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El pasado 14 de marzo, la redacción de SUR adoptó el teletrabajo de un día para otro. Así se vivió la pandemia desde dentroMatías Stuber
Miércoles, 30 de diciembre 2020
La redactora jefa de Cultura tiene unos cuadros muy llamativos, el compañero que cubre los temas de política una amplia estantería llena de libros, el ... subdirector dispone de un gran salón con vistas a un cuidado jardín y los niños de los compañeros son realmente encantadores. Todos. Nunca la redacción de SUR ha estado tan cerca de sí misma como en los meses de estricto confinamiento para contener el avance del coronavirus. Todas las mañanas, a mediodía y por la noche nos veíamos en nuestras cocinas, salas de estar, dormitorios o despachos improvisados.
Jamás estuvimos tan alejados físicamente porque, como le pasó a millones de profesionales en todo el mundo, pasamos a observar la vida de los otros a través de una pantalla o una videoconferencia.
El pasado 14 de marzo, día en el que se decretó el primer estado de alarma, la redacción de SUR comenzó a adoptar el modelo de teletrabajo en su práctica totalidad. Aunque un centenar de escritorios quedaran de repente vacíos en el número 48 de la avenida del Doctor Marañón, ampliamos el alcance. Las visitas a nuestra página web se dispararon y el periódico siguió llegando puntual a su cita diaria con los quioscos.
No trabajamos en hospitales ni en centros de salud. No gestionamos supermercados ni somos policías o bomberos. Tampoco producimos mercancías al uso. A todos los que contribuyeron a sostener a nuestra sociedad en estos momentos difíciles, y lo siguen haciendo, les debemos el mayor de los respetos.
Pero también la información y una evaluación fundamentada de la misma son esenciales para que una comunidad pueda florecer y no sucumba en los momentos más oscuros de su historia. Nunca antes, el ciudadano ha demandado tanta información y ha requerido dosis tan elevadas de actualidad. Y nuestra misión es la de proveer de la mejor manera. ¿Fue posible en unas circunstancias tan adversas, como las vividas por todos? ¿Cómo? A continuación, un viaje atrás en el tiempo, a aquellos meses en los que el manual de cómo hacer un periódico se reescribía a diario.
Vuelve a ser marzo y abril. También, el mes de mayo: una de las principales preocupaciones iniciales que teníamos no se ha producido y la técnica funciona. La exigente mudanza de todos los compañeros a sus casas ha resultado mejor de lo esperado. El trabajo en nuestro sistema de redacción (Millenium) fluye gracias a la labor incansable del departamento de informática. Ya sabemos con certeza que disponemos de una infraestructura en red a prueba de pandemias.
El verdadero flujo de trabajo en la redacción se divide en células. Estas se mantienen con la diferencia de que el paseo por el pasillo hasta llegar a la mesa del redactor se ha sustituido por una llamada de teléfono. Las nuevas tecnologías y el Whatsapp evitan que el aislamiento acabe en un caos. Los responsables de la edición digital también se encuentran en un permanente contacto con los redactores. La disponibilidad de todos no ha aminorado. En todo caso, al revés. Tampoco se ha perdido la cultura del debate y la sana discordia sobre algunos enfoques.
Las reuniones para decidir los temas y confeccionar la portada ya no se celebran en la sala de juntas. Ahora se hacen en 'streaming', a través de aplicaciones como Zoom o Meet. A la redacción solo acude un número muy reducido de personas. El llamado «retén» está encabezado por el jefe de Edición.
Nuestra mayor preocupación ahora ya no es tanto la situación en sí. Más bien, cómo informar sobre ella: la expansión de un virus no es algo previsible. Hemos visto como la valoración de los científicos o del propio Gobierno puede cambiar en poco tiempo. A veces, lo que vale por la mañana, horas más tarde ya ha caducado. Para los lectores que consumen la información al minuto, incluso, puede resultar desconcertante. Es el abono soñado para populistas y supuestos expertos. Tratamos de corregir y advertir de cualquier bulo que empieza a circular.
Nunca se han difundido tantos como durante esta crisis sanitaria. La importancia de nuestro trabajo queda reforzada. También, por ello, seguimos huyendo del 'click' fácil, nos ordenamos recato y cautela hasta que una información está contrastada al cien por cien. Los vídeos y supuestas informaciones circulan estos días a la velocidad de la luz por los grupos de Whatsapp y redes sociales. A pesar de la urgencia, todo lo que sale publicado en SUR está blindado por fuentes fiables.
Pasan los días. Queda claro, entonces, que la organización de una redacción se puede trasladar al mundo virtual. Al menos, de forma temporal. Los reportajes y las investigaciones, no. Pero los periodistas son considerados trabajadores esenciales y pueden moverse con libertad. Los redactores y fotógrafos de SUR se desplazan a diario por las calles de Málaga. Llevan al lector lo que no puede ver por estar confinado en casa. Las consultas y las entrevistas telefónicas con autoridades son ahora más fáciles de gestionar. Las agendas han quedado desiertas y se nota. Sí ha sufrido mucho esa parte de nuestro trabajo que se basa en la interacción física con otra persona. El cara a cara es una herramienta fundamental en la obtención de la información. Sobre todo, si se trata de asuntos sensibles.
El apoyo de nuestros suscriptores sigue siendo la columna vertebral de esta redacción. Hacer un periodismo de calidad y con rigor cuesta dinero. Por ello no hemos renunciado en ningún momento a las condiciones de SUR on+. A todos los que se han sumado por el camino: gracias, es un orgullo sentirse respaldado. Cumpliendo con la función de servicio público, todas las informaciones y anuncios relacionadas con el coronavirus permanecen en abierto.
Un buen periodismo no necesita necesariamente de un lugar físico en el que se concentra todo. Siempre que la ausencia del mismo sea algo temporal. Pero hay intangibles, como en el deporte, que solo los aporta una redacción. Hacer periodismo también es una conversación en los pasillos. Muchas ideas surgen durante una charla al lado de la máquina de café. Esta inteligencia colectiva se pierde. Por ello, cuesta imaginar que el teletrabajo sustituya la presencia física en las redacciones para siempre. Como cuesta imaginar que sea así en muchas otras empresas en Málaga y en el resto del mundo.
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