Una noche de San Juan en viernes anima a los malagueños a llenar las playas y la hostelería

El ritual que acompaña a la celebración, la metáfora del fuego, además, permite soñar con dejar todo lo malo atrás y emprender el estío con ilusiones renovadas: la vida recomienza no sólo el 1 de enero, también lo hace en el paso del 23 al 24 de junio.

La noche más corta del año permite también enlazar el atardecer con el amanecer sin demasiado esfuerzo. Además, un San Juan que cae en viernes anima a Málaga a echarse a la calle, a la playa, al mar, y a poblar los chiringuitos que acarician el litoral de la Costa del Sol. Poco a poco, a partir de las ocho de la tarde, se fue llenando el litoral de gente de todas las edades y procedencias.

Una familia de colombianos con 24 años ya a sus espaldas aquí en la ciudad se hacía fuerte desde primera hora de la tarde en un rincón de la playa de la Misericordia. Y antes de las ocho, antes de que diera tregua el sol, ya estaban preparando una cena compuesta por productos y platos de su tierra: un ejemplo de mezcla y convivencia cultural. Con tal volumen de provisiones, se planteaban estar al borde del mar hasta que el cuerpo y la tripa aguantaran. Alguna vez, confiesan, les ha amanecido y les ha echado el servicio de limpieza municipal ya entrada la mañana del día siguiente. Tenían preparada la lista de lo malo, las malas energías que iban a quemar, para dar entrada a todo lo bueno, sobre todo a la salud y al empleo. Teniendo esas dos cosas, decía Alexi, todo lo demás tiene que venir rodado.

No sólo familias, también amigos se dieron cita para celebrar la noche de San Juan en las playas de Málaga. Por ejemplo, los que forman parte del grupo Terrazas: personas separadas, viudas, solas... y todas, como bromeaba Lina, buenas y guapas, al calor de la música, la buena comida y la tertulia. Nada menos que un grupo de cuarenta, reunido en círculo, como una pequeña plaza de toros, con la arena de la playa como albero y casi con los pies en el agua.

Pero las celebraciones, además de sobre la arena, también tenían lugar en los chiringuitos, que se prometían una facturación potente, e incomparable con años en los que la noche de San Juan no cae en viernes. «Lo malo es cuando San Juan cae un día de entre semana», afirmaba Lucas Jurado, de Casa Lucas. Florencio Aranda, del Chiringuito Los Compadres, confesaba que todas las mesas las tenía reservadas desde el pasado miércoles. También aseguraba que este año el ticket por cliente está siendo superior al del año pasado. Y revelaba que la mayor parte del aforo una noche como ésta es malagueño, aunque también se deja caer algún turista extranjero.

Pedro Gutiérrez, del Chiringuito Gutiérrez, coincidía en que el restaurante estaba lleno, todo reservado desde hace entre cuatro días y una semana, pero discrepaba en el volumen del ticket por persona: ha caído respecto a hace un año –tras la pandemia lo que se pedía de la carta era más y de mayor precio que ahora que la inflación se ha disparado, pero no los sueldos, dice–. En relación con esto, Aurora, de La Campana, aseguraba que la gente en realidad está gastando más, pero porque todo está más caro. En ese chiringuito también tenían todo reservado, en su caso, desde este lunes. Y un cliente comentaba que para ese establecimiento daba igual que San Juan cayera en fin de semana o en un día de diario: siempre está lleno.

Al pie del 'júa' municipal, a la espera de su quema, se encontraba un grupo multicultural, con personas ya residentes en Málaga, pero recién llegadas de Canadá, Francia, Argentina... Se han conocido por Facebook y han construido una comunidad bonita de autoayuda para combatir el desamparo que siempre hace compañía al desarraigo: «Que uno se pone malo, ya hay alguien ofreciéndose a llevarle una sopa», asegura Graciela, argentina, pero hasta hace muy poco residente en Estados Unidos. A las doce de la noche se meterían en el agua a mojarse los pies, como han aprendido que dice la tradición. Lo mismo que Juanma y Leyton, dos amigos, la avanzadilla, de los 16 que se juntarían más tarde bajo la jaima que estaban montando, como todos los años. O el grupo de amigos de 17 y 18 años del IES Belén que capitaneaba Natalia Gómez: «Nos mojaremos los pies y pediremos un deseo, aunque alguno ya ha dicho qué pedirá y no se le cumplirá». Lo malo es que estos jóvenes sí tenían toque de queda: «A la una de la mañana, ya me estará buscando mi padre», decía uno de ellos.

A algún otro no le iría a buscar su padre, pero sí que el sábado tenía que ir a trabajar y no podía demorarse mucho entre la arena. Tras el chapuzón reglamentario, a la una o las dos de la mañana, como mucho, habría que ir tirando para casa. Ésa era la situación de David, que estaba acompañado de su familia y amigos. Una persona de ese grupo le trató de consolar un poco: «Total, a las cinco de la mañana, el personal de la limpieza empieza a echar a la gente».

Los actos organizados por el Ayuntamiento darían comienzo a las diez y media de la noche en la Glorieta Primero de Mayo, a la altura de las letras 'Misericordia', con el baile a cargo de la orquesta Ritmo Andaluz y a las doce de la noche el protagonista sería el 'júa', diseñado en esta ocasión por el técnico de Fiestas, Fernando Wilson, y condenado al fuego para propiciar la renovación. Este año, hacía alusión a los resultados del equipo de fútbol de Málaga: quemándolo con el fuego el objetivo es poner fin a la mala racha que le ha llevado al descenso y que vuelvan los éxitos deportivos. A todo ello se unió el espectáculo piromusical con un «renaceré como el Ave Fénix», de Raphael, mientras ardía el 'júa'. La fiesta se prolongaría hasta la una de la madrugada.

Ya por la mañana, a partir de las cinco y media, la empresa de limpieza Limasam pondría en marcha un dispositivo con 218 operarios y 68 vehículos, lo que supone un refuerzo de 150 y de 53 efectivos, respectivamente.

Además, para garantizar la seguridad de las miles de personas que se congregaron, se diseñó un dispositivo especial formado por 300 agentes de la Policía Local.