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Paula Gil es la presidenta de Médicos Sin Fronteras, una asociación conocida por operar en zonas de conflicto. Gil está por Málaga para participar en unas jornadas de trabajo. Antes, atiende a SUR para una entrevista que aborda la situación caótica en la que se ... encuentra Gaza, donde Médicos Sin Fronteras tiene a 300 sanitarios sobre el terreno, jugándose la vida todos los días.
–¿Cómo obtiene informaciones de lo que está pasando en Gaza y cuál es la imagen que nos puede trasladar?
–Lo que recibo es la información que nos trasladan nuestros compañeros que están en la franja de Gaza. Y lo que nos cuentan es horrible. En un hospital grande, el Al-Shifa, hay miles de personas refugiadas porque consideran que el hospital es un sitio algo más seguro. No podemos decir seguro porque ya hemos visto la cantidad de ataques a estructuras médicas que se han producido. Se está trabajando en condiciones muy difíciles. No hay materiales, no hay desinfectante para las heridas. Nuestros cirujanos nos dicen que ya no se puede aguantar el olor que hay a herida infectada. Es que ya no hay ni betadine. Muchas de las intervenciones quirúrgicas se están haciendo sin anestesia. El único hospital de Gaza en el que se trataba a enfermos de cáncer está cerrado porque fue atacado. Estamos ante una catástrofe humanitaria total.
–¿Los hospitales también sirven de refugio para terroristas de Hamás?
–Médicos Sin Fronteras está trabajando en los hospitales de Gaza desde hace muchísimos años. Nosotros lo que vemos en esos hospitales son pacientes, son mujeres, son niños, son ancianos y son enfermos. Hace dos días mataron a un compañero nuestro, técnico de laboratorio. Tenía mujer y dos hijos. Vemos a personas como tú y yo.
–¿En qué queda una atención médica en este contexto?
–Hablamos de operar sin anestesia. Esta situación conduce a que se está infligiendo un castigo a toda la población. Es algo absolutamente desproporcionado y tiene que parar ya. Los sanitarios no pueden hacer su trabajo porque no tiene materiales. El stock de emergencia lo hemos agotado y ahora estamos esperando a que nos dejen entrar con más gente y con más material.
–¿Cuántas personas de Médicos Sin Fronteras están sobre el terreno en estos momentos?
–Tenemos a unos 300 profesionales. Ahora mismo, todos son palestinos. Tenemos a varios equipos preparados en la frontera con Egipto y estamos pidiendo autorización para entrar. Pero necesitamos que nos garanticen un mínimo de seguridad.
–¿Cómo definiría la respuesta sanitaria que reciben las personas en Gaza?
–Es difícil encontrar una palabra. Diría que es absolutamente indigna. Va contra cualquier principio de la ética médica el tratar a las personas en estas condiciones. Repito, no hay agua para limpiar el hospital ni hay desinfectantes.
–Los equipos de Médicos Sin Fronteras siempre operan en zonas de conflicto. ¿Qué lleva a una persona a poner en riesgo su vida para atender a otras personas?
–Nosotros nos basamos en una serie de principios. El primero es el de la humanidad. Nosotros canalizamos la solidaridad de miles de personas que nos ayudan y la transformamos en ayuda médica a pie de paciente. Es una vocación, un impulso. Las personas que trabajan para Médicos Sin Fronteras son personas que han decidido no mirar para otro lado. –Todos los focos están puestos en el conflicto entre Israel y Palestina.
¿Qué otros lugares del mundo son un polvorín?
–Estamos trabajando en muchos lugares. Nuestro mayor foco está puesto en trabajar con víctimas de conflictos armados, además de responder a epidemias o catástrofes naturales. Trabajamos en Yemen, estamos en Sudán, en Niger… Estamos en Siria, que parece que ya no existe, pero la guerra continúa. Ucrania también que ha pasado a un segundo plano.
–¿En qué continente hay más presencia de Médicos Sin Fronteras?
–En África, sin duda. Aunque estamos en todos los continentes.
–Los conflictos caen sobre nosotros como la lluvia. ¿La sociedad empieza a ser inmune al dolor ajeno?
–En particular, la sociedad española es muy solidaria. No creo que la gente sea inmune al dolor. En España tenemos a medio millón de personas que nos apoyan. Eso sí, los medios de comunicación juegan un papel muy importante. No porque no aparezca en la prensa significa que un conflicto se ha acabado.
–¿Qué poder tienen las imágenes? ¿Un conflicto solo existe si hay instantáneas que lo ilustran?
–El poder de la imagen es muy importante porque ilustra la realidad. Y se pueden denunciar muchas cosas a través de las imágenes. Una imagen poderosa tiene un impacto brutal. Nosotros trabajamos mucho para traer hasta aquí la realidad. El ofrecer testimonio también es parte de nuestra tarea. Y eso no siempre es mostrar imágenes crudas sino mostrar, además, la resiliencia de las personas.
–¿Cómo se digiere la confrontación permanente con el dolor ajeno?
–El estar sometido a situaciones duras nos sirve como motor para continuar. Nos da fuerzas. De todas maneras, tenemos un servicio de salud psicosocial para nuestros trabajadores.
–¿No le provoca frustración cuando ve que a nivel político no se hace lo suficiente para mitigar ese dolor?
–Más que frustración, nos produce rabia y rechazo. Los políticos son los que pueden tomar las decisiones para cambiar las cosas y muchas veces deciden continuar por la misma senda.
–¿Qué experiencia le ha impactado más a lo largo de estos años?
–Quizá, la más reciente, en Sudán. Fuimos a visitar todos los proyectos que tenemos en Darfur. A los pocos días de estar ahí, estalló el actual conflicto. Millones de personas desplazadas, miles de muertos… La mayoría de los proyectos que teníamos en marcha se han tenido que parar. Estábamos levantando un hospital materno-infantil. Pues ese hospital fue quemado entero.
–¿Un conflicto nos interesa menos si se desarrolla lejos de nosotros?
–Hay una simpatía hacia quien está más cerca. Y se trata de manera diferente a una persona que está huyendo de Ucrania que a una persona que lo está haciendo de Sudán.
–¿Médicos sin Fronteras mantiene una neutralidad política?
–Nuestro posicionamiento siempre va a ir en favor de las personas que están en vulnerabilidad.
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