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La Noche en Blanco sacó a la calle a los malagueños, que desbordaron la Plaza de la Marina, la Plaza de la Constitución o la calle Larios. Ahí estuvieron los platos fuertes de la programación:el concierto de la orquesta sinfónica Larios Pop del Soho ... con éxitos ochenteros y de siempre que todo el mundo coreaba y bailaba y que precedería a la actuación de la mítica banda de rock La Guardia en La Marina que arrancó con su 'Mil calles llevan hacia ti';el espectáculo a cargo de la orquesta sinfónica de Málaga con un repertorio de bandas sonoras de series que, en palabras de Fernando Arrona, de Uruguay, uno más entre el público congregado en la Constitución, suponía «un viaje en el tiempo, a la infancia, un recuerdo de la edad que ya acumulamos», aunque incorporó contemporáneos como 'Juego de Tronos';y el homenaje al colorido, poético y melancólico atardecer malagueño en la calle Larios. Otro punto que generó gran expectación fue el Centro Cultural Fundación Unicaja, donde se acaba de inaugurar la exposición de la colección Abelló, con verdaderas joyas que sería una delicia ver en jornada nocturna.
Pero es que había mucho más. Más de 150 propuestas en total. Por eso, a su vez, los ciudadanos de Málaga se sentían un poco abrumados –así lo declaró una madre, Ángela, agobiada en el Pompidou por regalarles la noche ideal a sus vástagos aprovechando la agenda malagueña–, pero también agradecidos, por la enorme oferta cultural diseñada para la noche.
Una noche que comenzaba de día, con la celebración de la jornada de los museos, y que iba transformando la ciudad por la tarde, con todos los preparativos para luego llenarse de espectáculos de luz y de música, pero primero dándole un tono misterioso, surrealista y mágico al sábado, como si fuera un cuadro de René Magritte, autor que inspiraba este año el cartel anunciador del evento.
Antes de la Noche en Blanco, el Día de los Museos ya había hecho de las suyas y a media tarde había multiplicado por cinco el número de visitantes que normalmente recibe un sábado el Revello de Toro. Eso reveló a SURMaría Subires, su recepcionista. En el Thyssen, antes de las cinco de la tarde ya se habían despachado tantas entradas –en este caso gratuitas– como en un sábado entero normal y después habría más colas para asistir a los conciertos y espectáculos que se celebrarían en sus patios. Al Palacio de la Aduana por la mañana se habían acercado muchísimos grupos, de esos, confesaba María José Linares, encargada de seguridad, que no suelen ir en días de pago. Después, a última hora de la tarde, se agolparía a sus puertas más público en sendas colas, una para ver la colección, otra, para el concierto de música y el espectáculo de magia que se celebraría en el patio, como hacían María Muñoz y sus tres amigas, que esperarían hora y media antes de disfrutar del espectáculo. Luego planeaban irse a dar una vuelta, aunque sin destino claro.
Ésa era, precisamente, una tónica bastante dominante en la noche:dejarse llevar, improvisar. Juan Carlos, acompañado de su pareja, declaró eso a SUR:sólo tenían una cosa concertada, la visita guiada al Cervantes, después pasearían y se acercarían a lo más atractivo.
Mientras tanto, Maribel Fernández y sus amigos, que acababan de visitar el Teatro Romano, después escuchaban góspel en la Plaza de la Merced rodeados de personas pintando grafittis. ¿Por qué? Simplemente, eran las opciones de la noche más cercanas a sus hogares.
También había algún que otro plan prediseñado. Sobre todo, los de las familias. Así, la compuesta por Lidia y Antonio y sus dos hijos, pasaba por una visita primero al Picasso, aprovechando que era gratis y que uno de sus vástagos tenía que hacer un trabajo sobre el genio malagueño, para luego escaparse al Soho, a la 'nochecita en blanco', el programa especial para los niños. Otras familias escogieron los talleres del Pompidou para comenzar a disfrutar del ocio nocturno: Nacho Cisneros, Rocío García y sus hijos de 7 y 8 años, darían una vuelta por ese centro de arte para luego ir a Tomás Heredia. Como ellos, la media docena de familias con su docena de niños que estaban pasando la tarde. En esa 'Nochecita en Blanco' había de todo para los niños, como el cuentacuentos que disfrutaba Valeria para celebrar su sexto cumpleaños, mientras su hermano Héctor, ya de doce años, esperaba su turno para que lo llevaran o a la Alcazaba o al Cementerio Inglés. Sus padres, Conchi Barba y Pablo Moreno, afirman: «Tenemos que preparar planes para los dos». Victoria Pascual, por su parte, tenía a su hijo de tres años escuchando atentamente en otro puestecillo de la calle Tomás Heredia lecciones sobre reciclaje, el uso de contenedores y también enseñanzas sobre cómo plantar las semillas de diferentes frutas, legumbres y hortalizas. Y otros niños disfrutaban concentrados y en silencio de la fabricación de sus propios llaveros de arcilla: «Después de un par de días de secado, podrán pintarlos en sus casas», comentaba la monitora.
Pero cabían otros planes familiares además. Por ejemplo, un grupo de amigos con sus hijos del que Ignacio Vilaseca ejerce de portavoz ha optado por las visitas gratuitas a la Alcazaba al atardecer. Y otra familia formada por Rosi Fernández, su marido y sus tres hijos que acudían a la Noche en Blanco por primera vez porque antes vivían en un pueblo de Málaga y no en la capital, irían al Mupam para ver un espectáculo de danza. Al lado, en la Coracha, tendría lugar un gran espectáculo de luz que quizás también disfrutaran. Aunque desde ahí también se podía dar un salto hasta el Club Mediterráneo para ver allí una exhibición de natación sincronizada, quizás por primera vez en su vida, o al Muelle 1, con agenda propia.
«'Donde va el mar van las arenas'; escribe eso, por favor. Y pon mi nombre, me llamo Juan Cuéllar. Y la fecha. Hoy es 18 de mayo». «¿Por qué esa frase?», pregunta ella. «Porque es la verdad». Podrían ser unos misteriosos personajes de René Magritte, cuya obra presta su imagen a los carteles de esta Noche en Blanco que enlazaba mágicamente -la magia es también su hilo conductor- este sábado con el domingo. La escena que protagonizan Juan Cuéllar y la temblorosa mano que le hace el favor de escribir sus palabras en un libro de los cientos formados por unos pocos folios y que en conjunto crean un cubo en plena Alameda Principal también podría ser una escena surrealista, llena de simbolismo, del pintor belga. Aún faltaba tiempo para que comenzaran las actividades de la Noche en Blanco, pero esa instalación del colectivo artístico 'Luzinterruptus', «La vida continúa entre hojas blancas», que luego cobraría vida luminosa ya formaba parte desde la tarde del paisaje urbano y se había ido llenando de frases como la de Cuéllar: «Que sea corta la lista de espera de los hospitales, que la llamen pronto», «por un mundo lleno de paz y amor», «paz para Palestina», «bella Málaga, gente simpática».
No sólo la escena del hombre sin rumbo y la chica de mano temblorosa. En general la ciudad en la tarde de este sábado tenía un tono misterioso. Estaba como en construcción. O en transformación. En la Plaza de La Marina se prepara un escenario. En la calle Larios hay un plató y columnas de luces. La Plaza de la Constitución está repleta de sillas. En el Museo Revello de Toro hay una mujer nerviosa preparando lo que vendría por la noche: la obra 'Soledad Infinita' cobraría vida para absorber a los espectadores del lienzo. Otra vez Magritte.
Esta noche la gente canta y también baila. Hasta el alcalde, Francisco de la Torre, a quien se le iban los pies. Hizo acto de presencia a las ocho de la tarde en calle Larios. Desde ahí, la orquesta del Centro de Arte y Música Moderna de Málaga le acompañó hasta la Plaza de la Marina. Fue entonces cuando el primer edil amagó unos pasos de baile. A continuación empezaron los primeros compases del 'Bienvenidos' de Miguel Ríos, y entonces ya sí que todo fue imparable, sobre todo con La Guardia y los coros del 'Cuando brille el sol', que se oyeron en el Mediterráneo. El programa oficial acababa a la una, pero seguro que habría quien enlazara el atardecer en Larios con el amanecer en... quién sabe.
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