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ANTONIO JIMÉNEZ FUENTES
Domingo, 13 de abril 2025, 02:00
El Domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa. En el Evangelio de Lucas proclamamos a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. Jesús es aclamado por la gente como Rey, aquel que trae la paz y la salvación. Todo el relato nos lleva a un ambiente de fiesta, de esperanzas cumplidas y de celebración alegre de la vida. Y nosotros vamos a acompañar a Jesús con nuestros ramos de olivo y nuestras palmas, compartiendo la alegría y la fiesta en este día de Ramos.
Jesús ya había anunciado a sus discípulos que Jerusalén sería el lugar donde el Hijo del Hombre iba a ser apresado y ejecutado, aunque estos no llegaron a comprender ni a aceptar que eso fuese posible. Aquella entrada en la ciudad, llena de alabanzas y gritos de alegría, parecía desmentir aquellos avisos trágicos de Jesús, pero la trama estaba ya cerrándose sobre Jesús. Días después de los ramos y de los cánticos, aquella misma multitud pediría para Él la pena de muerte.
Nosotros hoy aclamamos a Jesús como el Señor, el Rey de la Historia, pero sabemos que su señorío pasa por la cruz. Que el Reinado de Dios supone asumir también hoy el dolor y la cruz de todos, nuestras cruces y las cruces de tantos hombres y mujeres que sufren la exclusión, la violencia y la pobreza. Nuestros ramos de olivo alaban al Señor de la Vida y nos comprometen en la realización del Reino de Dios en la vida de cada día, en la historia que juntos estamos construyendo.
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