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En las más de dos décadas que han pasado desde que consiguió plaza en la Agencia Tributaria, Marisol Ferreira ha tenido tiempo de pasar por ... casi todos los departamentos del órgano estatal y por distintas responsabilidades, incluida la de delegada de la AEAT en Ceuta. Allí permaneció seis años y allí nacieron sus dos mellizos para pasar de una familia de tres miembros a una numerosa antes de regresar definitivamente en Málaga tras haber hecho escala también por Barcelona, Madrid, Algeciras y Sevilla.
«Al principio éramos pocas mujeres, pero nuestra presencia ha aumentado muchísimo, y también en puestos de responsabilidad», comenta esta licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Málaga que, tras pasar varios años trabajando para una naviera, decidió enderezar su rumbo laboral y opositar, primero como técnico de Hacienda y en 2000 para acceder al Cuerpo Superior de Inspectores de Hacienda del Estado.
Hay más féminas en todos los departamentos, pero cada vez más también en los despachos. «Ahora mismo, la delega especial de Andalucía es una mujer (Pilar Fernández) y también hay mujeres ocupando puestos directivos. Los hombres siguen siendo mayoría en las jefaturas regionales, pero esa diferencia se va difuminando», resalta Marisol, quien cuestionada sobre el techo de cristal asegura que, al menos en la AEAT, «no se da».
«Entre compañeras hablamos sobre por qué no somos más en los puestos de poder pese a que en la Administración hay una igualdad absoluta a la hora de optar a un puesto de concurso. En el sector público, igual somos nosotras las que nos ponemos los obstáculos. Claro que nos gusta trabajar y escalar profesionalmente, pero si un puesto directivo supone más reuniones, más viajes y menos familia, es comprensible que haya mujeres que consideren que no es su momento. Creo que es la propia naturaleza de la mujer, que prefiere estar más tiempo con la familia», considera esta malagueña encargada de coordinar un equipo de técnicos y agentes tributarios en el departamento de Inspección de la AEAT en Málaga. «Tenemos una relación fantástica», presume.
Lo que no lleva tan bien es la imagen que la ciudadanía tiene del trabajo que realizan para combatir el fraude fiscal. «Se lleva mal, pero igual es culpa nuestra porque no hacemos ver a la gente que nuestra labor es un servicio público». En un intento de pedagogía, explica que «si un negocio no paga impuestos va a tener más beneficios que otro que sí los paga, así que supone una competencia desleal. Además, los tributos están concebidos para que todos demos un poco de lo que tenemos en función de nuestra capacidad económica para financiar servicios públicos como la sanidad o la educación», remarca.
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