La penúltima restricción provocada por la pandemia de la Covid-19 ha llegado a su fin. Desde esta pasada madrugada, la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en el transporte público -tanto el colectivo como los taxis y los vtc-, una medida que llega casi ... tres años después del primer estado de alarma, y que lleva de nuevo a España a una posición común con el entorno europeo, donde ya habían desaparecido.
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Este fin de la obligatoriedad de las mascarillas en el transporte público, aprobado ayer por el Consejo de Ministros, coincide con la mejor situación epidemiológica desde que hace tres años comenzó la pandemia. Tanto la incidencia acumulada como la hospitalización de pacientes de Covid-19 está en los niveles más bajos de los últimos dos años y roza los mínimos que se alcanzaron en el verano del 2020, justo después del estricto confinamiento domiciliario de primavera. En el caso de Málaga, apenas se han producido un centenar de contagios en los últimos siete días, mientras los ingresados con un positivo en Covid (que no quiere decir que sea el motivo del ingreso) es de 24, una cifra que prácticamente no se había visto en los últimos mil días. La medida ha entrado en vigor hoy, cuando el BOE ha publicado la modificación del Real Decreto de 19 de abril de 2022.
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«Estamos en un momento de gran estabilidad y con clara tendencia a la baja», resaltó ayer tras el Consejo de Ministros Carolina Darias para justificar la retirada de las mascarillas en autobuses, trenes y metros, pero también en ópticas, centros de audiometría y ortopedias, una decisión que ha contado con el aval de los expertos de la Ponencia de Alertas y del Consejo Interterritorial, subrayó la ministra de Sanidad. Este elemento de protección solo seguirá siendo obligatorio en hospitales, centros de salud, farmacias, clínicas dentales, centros de reproducción humana asistida, centros de interrupción voluntaria del embarazo y otros centros de atención especializada y en las residencias de mayores, no para quienes allí viven, pero sí para los trabajadores y visitantes.
Sin embargo, y a pesar del citado aval, en comunidades como la andaluza la opinión es diferente. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, sostuvo este martes que el Gobierno central debería haber esperado «un mes más» para eliminar las mascarillas en los transportes públicos. Moreno recalcó que incluso estando de acuerdo con que se debía eliminar la obligatoriedad en el uso de la mascarilla, el Gobierno debería haber tomado las decisiones de manera «más razonada» y dialogando con las comunidades. El presidente aprovechó además para recordar que aunque se elimine esa obligatoriedad, las personas que quieran seguir llevando mascarilla, sobre todo, las que tengan algún problema respiratorio o de salud, pueden seguir haciéndolo porque «no se obliga a quitarla».
Para el resto de la población, la nueva normativa solo fija una excepción en la que la mascarilla podría seguir siendo obligatoria, el lugar de trabajo, en caso de que así lo decidan los servicios de prevención de riesgos laborales. Pero en la mayoría de las empresas, esta posibilidad parece lejana si con la actual situación pandémica. «Como en la anterior ley, lo dejamos abierto por si surgiera un brote, pero la regla general es que no es necesaria», aclaró la ministra.
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En estos momentos, los indicadores de la pandemia muestran un escenario muy favorable, razón por la que la obligatoriedad de la mascarilla es sustituida por la recomendación. Así, Darias pidió a quienes «están pasando un virus respiratorio o convivan con personas vulnerables» que mantengan el uso de esta protección. La obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público se había convertido en la restricción más duradera de la pandemia, ya que se instauró el 4 de mayo de 2020.
Aunque algunos expertos consideran que debería haberse eliminado dentro de unas semanas, una vez pasada la temporada de picos de las enfermedades respiratorias, la mayoría cree que la decisión es un acierto. «Se podía haber tomado en septiembre pasado, cuando la situación epidemiológica también era buena, pero ya que se ha esperado, está bien hacerlo ahora», afirma Quique Bassat, epidemiólogo y profesor de ISGlobal, que expone otro argumento: «El seguimiento de esta norma era cada vez menor y una norma que no se sigue deja de ser buena».
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