Son las diez de la mañana y en el mostrador de atención público del centro de salud de Colmenar sólo hay una persona realizando una gestión; nadie espera en las zonas de consultas y el gimnasio para la rehabilitación de los pacientes está vacío. Es ... el momento de las consultas telefónicas y de la atención a domicilio. Aquí no hay lista de espera para coger cita. José Luis Jiménez (Málaga, 1960) es uno de los tres médicos destinados a unas instalaciones que en nada tienen que envidiar a las de la capital. De ellas dependen también los consultorios de Casabermeja, Riogordo, Alfarnate y Alfarnatejo. Apenas hay diferencias, sólo la quietud y una inusual tranquilidad.
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Don José, como así lo llaman, se prepara para visitar a Pedro en su domicilio. Sufre espondilitis anquilopoyética, una enfermedad autoinmune hereditaria, y su estado se ha complicado tras haber sido operado de rodilla. Tiene una prótesis y se le inflama la pierna izquierda con frecuencia. Apenas puede caminar y la fiebre alta de las últimas horas preocupa a su esposa, que ha contactado con Salud Responde para solicitar una cita. «Estamos a jueves y me la han dado para el próximo lunes, así que he llamado esta mañana al centro de salud para ver si me la adelantaban», explica Ana María Mérida mientras agradece a Don José que se haya desplazado a verlo en menos de una hora. «No tengo palabras para reconocerle el buen trato que siempre tiene con nosotros», expresa emocionada sobre este profesional con plaza desde hace una década en este municipio de la Axarquía de algo más de 3.000 habitantes. Calle abajo, ya de vuelta al centro de salud, se para a charlar con los mayores del lugar. A su manera y sin prisas «arreglan el mundo» desde este rincón rural y aprovechan la oportunidad para saludar a Don José. «No olvidaré en la vida la atención con la que miró a mi niña cuando la llevé con 40 grados de fiebre por el Covid», recuerda Josefa Paloma.
Lleva 30 años como médico «de pueblo». Le gusta esa denominación, aunque los especialistas en Medicina de Familia y Comunitaria que trabajan actualmente en 'zonas de especial aislamiento' en Málaga no son aquellos de antaño que residían en la misma localidad y ejercían en sus propias casas, con exiguos recursos y con disponibilidad permanente, día y noche. No, no lo son. Ahora las condiciones laborales son otras, pero sigue habiendo vocación y compromiso, proximidad y confianza, respeto y admiración. Valores que se diluyen en las relaciones médico-paciente de las urbes por las prisas o la masificación y que en la medicina rural son los motores que mueven a estos profesionales.
Es la compensación a un oficio que les obliga a hacer muchos kilómetros diarios, a costearse los desplazamientos y a asumir muchas veces en solitario la responsabilidad. «Hay que hacer más atractiva la profesión, con incentivos que atraigan a los médicos que empiezan», alerta Jiménez, quien pone el foco en otro asunto de calado. Se pregunta por qué las plazas de Medicina de Familia (que son las mismas para Medicina Rural) no se cubren en España.
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Avanza que en muchos casos son por las condiciones que actualmente tienen que soportar estos profesionales, con muchos pacientes que atender diariamente y en poco tiempo, pero también cree que es por la falta de promoción de la especialidad. «No es de recibo que no haya una asignatura de Medicina de Familia en las facultades y ese es el primer paso», denuncia.
Así lo corrobora Juan Gabriel García, al frente del comité organizador del IV Congreso de Medicina Rural que la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) celebró el pasado mes de abril en Jaén. Allí medio millar de galenos abordaron el presente y el futuro del oficio, las dificultades a las que se enfrentan y el problema que supone que los médicos más jóvenes no se vean atraídos por ejercer en estas localidades y, por tanto, no pueda producirse el necesario relevo generacional. «Quienes apuestan por hacerlo tienen que asumir un uso más limitado de las nuevas tecnologías, unos desplazamientos más complicados por falta de infraestructuras o transporte adecuado en estas zonas aisladas y la atención a una población más envejecida, con mayor complejidad y que precisa de más recursos», explica a SUR este médico rural de Sabiote (Jaén).
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Insiste en la necesidad de incentivos laborales, con una evaluación distinta de la antigüedad cuando se ejerza en el ámbito rural, con una mejora de la valoración del tiempo ejercido en estas localidades en el apartado de méritos en los concursos oposición, con ayudas a la vivienda y medidas que permitan mejorar la conciliación familiar.
Juan Alexander Ávila (Málaga, 1987) lleva un año en el centro de salud de Alozaina. Fue una elección personal, a pesar de los inconvenientes. Viaja todos los días desde Málaga, donde reside, hasta este municipio de la Sierra de las Nieves de algo más de 2.000 habitantes. «Son 45 o 50 minutos, depende de si ese día te encuentras con un rebaño de ovejas cruzando la carretera y te retrasas», bromea Ávila, quien asegura que en un pueblo uno es médico del paciente y de toda la familia, conoce las patologías de cada uno y tiene una visión integral de todos.
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Pese a los «hándicaps» que puedan tener, «a los pueblos también ha llegado la globalización y tenemos internet 5G y podemos hacer cirugías menores, infiltraciones, tratamientos de fisioterapia, ecografías… No estamos desconectados del mundo como se pudiera pensar», advierte este médico, quien en su ponencia sobre nuevas tecnologías en el congreso de Semergen puso en valor la utilidad de muchas aplicaciones móviles especializadas para los facultativos y enfermeros, que evitan en ocasiones tener que derivar al paciente hasta un centro hospitalario al encontrar la solución en ellas, y otras muchas para los pacientes, por recomendación de sus médicos, para seguimiento de dietas o algún tratamiento. «Pero la familiaridad es tal que no esperan a una cita para hacerte una consulta, de tal modo que si coinciden contigo en la gasolinera o en una tienda no dudan en preguntarte por su tratamiento o medicación, sin tomar en consideración que ese sitio no es el adecuado; ellos sólo ven a su médico», apunta.
La parte negativa de esa globalización también llega a los pueblos, asegura Ávila, en clara referencia a las situaciones de estrés que sufre la población rural. «No es algo exclusivo de las ciudades; aquí es menos frecuente, pero también existe y se abusa muchas veces de las benzodiacepinas».
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Pese a todo, ninguno cambia su destino actual por uno en la ciudad. «Los pacientes son siempre muy respetuosos y la relación que se crea con ellos es de familiaridad. Cuando llevas ya tanto tiempo en este destino has atendido a media familia, le llevas el programa de embarazo, les haces seguimiento a los pequeños cuando vienen al pediatra y sigues con ellos cuando te necesitan de mayores. Esa proximidad y conocimiento de la evolución de los pacientes es lo que siempre me atrajo de este oficio», relata José Luis Jiménez, que en sus inicios dudó un tiempo sobre si dedicarse al periodismo o la medicina. Ahora, mata el gusanillo dirigiendo la revista que edita el Colegio de Médicos de Málaga.
Hasta Cañete la Real llegó hace siete años Nérsida Fernández (República Dominicana, 1975) y desde entonces se ha granjeado el cariño, la confianza y la admiración de este pueblo de 1.600 habitantes de la comarca de Guadalteba. «Los conozco a todos», presume esta doctora que trata con pacientes con una media de edad de entre 70 y 95 años. Lo hace de lunes a viernes, de 8.00 a 15.00 horas en el consultorio del municipio, donde ejerce junto a un enfermero y otro médico de familia que acude diariamente de apoyo, pero sólo dos horas, de 8.00 a 10.00, y un pediatra, que va dos veces por semana. Pero tal es la relación con sus pacientes que evitan acudir a consulta el día que ella no está. «El compañero que me sustituye en vacaciones o en algún descanso siempre me comenta lo tranquilo que ha estado», apunta esta doctora que se reparte entre las consultas presenciales a primera hora, la atención telefónica y los avisos programados, «aunque los pacientes saben que, al estar sola, si llega una urgencia mientras están para una consulta presencial tienen que esperar o volver al día siguiente. Desgraciadamente, las urgencias son habituales, porque es una población con muchas patologías cardíacas, que sufren caídas en vía pública o que arrastran cáncer. Quienes esperan están acostumbrados y son comprensivos».
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«Para ellos soy 'la Nersi. Tienen tanta confianza que a veces estando en consulta me piden las llaves del coche para dejarme algo, como un día que al volver la vista al asiento de atrás vi que me habían regalado tres conejos. Raro es el día que no llevo algo a mi casa, desde aceitunas, hasta huevos o verduras. Es su forma de agradecer la atención que le damos, pero que es simplemente nuestra obligación, nuestro trabajo», expresa esta médico de Familia, que trabajó con anterioridad en varios centros de salud de la costa y ahora no cambia a sus pacientes «por nada». «Me llegan a decir que no se toman la medicina prescrita en el hospital hasta que yo no la vea y le dé la aprobación. Quizá sea exagerado, pero todo eso te permite ejercer una medicina integral».
La figura del médico rural no existe como tal. Son médicos de Familia y Comunitaria que trabajan en 'zonas de especial aislamiento'. En Málaga hay 58, aunque hay 12 más que ejercen en la 'Zona Básica de Salud (ZBS)' de Mollina, que es la única área que no tiene esa consideración. Así lo matiza el director médico del Área Sanitaria Norte Málaga-Antequera, Francisco Pozo, quien subraya algunos de los incentivos que contempla el SAS actualmente para trabajar en estas localidades: obtener más puntos a la hora de aspirar a una plaza, se paga un 20% más por una guardia y, al igual que ya se permite con los médicos, a los enfermeros se les permite reengancharse laboralmente una vez cumplidos los 65 años.En cuanto al salario, estos médicos cuentan con una parte fija y otra variable, también llamada TAE (Tarjeta Ajustada por Edad). Es una aportación extra por el tipo de pacientes que atienden, «ya que al ser una población envejecida y con más dolencias, la carga de trabajo también es mayor, por eso se compensa», aclara. En resumen, tal y como detalla Pozo, un médico de Familia Dispositivo de Apoyo con una antigüedad de cinco años en el SAS, que haga cuatro guardias al mes (tres de ellas de 17 horas y una guardia de 24 horas porque es en fin de semana) y una tarde cinco horas para rebajar la demora de su agenda puede ganar unos 6.350 euros brutos mensuales (4.178 euros netos). Explica que tras la realización de la guardia, el profesional tiene un descanso al día siguiente (8.00-15.00 horas) que computa como tiempo trabajado aun cuando se trata de un periodo de descanso. Adicionalmente, estos médicos tienen derecho y perciben dos paga extras (junio y diciembre). Además, durante el periodo vacacional se percibe el concepto 'prorrata de guardias' que es una media de las guardias realizadas en meses anteriores, ya que durante las vacaciones no se hacen y la parte variable disminuye. Así se compensa la disminución. Por último, tienen una retribución variable (CRP) que depende de la consecución de una serie de objetivos. El importe máximo asignado a los Médicos de Familia es de 8.210,94 euros anuales. Para ello es necesario cumplir con el 100% de los objetivos establecidos, a este importe se le aplica la nota obtenida. El importe percibido en el año 2024 se corresponde con los objetivos del año 2023, y así sucesivamente, es decir, se perciben una vez vencido el año, y se materializa en dos pagos, uno de ellos en el mes de mayo y el segundo pago en el mes de octubre.
En este consultorio como en el resto de centro sanitarios rurales hay cupos diarios de pacientes, pero todo es más flexible, no hay presión de minutos por paciente, malas caras, faltas de respeto o agresiones a los facultativos. No se cuestiona su criterio. «La mayoría no sabe usar la app y, cuando vienen a pedir cita, como la administrativa los conoce, me consulta si puedo atenderlos y en unos minutos ya entran a consulta». Aquí no se mira al reloj para atender al paciente, al que se escucha y se trata con atención. «A veces acuden con la excusa de una dolencia para acabar hablándote de un problema personal o familiar que los mantiene intranquilos. Es entonces cuando una palabra amable cura más que la propia medicina», expresa la doctora.
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