–¿Cuesta hacer humor hoy día?
–Lo que más. Hoy está todo prohibido. Aquí tiene libertad de expresión todo el mundo menos los humoristas. Si cuento un chiste de un homosexual, el colectivo LGTBI se puede molestar, aunque no es lo habitual; si cuento un chiste de un gangoso, eso es imposible; si cuentas un chiste de un cura, tampoco, ... No se puede contar de nada.
–Lo políticamente correcto afecta también al humor.
–Sí, muchísimo. En la televisión hay que andar con mucho cuidado para que no se moleste este o aquel. Hoy se molesta todo el mundo, cualquier colectivo se puede molestar.
–¿Se autocensuran los humoristas?
–Siempre, al igual que los cantantes en algunas letras de las canciones, pero, sobre todo, en el humor. Si tú en el humor no eres transgresor no hay humor. Pero a mí me da igual. Cuando estás en televisión hay que cuidar más porque la misma televisión te lo pide, pero cuando estoy en mis galas en directo le digo al público que voy a hablar de lo políticamente correcto y de lo incorrecto, de todo; les digo que voy a procurar no molestar a nadie, pero si se molesta alguien, les señalo la puerta de salida y que allí le devolverán la entrada; eso sí, la entrada, no el dinero.
–Málaga siempre ha dado buenos humoristas, ¿a qué cree que se debe?
–Sí, siempre ha habido humoristas importantísimos: El Gafas de Málaga, Chiquito de la Calzada, Dani Rovira, Tomás García, El Morta,... ¿Por qué? No sé si es la idiosincracia de Málaga o el clima, ya que se está más tiempo en la calle y más en contacto con la gente, lo que crea conversaciones simpáticas a las que sacarle punta a casi todo en plan gracioso.
–¿Cómo ha pasado el confinamiento?
–Pues confitado (risas). Lo he pasado encerrado en mi casa, donde monté un pequeño gimnasio para hacer deporte; no había otra. Lo peor que he llevado es no haber podido salir a nadar.
–En el confinamiento, ¿le han surgido algunas historias para hacerlas espectáculo?
–Normalmente yo todos los días trabajo cuatro o cinco horas en casa preparando temas y en el confinamiento pues más horas aún. Me he leído varios libros, entre ellos uno sobre el humor en la Edad Media. Además de leer y estudiar he preparado un par de proyectos. Uno en solitario, que se llama 'A mi también me pasa', donde cuento una historia sobre mi cuñado y su familia que les cogió el confinamiento en mi casa y cómo lo hemos vivido, y otro con Jaime Borromeo que se titula 'Dos con mucho washap' donde conversamos a través de mensajes por washap y cómo lo lleva él allí en Cataluña y yo en Andalucía.
–¿Se le puede sacar punta humorística al coronavirus?
–¡Ya te digo! Aunque, seguramente, habrá gente que se moleste también porque se está maltratando al virus.
–Para quienes le vieron en los años ochenta en el 'Un, dos, tres' usted sigue siendo El Linterna. ¿Le molesta que le llamen así?
–Para nada. Es mi nombre artístico, con el que me di a conocer a nivel nacional y por el que la gente me tiene el cariño que me tiene. Es curioso. Hay gente de 20 o 25 años, que es imposible que me vieran en el 'Un, dos, tres' y que cuando me ven me dicen: 'Usted es El Linterna'. Cuando le pregunto por qué lo saben, me dicen que su madre les pone los vídeos de aquel programa.
–Aquel programa fue trascendental para ustedes.
–Totalmente. Sólo había una televisión y cada programa te veían 25 millones de espectadores.
–Usted sigue manteniendo vivo el legado de Juan Rosa.
–Juan sigue estando presente, es una estrella, lo que pasa es que en ciertas esferas de Málaga cuesta reconocerlo. Además de una estrella es un genio. A Juan le pasó como le ocurrió a Chiquito de la Calzada, no hacía falta que abriera la boca para que todo el mundo se estuviera riendo y esa es una cualidad que sólo tienen los genios. Llevo luchando un tiempo para que se le ponga el nombre de Juan, un genio del humor, a una calle en Málaga.
–¿Cuál es su número favorito?
–El 22.
–Intuía que iba a ser ese.
–No puede ser de otra forma.
«Ahora mismo no me planteo la jubilación. Además, con 715 euros que me queda de pensión, ¿qué quieres?»
–Por cierto en aquel programa aparecían vestidos de toreros, ¿es usted aficionado a los toros?
–Me gustan los toros. Otra cosa que tampoco se puede decir hoy, aquí no se puede decir nada. Creo que la línea invisible del gilipollismo la hemos sobrepasado pero con una pila de metros de altura.
-Usted es muy deportista y uno de los impulsores de la media maratón de Málaga, ¿qué le ha aportado el deporte?
-Mucho. Estoy haciendo deporte desde los 11 años y lo que más aporta es la disciplina. Esa disciplina desde niño luego te sirve para tu vida personal, profesional. Además contribuye a tu salud y el bienestar personal.
–Ahora le vemos en televisión en 'Atrápame si puedes', un programa de preguntas que nos recuerda a aquel del taxi que hizo hace unos años.
–Sí es muy similar. Me encuentro cómodo en ese formato porque es un programa cultural, entretiene y enseña.
–¿Qué queda de aquel Manuel Sarria que trabajó de carpintero en Renfe?
–Todo. No he cambiado prácticamente en nada. Tengo los mismos amigos que he tenido siempre y me sigo reuniendo con mis compañeros de Renfe.
–La ausencia de espectáculos está afectando a los humoristas. Lo están pasando mal.
–Muy mal. Hay gente que puede llorar con un ojo como me pasa a mí, porque yo llevo trabajando desde que tenía 14 años. El otro día, curiosamente fui a ver cuánto me quedará de jubilación. Me quedan 715 euros después de 54 años trabajando; ahí lo dejo. Pero hay otros compañeros que lo están pasando muy mal y nadie les apoya.
–¿Ha pensado en la jubilación?
–No, ahora mismo no me la planteo. Aún estoy en forma para seguir actuando. Además, con 715 euros de pensión, ¿qué quieres?
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