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Hace ya siete años que parte del mobiliario urbano de Rincón de la Victoria amaneció pintado de dorado. Algunos lo consideraron un acto de vandalismo. Otros defendieron aquellas intervenciones como una manifestación artística. Su autor, un vecino anónimo de veinte años, trataba de reivindicar el ... valor de elementos urbanos que a menudo pasan desapercibidos pese a tener una función básica, como papeleras, bancos y fuentes. Hasta el alcalde, Francisco Salado, reconoció que el color había «gustado» en el pueblo: «De entrada no vamos a sancionarlo. No nos parece mal cómo está quedando, pero las cosas no se pueden hacer de esta manera, sin permiso».
La aventura de este joven aspirante a Bansky acabó en abril de 2015, cuando fue detenido. La Policía Nacional lanzó un mensaje para sus casi cuatro millones de seguidores en Twitter: «Si quieres pintar algo en la vida, hazlo con tu cara, en tu casa, pinta la mona... ¡Pero respeta lo de otros y lo de todos!». La Audiencia Provincial confirmó en diciembre la sentencia del Juzgado de lo Penal número 4 de Málaga, que lo condena a pagar cerca de ocho mil euros. Ahora, siete años después, ya con veintiséis, este artista urbano sigue sin querer mostrar su cara ni que se publique su nombre: «No quiero más represalias, aunque los vecinos siempre me han apoyado».
Trabaja como repartidor de comida a domicilio para un restaurante asiático mientras decide «qué hacer con mi vida». Y se encuentra de todo: «Me hace gracia porque el noventa por ciento de la gente está en pijama y así te abre la puerta. Los fines de semana no doy abasto, pero al menos me saco un sueldecillo. Por lo general son amables, aunque también he tenido malas experiencias. La verdad es que da para hacer un tratado de sociología». Pero de momento sigue con la pintura. Ni la multa ha conseguido ahogar su vocación: «Sigo creyendo en mi proyecto».
Sin cabida en los circuitos culturales oficiales, financiados por las administraciones, este joven ha encontrado cobijo en La Casa Invisible, una iniciativa, como la suya, cosida en los márgenes y ahora bajo amenaza de desalojo: «Si me dieran la opción de elegir exponer en el CAC o en La Invisible escogería La Invisible. Si expusiera en el CAC estaría el Ayuntamiento por medio. Ya no habría transgresión, me habría plegado al mercado». Con ellos prevé trabajar en los próximos meses para organizar una exposición, aunque aún no hay nada programado.
En este camino áspero también ha encontrado la mano siempre tendida de Tecla Lumbreras, vicerrectora de Cultura de la Universidad de Málaga (UMA) y alma del Contenedor Cultural: «Me parece demencial que, en una ciudad que ha apostado por la cultura, llamada ciudad de los museos, se detenga a un grafitero y se le ponga esa multa cuando lo que hace es poner en valor los objetos que nadie ve y fijar la atención de los paseantes». Lumbreras lamenta que los artistas locales «lo tengan tan difícil», sin apenas oportunidades: «Hay muchos museos, pero pocos espacios para los creadores locales que están vivos. No tienen salida. Por eso surgen proyectos de cultura autogestionada».
«Lo que hice», defiende este artista, «es poner el foco en los bancos, las papeleras y las fuentes porque cada vez hay menos y cumplen una función imprescindible». Se enfrenta al pago de la multa con su empleo precario y la ayuda de sus padres: «Sin ellos habría sido imposible pagar a los abogados y todo eso. Pero somos una familia normal. Mi padre es informático y mi madre, profesora para adultos. Al principio se preocuparon y me preguntaron dónde me había metido, pero piensan que es una injusticia». Sólo tiene una hermana, más pequeña, que estudia Derecho. Y el chascarrillo surge solo: «Igual hace falta que me defienda en unos añitos».
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