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Paco y Salvador se reencuentran en el bar que regenta Lidia en Jubrique. Ñito Salas
«El milagro llegó en forma de lluvia»

«El milagro llegó en forma de lluvia»

Incendio en Sierra Bermeja ·

Los vecinos de los pueblos afectados regresaron ayer a sus hogares con una sensación agridulce tras pasar horas de mucha tensión

Miércoles, 15 de septiembre 2021, 01:13

Hacía unas horas que los quinientos vecinos de Jubrique estaban autorizados a regresar a sus casas, pero a las ocho de la mañana de este martes las calles de esta pequeña localidad de la Serranía de Ronda estaban prácticamente vacías. La falta de luz natural se mezclaba con las nubes cargadas de lluvia, el humo y las cenizas del incendio, hasta confundir a todo aquel que pretendiera interpretar lo que estaba ocurriendo en los cerros que rodean al reducido agrupamiento de casas blancas.

Lidia regenta el Mesón La Pozuela, un pequeño bar-restaurante del pueblo. A esa hora acaba de abrir después de haber llegado de casa de unos familiares con los que ha pasado los dos últimos días. Las puertas abiertas del local ejercen de imán para los vecinos que van llegando. Salvador, Paco, Álvaro... todos se conocen porque han nacido en Jubrique o llevan toda la vida viviendo allí. A medida que van entrando se saludan con una sonrisa, la misma que uno tiene cuando se despierta de una pesadilla y reconoce el mundo real como un alivio. Piden sus cafés y repiten sin cesar la misma frase: «El milagro ha venido en forma de lluvia».

Vídeo. Alegría tras quedar el fuego controlado.

La tragedia del incendio sigue presente entre los vecinos del pueblo, pero no pueden esconder la felicidad que supone verse las caras de nuevo en un lugar que en más de un momento pensaron que no volverían a ver nunca más, al menos en la forma en que lo conocían. Insisten –todos ellos– en que la lluvia ha sido «la clave», pero que sin el trabajo de los servicios de extinción tampoco hubiera servido de nada. Precisamente por ello, sostienen una y otra vez que la preocupación era mayor que el miedo. «Nos avisaron con tiempo, así que el temor a que nos pasara algo era mínimo. El problema era perderlo todo», admite Paco, que ilustra con un ejemplo por qué fue tan importante la evacuación. «Mi madre tiene 85 años, y cuando nos dijeron que nos teníamos que marchar por el riesgo del humo, ella tardó más de quince minutos en recorrer apenas cincuenta metros. Hicieron bien en avisarnos con tiempo, porque si todo hubiera cambiado con una ráfaga de viento, ella no lo hubiera podido contar».

El alcalde de Genalguacil, Miguel Ángel Herrera, abraza a un vecino. Ñito Salas

Paco y su familia han pasado estos días en el municipio cercano de Algatocín, pero no todos los vecinos cumplieron a rajatabla las indicaciones de evacuar el pueblo. Apoyado en la barra y mientras sorbe su café (no tiene pinta de ser el primero del día), Salvador Andrade admite sin complejos que él se quedó en su casa y en su finca para proteger a los animales: «Son mi vida, no los podía dejar morir», dice con firmeza.

Unos minutos más tarde, es el mismo Salvador el que realiza un recorrido por las zonas más cercanas a su casa, situada en la zona norte de Jubrique, en un paraje conocido como la 'Porrona'. Allí la situación no tiene nada que ver con las calles del pueblo. El verde y marrón de los castaños se corta de manera repentina para dar paso a un color negro azabache, solo cortado por las columnas de humo de los rescoldos que aún se mantienen (y se mantendrán durante varios días).

«Esto es lo más cerca que el fuego estuvo del pueblo», explica Salvador. Y tan cerca. Tras girar una curva aparece un pequeño terraplén completamente quemado, y al fondo (unos 300 metros) las primeras casitas de Jubrique. «No sé qué hubiera ocurrido si no llueve. Esta zona se quemó ayer, y menos mal que algunos como yo nos quedamos y nos dedicamos a hacer cortafuegos para que no se extendiera demasiado», sostiene este vecino de la Serranía, que en su caso no tiene que lamentar ninguna pérdida material.

Pero no todo el mundo ha corrido la misma suerte. Subido en el coche, Salvador regresa al pueblo a través de un sendero por el que suben –en la otra dirección– vecinos que no saben qué ha ocurrido con sus fincas. En una curva, se ve obligado a dar la mala noticia a dos conocidas. «Creo que lo vuestro se ha quemado», les dice. Ellas le observan con un aire de desesperanza que poco a poco se torna en tristeza. «Nos lo imaginábamos, perdonad que no nos quedemos», afirman antes de acelerar su vehículo para dirigirse a unos terrenos que les costará reconocer.

Vídeo. Iván Gelibter cuenta la situación desde el terreno.

A media mañana las nubes han desaparecido prácticamente, pero también lo han hecho las enormes columnas de humo. Tras varios días entre la oscuridad y las llamas, finalmente se divisa buena parte de la Sierra desde la calle principal de Jubrique. Es justo en ese momento cuando llega el microbús procedente de Setenil de las Bodegas, la localidad gaditana en la que habían pasado las últimas horas buena parte de las personas evacuadas del municipio serrano.

Bien tratados

Piedad tiene cara de cansada, pero se baja del autobús usando la última reserva de energía que le queda. Esa es su manera de demostrar la felicidad de estar de nuevo en casa. «Todo fue muy rápido, así que cogí las medicinas y el carnet y nos fuimos a Algatocín. De ahí a Ronda y luego a Setenil, y tengo que decir que nos han tratado de maravilla», admite esta vecina de Jubrique. «Ha sido una pesadilla, pero dentro de lo que cabe nos han atendido muy bien, desde nuestro Ayuntamiento hasta el de Setenil».

Francisco baja del autobús junto a Piedad, y antes de irse para el bar o para casa, se apoya en la barandilla del mirador de Sierra Morena. Va con la mascarilla puesta, pero sus ojos denotan que a pesar de haber cumplido ya los 75 años, está emocionado como si llegase a su pueblo por primera vez. «No me llevé nada, fue todo muy rápido, a la bulla. He pasado miedo, pero sobre todo preocupación. Y eso que nos han tratado de maravilla», afirma, igual que su vecina.

Apenas unos kilómetros más allá de Jubrique, la situación se repite de forma casi idéntica. De hecho, en Genalguacil acaban de enterarse hace unas pocas horas que pueden regresar a sus casas, y la lenta pero incesante procesión de vecinos es una realidad desde el mediodía.

Antonio carga con un bidón de agua, pero se para unos instantes a relatar una experiencia que no olvidará. «Y eso que en el 95 tuvimos un incendio gordo, pero nada que ver con esto», matiza para evitar confusiones. «Esto ha sido tremendo».

Mientras este vecino y su sobrina se pierden entre las calles de Genalguacil, una voz surge de los altavoces del pueblo. La misma que hace unas horas les informó de su evacuación, y que ahora sigue alertando. «Se recomienda no beber agua del grifo. Consuman de las botellas». Antonio se gira y eleva la voz. «Esto aún no ha acabado».

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