero ha sido imposible. La realidad es que el banco te da solo el 80% de la hipoteca y necesitamos conseguir al menos 40.000 euros.
Cuando llegamos un amigo nos alquiló en el centro de Arroyo de la Miel un piso de dos dormitorios a 700 euros. Era un precio módico porque en aquel momento se alquilaban a 900 euros. Ahora esos mismos pisos están ya a 1.300. La comparativa con Finlandia es devastadora. Allí hay un parque de viviendas en alquiler social inmenso. Nosotros pagábamos 900 euros por dos dormitorios, pero mi sueldo era de 4.000 euros. Aquí en España los sueldos son la mitad, yo ahora cobro 2.000 euros, pero la vivienda es más cara que allí. En enero de 2025 se nos cumple el actual contrato de alquiler y trataremos de negociar con el casero. Mientras seguiremos intentando ahorrar para poder comprarnos una vivienda».
En esta información han colaborado Lorena Cádiz, José Rodríguez Cámara y Alba Tenza.
Formato Alba Martín Campos
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