La creciente proliferación de medusas en el Mediterráneo, relacionada con el cambio climático, no sólo molesta a los bañistas en las playas durante el verano. Es que también está dejando a los malagueños sin espetos y sin el tradicional pescaíto frito. Un estudio conjunto del ... Instituto de Oceanografía (IEO) en sus sedes de Málaga, Vigo y Murcia; así como del CSIC y Ecopath de Barcelona, en colaboración con la Universidad Autónoma de Chile, demuestra que los ciclos de abundancia de las aguamalas se traducen en una reducción de las pesquerías de boquerones y de sardinas. El documento se ha publicado recientemente en una revista científica de referencia internacional.
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José Carlos Báez, científico del IEO con sede en Fuengirola (hasta su próximo traslado al Puerto de la capital) es el autor principal de esta investigación, que ha permitido arrojar luz sobre la disminución de las capturas de estas especies, de vital importancia para la economía local. La forma en que afecta es diferente en el caso del boquerón y de la sardina. Sobre el primero, «hemos visto que las medusas van alterando su abundancia por ciclos en función de los componentes ambientales, y cuando son adultas se comen parte de las puestas del boquerón», explica el investigador.
Los boquerones hacen sus puestas en cañones submarinos cerca de las costas, donde las medusas también proliferan, y se alimentan de los alevines. Por tanto, «el reclutamiento de las pesquerías cae cuando hay mucha abundancia de medusas». En este punto, aclara que las condiciones ambientales favorecen tanto la proliferación de medusas como de boquerones, aunque estos últimos se ven mermados por el citado depredador.
Los investigadores también observaron que en esos mismos años en que hay abundancia de aguamalas caen también las pesquerías de sardinas. ¿Por qué? «Las medusas comen zooplancton, igual que el pescado, y por tanto compiten por el alimento», aclara.
Este aspecto preocupa incluso a la UE, puesto que la sardina es cada vez más escasa en el Mediterráneo y, además, tiene una peor condición física. «Están más raquíticas, tienen menos grasa y eso repercute en su sabor... las sardinas ya no saben como antes», advierte José Carlos Báez. Todavía nadie en la comunidad científica ha sabido explicar exactamente a qué se debe este fenómeno: «Hay miles de hipótesis, algunos lo achacan a la contaminación por microplásticos, pero la competencia con las medusas y otros organismos gelatinosos, que cada vez son más abundantes y que compiten por el alimento, puede ser una explicación».
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Por tanto, se ha demostrado que las aguacuajadas afectan a las capturas de estas especies de referencia en una doble vía: por la depredación de las larvas de boquerón en los mismos espacios de cría; y por la superpoblación de adultos que compiten por el alimento con las sardinas. «El enigma que la UE quiere que se investigue es la pérdida de condición física de las sardinas, y lo más lógico es pensar que les falta alimento, que se lo quitan otras especies».
Precisamente, la publicación de esta investigación coincide con la invasión de medusas que se produjo a finales del año pasado en diversos puntos de la costa mediterránea española, incluida Málaga, aunque con especial incidencia en Murcia. El temporal de levante arrastró a miles de ejemplares de la especie 'Pelagia noctiluca', una de las más comunes en estas aguas, aunque el fenómeno ha pasado desapercibido para la mayoría de ciudadanos por haber ocurrido fuera de la temporada de verano.
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