Eugenio Luque atiende en el despacho del decano de la Facultad de Económicas. Ñito Salas

Decano en funciones de la Facultad de Económicas

Eugenio Luque: «El nivel de los alumnos no ha bajado, eso es una frase de abuelo»

Respalda a los jóvenes, pide una solución al problema «insostenible» de la vivienda y admite que le hubiera gustado seguir como decano

Jueves, 2 de enero 2025, 00:18

El Ejido. El barrio, donde aparcar es una pesadilla, está presidido por la Facultad de Económicas. El cielo es una cortina gris y llueve con intensidad. Los pocos jóvenes que andan por la calle se precipitan para protegerse en el interior de este gran edificio ... de ladrillo visto. Aparece Eugenio Luque (Málaga, 1960), que se presta a recoger al periodista y al fotógrafo en la entrada. Los últimos días han sido intensos y emotivos.

Publicidad

  

Permanecer 20 años como decano es una epopeya académica. Afrontar la retirada, más si no es buscada, no resulta fácil. «Ahora estoy en funciones, lo que sea que signifique eso», dice. No hace falta ser psicólogo para darse cuenta que no es amigo de las situaciones indefinidas. Luque, hombros anchos, americana negra, jersey de cuello vuelto, gira las llaves que abren un amplio despacho. Enseguida, proporciona acomodo en una de las sillas que rodean a una gran mesa circular e interpela si todo está bien. A partir de ahora, durante 60 minutos, las preguntas las formula otro.

–El momento de la retirada ha llegado. ¿Cómo se siente la vida ahora?

–No sé cómo voy a vivir ahora. Tendré que adaptarme. Un poco en broma digo que me hará falta un periodo de rehabilitación. No estoy preocupado, pero sí que tengo cierta incertidumbre.

–No sería la primera persona que, después de dejar un cargo importante, cae en un agujero.

–Tampoco lo sé. Creo que lo voy a llevar bien. Voy a seguir con mis clases y tendré que aclimatarme a una intensidad menor. Yo siempre me he implicado muchísimo. Eso lo voy a echar de menos.

Publicidad

–¿Ha firmado ya un acuerdo con una editorial para escribir unas memorias?

–No, no creo que sea tan importante como para eso. Sí que tengo documentados muchos recuerdos.

–Con la mano en el corazón, ¿le hubiera gustado seguir?

–La verdad es que sí. A mí el cargo no me ha pesado. He hecho cosas, me lo han reconocido y he estado muy a gusto.

–Al final, tiene que marcharse por un cambio de ley que impide a los decanos renovar mandatos. ¿Le duele eso?

Publicidad

–Yo tengo una opinión muy clara sobre eso. No debe haber límites para renovar. Si te eligen tus compañeros, los alumnos y el personal que trabaja aquí, ¿por qué me tengo que ir? Y si no creemos en la elección de los que eligen, igual lo que hay que quitar son las elecciones. Yo lo de irme por obligación no lo entiendo.

–¿Qué imágenes le vienen a la cabeza cuando piensa en su infancia?

–El fútbol. De niño jugando al fútbol, en mi barrio, en Huelin. En los campos de tierra al lado de la Tabacalera. Mi auténtica vocación era ser futbolista.

Publicidad

–¿A qué se dedicaban sus padres?

–Mi padre era ebanista. Me hubiera gustado heredar su habilidad. Era un muy buen carpintero. Luego trabajó en la fábrica de tabaco. Mi madre estaba en una oficina hasta que tuvo los hijos y ya se dedicó a la familia.

–¿Cuántos hermanos tiene?

–Yo ahora soy hijo único. Tenía un hermano, pero se mató en un accidente de moto con 15 años.

–¿El sueño de ser futbolista se cambió por el de economista?

–No conozco a nadie con vocación de economista. Recuerdo que en mi generación eran muy pocos los que conocían que esa profesión existía. Aún ni estaba la facultad. Yo hice un bachillerato de Ciencias Sociales en Martiricos. Hubiera estudiado Derecho, probablemente. Pero tenías que ir a Granada y yo no me quería ir fuera de Málaga.

Publicidad

–¿Cómo hay que imaginarse al Eugenio Luque estudiante? ¿Qué ropa vestía?

–Para mí, fue la mejor época de mi vida. Sobre todo, por la ilusión con la que la viví. Quería una vespa pero mi padre se negó. Normal, se había matado tres años antes mi hermano. Eso sí, conseguí un vespino. La vestimenta la recuerdo muy bien. Pantalón vaquero y camisa blanca. Cuando hacía más frío, la típica chamarreta Graham Hill. A mí me encantaba el edificio de la facultad, pero justo cuando yo empiezo se queda en ruinas y lo cierran. Yo estudié en los barracones. Aquello fue como un shock. Aunque luego esos cinco años en los barracones fueron maravillosos.

–¿Lo llevaba con responsabilidad?

–Sí… Yo me lo pasaba muy bien pero tenía claro que suspender era un fracaso.

–¿Era un rebelde o más bien un adaptado?

–Mira, en aquella época, había mucho movimiento y muchos compañeros estaban muy implicados políticamente. Yo nunca llegué a implicarme en política. Pero como estudiante de aquella época claro que viví cosas. El 4D o el 23F. La muerte de Caparrós fue una cosa tremenda. En general, siempre había una predisposición a rebelarnos contra lo que no nos gustaba.

Noticia Patrocinada

–En esos años de carrera, ¿qué visionaba usted a nivel profesional?

–Yo no quería que se acabaran los estudios. Tenía claro que tenía que concluir en cinco años pero no quería que se acabaran. Tenía el horizonte de la mili y eso me daba dos años para pensar. No quería un trabajo que condicionara mi vida. En aquella época, era frecuente preparar oposiciones de Hacienda. Empecé a prepararlas. En medio, surgió la oportunidad de una plaza aquí. Opté, gané la plaza y ya está. Pero nunca tuve un objetivo claro. Y así ha sido durante toda mi vida.

–¿Qué palabra del léxico económico se le ocurre para describir aquella Málaga de entonces?

–Diría que potencial económico. Málaga tenía un potencial que ya lo había demostrado en el siglo XIX y en el XX, pero lo había perdido.

Publicidad

–¿Y para la Málaga de ahora?

–Un crecimiento económico inimaginable hace 40 años.

–En 2004, se convierte por primera vez en decano de Económicas. ¿Puede revivir el momento?

–Estaba de secretario con la anterior decana. Tengo que reconocer que la responsabilidad me abrumaba, me podía. Hubiera seguido toda mi vida de secretario. Fueron meses muy complicados para mí. Me cargué de responsabilidad y malviví. Tenía mucho estrés.

–¿Da la impresión que la exigencia propia se la marca usted muy alta?

–Soy muy exigente conmigo mismo. Me torturo mucho con las cosas que no van bien. Es un defecto que tengo. Puede que el 99% esté bien, pero yo me fijo en lo que no está bien. Eso te impide disfrutar.

Publicidad

–¿Duerme tranquilo?

–Ahora, sí. Pero ha habido momentos en los que no he dormido bien. En mi cabecero siempre hay un bloc de notas en el que he apuntado cosas.

–¿Qué se lleva de todo este tiempo?

–Me llevo el afecto de los compañeros. Luego, que no he tenido ni un problema en la facultad. Me llevo todo lo que se ha hecho. Y, sobre todo, me llevo que haya salido ahora como decana alguien que ha estado conmigo. Eso es un reconocimiento a nuestro trabajo.

–Las personas somos muy diferentes. ¿Cómo ha llevado eso?

–Tengo una gran virtud, que es elegir equipo. Siempre he acertado. La gente de mi equipo es mejor que yo, pero no eligen mejor que yo. Mira, el trabajo en equipo es fundamental. Tengo mi dosis de inseguridad y me gustaba reafirmarme. Por eso lo he consultado todo. Aunque hay cosas que he tenido muy claras.

Publicidad

Eugenio Luque en un primer plano y de fondo un retrato de él realizado por Idigoras. Ñito Salas

–¿La universidad ha cambiado mucho o, cuando se reduce a la materia que se enseña, todo sigue más o menos igual?

–La universidad ha cambiado un montón. En la forma, en el fondo, en la infraestructura, en el personal que hay y en el ambiente. Muchos cambios han sido para bien, otros no tanto. El estudiante es muy diferente. Antes había una selección.

Publicidad

–¿Eso implica que el nivel de los alumnos ha bajado?

–No, el nivel no ha bajado. Eso es una frase de abuelo. Los jóvenes de ahora van como tiros. Si no, entre otras cosas, no se justificaría el desarrollo y crecimiento que hemos experimentado en los últimos años.

–¿Qué le diría a un joven que no sabe quién es Adam Smith?

–Los jóvenes ya no tienen el problema de saber o no saber. Ahora, lo buscan en Google. Es verdad que una formación en históricos de la economía sería bueno tenerla. Cuando yo estudié, había una asignatura que era Historia del Pensamiento Económico. Ahora solo es una optativa. En esas cosas hemos perdido.

–«Es la economía, estúpido», dice una frase que valió unas elecciones a presidente de Estados Unidos. ¿De verdad es tan importante y tan determinante?

–Es que es fundamental. Todo es importante pero la economía es el hilo conductor. Está en la política, en la cultura, en la sociedad… en todo. Si la economía va mal, todo va mal.

–¿Pero la economía de quién? 'The Economist' acaba de destacar a España por su crecimiento económico, pero los españoles se pueden permitir cada vez menos.

–Es que no creo eso tampoco. De verdad, pienso que ahora estamos mejor que hace algunos años. Mira, hay mensajes que nos contagian a todos y acabamos reproduciendo. Pero no estamos peor que antes. También es verdad que vivimos en una parte del mundo en la que se vive especialmente bien.

Publicidad

–Por algunos pisos de dos habitaciones en Nueva Málaga se piden 300.000 euros. ¿Es hora de cambiar la economía?

–Lo que hace falta son políticas para corregir el disparate de la vivienda. Eso hay que controlarlo. Y ese control solo lo puede poner la política. La situación con la vivienda es sangrante y faltan políticas que palíen eso. El alquiler es otro problema tremendo. Los alumnos lo sufren. Aunque yo confío en que se va a corregir esto por parte de las administraciones. A nivel local, regional y estatal. Si no, esto va a ser insostenible.

–¿El Estado tiene que intervenir en el mercado?

–Sí, claro. Si no, eso es la ley de la selva. El mercado no se regula solo. Habría muchos perjudicados por abajo. La economía del bienestar no es posible sin la intervención del Estado.

–Por esta facultad han pasado algunos rostros que luego han sido bastante mediáticos, ¿verdad?

–Muchos de ellos ahora son alumnos de honor. Antonio Vázquez, que fue presidente de Iberia. Fernando Ocaña, presidente de FCB/Tapsa. Hemos tenido a Magdalena Álvarez, Carolina España, Alberto Garzón o Arturo Bernal. Hemos tenido a los presidentes de Unicaja y de la Fundación Unicaja. Al CEO de Dekra, Fernando Hardasmal... Esta facultad es un buen trampolín.

–¿En qué espectro ideológico enmarcaría Económicas?

–En esta facultad no hay ideologías, hay personas con ideologías. Si lo comparamos con hace 40 años, que era una facultad de izquierdas, ahora no hay ideologías. En ninguna elección a rector o decano hay presencia de partidos políticos.

Publicidad

–¿Usted se atreve a posicionarse políticamente o le resulta incómodo?

–No sé qué decirte… Yo tengo una ideología progresista. Siempre he sido progresista. Pero reconozco los valores que tienen otras ideologías. No soy fundamentalista para una cosa ni detractor para otra.

–¿De qué partido le han llamado más veces?

–De ninguno.

–Ahora que tendrá más tiempo, ¿se ve en la política?

–No. Me parece que el político está muy poco reconocido y eso que hace una labor fundamental. Tiene que existir. Mucha gente que se mete en la política luego sale muy mal. A mí, eso no me merece la pena.

–Hablemos de la situación económica de la UMA. ¿Cómo la calificaría usted?

–De muy grave. Ahora, se ha atenuado con el préstamo que ha dado la Junta para paliar las deudas de obras e infraestructuras que tenemos. La universidad ya no podía sola. Hay que saber que el 80% o el 90% del presupuesto se va en salarios.

–Si no llega el crédito de la Junta, ¿la UMA estaría en quiebra?

–Si no llega, la Junta tendría que haber intervenido directamente a la universidad. Esto nunca iba a dejar de funcionar. El riesgo que existía era el de la intervención por parte de la Junta.

Publicidad

–¿Cómo se ha podido llegar hasta aquí? ¿La supervisión ha fallado?

–Muy fácil. Se ha gastado más de lo que se tenía. Pensando en que eso no iba a tener consecuencias. ¿Por qué se ha hecho? Ahí somos responsables todos. Hay un consejo de la universidad, que es donde se aprueban estas cosas. Y ahí estamos más de 50 personas. Algunos con más información que otros, pero todos tenemos que cargar con esa culpa. Creo que se han hecho cosas que no se tenían que haber hecho.

–Pero eso que dice es durísimo, ¿no?

–Bueno, había un dinero, un remanente, aunque luego no se hizo bien. Pero el dinero no se lo ha llevado nadie, está invertido, se han hecho edificios, aunque probablemente se tenían que haber demorado.

–¿El anterior rector puede tener la conciencia tranquila?

–Es que el anterior rector no es el único responsable. Insisto, hay un consejo de gobierno y hay un consejo social. La universidad no es solo el rector.

–El nuevo, Teodomiro López, ya estaba en el equipo de José Ángel Narváez. ¿No le convierte eso también en culpable de la actual situación?

–Podemos pensar que en un equipo amplio como la universidad uno está al tanto de todo. Pero, a veces, pasa que uno está tan metido en su parcela que no es consciente de lo que ocurre.

Publicidad

–Ahora vienen recortes. ¿Cree que son necesarios? ¿Van a afectar a la calidad docente?

–Creo que son necesarios, sí. Además, la universidad da para hacer recortes. De hecho, en el foro de decanos hablamos esas cosas con el rector. Hacen falta reformas de calado. La estructura de la universidad tiene que cambiar en todos los sentidos. En cuanto a la calidad docente, yo puedo hablar por mi facultad. Aquí, no van a afectar. Tenemos los medios suficientes.

–De las personalidades que han pasado por Económicas, ¿quién le ha impresionado más?

–A mí me impresionó mucho José Luis Sampedro. La humanidad, el talante, su abrumadora claridad en el pensamiento. A todo el mundo le llamó la atención. Protagonizó una de las mejores conferencias que hemos tenido.

–Algún profesor que da clase aquí le ha calificado como el Martin Scorsese de los decanos. ¿Coincide?

–No (risas). Mira, yo lo que he procurado siempre es atender a todo el mundo bien. Siempre he tenido muy claro para lo que estamos aquí, que es para los alumnos. Que salgan bien formados de aquí, que tengan unas perspectivas laborales buenas y que tengan un buen recuerdo de la facultad.

–¿Cómo es estar siempre en contacto con jóvenes?

–Es una bendición. Te mantiene joven a ti también. Rodearte de jóvenes es una virtud. Para mí, es el mejor trabajo del mundo.

–¿Le gustaría pedir perdón por algún error cometido?

Publicidad

–Conscientemente, no he querido crear malestar en nadie. Si lo he hecho en alguien, pido perdón por ello, claro.

–¿Qué viene ahora?

–Es que no lo sé. Te lo comenté un poco al principio. Estudié por un impulso, trabajé por un impulso, llegué al decanato por un impulso… Pues esperaré a que me llegue otro impulso. Mientras tanto, sigo con mi rutina. Los lunes juego el fútbol, los miércoles al pádel y los domingos un poco de bicicleta.

–¿Alguna vez se ha pillado pensando en la muerte?

–Pues sí, la verdad es que sí.

–¿Le da miedo?

–No me preocupa en absoluto. Todos mis seres queridos han muerto ya. Están mis hijos y mi pareja, claro… Pero mira, yo vivía con mi padre, mi madre, mi tía, mi abuelo y mi hermano. Éramos seis y no vive ninguno, ¿no? De las cosas que más me hubieran gustado es que mis padres hubieran vivido estos momentos de los que estamos hablando. Piénsalo. A ellos se les muere un hijo, yo era el único que les quedaba. Ellos tenían devoción conmigo, era una cosa tremenda. Y yo eso lo echo mucho en falta.

–Así, como última, ¿una lectura para enamorarse de la economía?

–Pues recomendaría 'Lecciones de Estructura Económica' de José Luis Sampedro.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad