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¿Para qué voy a separar la basura en casa si luego se mezcla todo en la planta de reciclaje? Este es uno de los mitos más asentados –y, a la vez, más alejados de la realidad– que echan para atrás a los ciudadanos ... a la hora tomar verdadera conciencia de lo que supone la reutilización de las materias primas que consumimos. Aprovechar el cartón de seis briks de leche da para hacer una caja de zapatos y alargar la vida útil de 22 botellas de plástico permite fabricar una camiseta. Un ahorro en energía y recursos que también beneficia al medio ambiente. Para hacerse una idea, el reciclaje de seis latas de refresco evita la emisión a la atmósfera del dióxido de carbono que sale de un tubo de escape durante diez minutos.
Como dicen los expertos en ciencias ambientales, el mejor residuo es el que no se genera. Así que el verdadero objetivo en la guerra contra los plásticos está en reducir su uso en origen ya que, por mucha concienciación ciudadana que pueda haber y por mucho que se haya avanzado en este camino de las tres 'R' (reducir, reciclar y reutilizar), lo cierto es que no todo el material que llega a las plantas de tratamiento acaba recuperándose. Un ejemplo representativo son las bandejas de poliestireno en las que los supermercados envasan la carne, que al estar llenas de sangre difícilmente pueden recuperarse.
La batalla contra el sobreenvasado va para largo pero, volviendo a la pregunta inicial, aunque es inevitable que en el contenedor amarillo se cuelen algunas impurezas porque todavía son demasiados los errores que se cometen al depositar los residuos en cada recipiente, lo cierto es que en Málaga se recupera el 80% de los 10 kilos anuales de envases que cada malagueño deposita en los 1.576 contenedores que hay repartidos por la ciudad. Una cifra que se queda corta respecto a la media provincial (15,9 kilos) y a años luz de localidades costeras como Fuengirola (29,8), pero que contrasta con la alta calidad de los materiales que salen de la planta de clasificación de Limasa. No en vano, es una de las más modernas del país y tras un proceso de selección automático y un cribado manual consigue separar para su reutilización hasta siete tipos distintos de envases: metal, aluminio, brik, bolsas de film, PET (botellas en general), PEAD (recipientes de detergentes o suavizantes) y plástico mezcla (resto de plásticos como los utilizados para bandejas de fruta, carne o yogures o las bolsas de patatas). ¿Cómo es este procedimiento? SUR se adentra en las instalaciones para conocerlo.
Cada día llegan a esta planta ubicada en el Centro Ambiental de Los Ruíces, junto al vertedero, entre 30 y 35 toneladas de envases. Con una capacidad para tratar hasta tres toneladas de residuos a la hora, la mayor parte de la cadena de clasificación está automatizada, por lo que el equipo humano en cada turno lo componen únicamente ocho trabajadores. Por regla general, la maquinaria está operativa 16 horas al día de lunes a viernes, aunque en picos de mayor actividad como verano o navidades se añade un turno de noche. Además, las instalaciones se alimentan energéticamente con la electricidad generada a través del biogás captado en el vertedero.
Nada más llegar a las instalaciones, lo primero que impresiona es la denominada playa de descarga, una explanada con una montaña de plásticos que supera los cuatro metros de altura. Y alcanza más a medida que van llegando los camiones de recogida. Una excavadora es la encargada de coger los envases y vaciarlos en una especie de cuba desde donde empieza ya el triaje.
Todo el proceso es automático, menos el control de calidad que realizan en el tramo final cuatro operarios para salvar posibles errores. «El 10% se puede escapar, por eso es fundamental la inspección manual», explica el director técnico del Centro Ambiental, Javier Pazos, que hace de guía durante este recorrido por las entrañas del reciclaje de la mano de Ecoembes, que es la organización medioambiental que gestiona en España la recuperación de envases domésticos.
La primera fase es la de pretratamiento, que es dónde empiezan a separarse los materiales. En ese punto hay un sistema de abrebolsas que permite vaciar el contenido en la cinta. Primero se separan por tamaños mediante un tromel de clasificación y luego se distinguen entre los rodantes y los planos mediante un separador balístico. A partir de ahí, cada uno continúa su itinerario por las distintas pistas para dar comienzo a la segunda etapa, que es la de selección.
Allí se dividen en tres fracciones: metales, aluminio y plásticos. Aunque pueda parecer complejo, lo que se aplica es la lógica. Los metales (latas) son apartados de la cadena con un imán y redirigidos a una máquina para su prensado. ¿El resultado? Doscientas latas reducidas al tamaño de un 'pack' de 24 refrescos que se venden en los supermercados. Por su parte, el aluminio se quita de la circulación con la ayuda de un separador por corriente electromagnética de Foucault.
Mientras tanto, los plásticos siguen su camino. Las cintas conducen los residuos hacia un aspirador automático de film (bolsas de plástico) y el resto de envases son sometidos a un sistema de selección óptico que mediante sensores infrarrojos mide en milisegundos la densidad de cada envase para así disgregarlos según el tipo de plástico: brik, botellas en general (PET), detergentes o suavizantes (PEAD) y el resto de envases como los yogures, las bandejas de fruta (plástico mezcla).
El tercer eslabón lo conforma el control de calidad. En el 'búnker', como así lo denominan, un equipo formado por cuatro empleados de Limasa (uno por cada tipo de plástico) revisa de forma manual el contenido que aún continúa en las cintas para detectar posibles 'intrusos' en la selección automática (el margen de error es del 10%). Los envases que se han escapado son devueltos a la cabecera del proceso, y vuelta a empezar. El resto son los denominados impropios; es decir, aquellos que no deberían haberse depositado en el contenedor amarillo como 'tuppers', el papel plastificado usado en carnicerías o juguetes.
La cuarta y última fase es la de acopio y prensado para enviarlo en balas a los diferentes recicladores que han sido asignados por Ecoembes en distintos puntos de país. Largas distancias en camión, pero el camino más corto para que los envases de plástico, metal, aluminio y brik vuelvan a tener uso en el mercado cerrando el círculo de las tres 'R'.
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