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Para buena parte de la población, el uso más conocido de la inteligencia artificial es hablar con Chatgpt o pedirle a alguna aplicación que edite ... una fotografía. Pero más allá del chascarrillo tecnológico, la IA comienza a ser esencial para el desarrollo de investigaciones y mejoras de las profesiones. Ese es el caso de la medicina, cuya innovación en los últimos años va ligada a ella, aunque, eso sí, implique ciertos riesgos.
Es precisamente sobre estos riesgos sobre lo que versa el segundo libro sobre esta materia escrito por el doctor José Antonio Trujillo, experto en IA aplicada a la sanidad y vicepresidente del Colegio de Médicos de Málaga. «El médico que no se apoye en la IA no podrá trabajar en la vanguardia de la medicina», afirma tajante. Aunque a continuación matiza que si bien los beneficios son mayores que los riesgos, éstos no deben ser desdeñados.
Bajo el título 'Inteligencia Artificial y Derechos de los Pacientes: el equilibrio necesario', el doctor Trujillo analiza cuestiones clave como el tratamiento de datos médicos por IA, los riesgos de los sesgos algorítmicos y la necesidad de establecer regulaciones que garanticen la seguridad y los derechos de los pacientes en un contexto de digitalización acelerada. Además, examina la reciente Ley Europea de Inteligencia Artificial 2024 y sus implicaciones en el sector sanitario.
Esto, a prori, suena un poco abstracto, pero el facultativo pone un ejemplo con el que se entiende más fácilmente. «Hay determinadas aplicaciones que, dependiendo del color de la piel, orientan a determinados diagnósticos y a determinadas pruebas que deben hacerse para llegar al diagnóstico preciso de la piel», explica. A su juicio, se ha visto que había sesgos algorítmicos donde si era uno de piel negra, se le pedían menos pruebas que si uno era de piel blanca. «Esos sesgos algorítmicos son motivo de discriminación y es lo que hay que evitar», recalca.
En realidad, cualquier persona (también un médico) puede tener prejuicios; prejuicios que al final se reflejan en la IA. «Pero es mucho peor», matiza Trujillo. «Con la inteligencia artificial y los dispositivos, eso puede ser multiplicado por mil y los sesgos pueden ser más potentes todavía. De ahí la importancia de la regulación», señala. «En Europa, con respecto a Estados Unidos y China, por detrás a nivel tecnológico, pero sí es verdad que vamos a nivel regulatorio por delante, porque entendemos que los derechos son fundamentales», destaca.
Presente y futuro
Pero, ¿son estos riesgos cosa del futuro? Trujillo entiende que no, sino que es algo que se tiene que tener en cuenta desde ya. Ha habido sesgos en algunos programas que asignaban determinados resultados con el tema de quién tenía que recibir antes o después una vacuna, por ejemplo, la del covid», relata. Así, parece ser que algunas aplicaciones decían que los primeros que tenían que ponerse la vacuna no eran los profesionales que estaban en primera línea, sino los políticos sanitarios que estaban desarrollando esas políticas de cómo tenían que ser las vacunas. «Eso era un sesgo, claramente. Quien tenía que estar primeramente vacunado era el que estaba en primera línea de batalla», sostiene. ¿Y por qué parecía ser sesgo? «Porque se introducían todos los elementos que para la población general eran clave, pero que para la población específica de sanitarios no lo eran».
A pesar de ello, Trujillo tiene claro -y así lo expresa en un libro que ya se puede adquirir en Amazon- que la sociedad tiene que beneficiarse de la inteligencia artificial, tanto los ciudadanos como los profesionales. «Nosotros no podemos ser el producto que se venda de la inteligencia artificial. Lo importante de nosotros no son nuestros datos, sino las personas.
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