Quien dispara con una metralleta siente después como un fuerte retroceso golpea en el hombro cada vez que se pulsa el gatillo. Cuando un helicóptero aterriza, las personas que están cerca notan como las vibraciones de las aspas se trasladan a todas las partes del cuerpo. Una puñalada no se percibe si la misma tiene una o varias trayectorias. Una herida de bala en la zona abdominal, si es con sangrado, deja un hormigueo en la zona afectada que eleva luego las pulsaciones.
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Todos estos escenarios y muchos más puede reproducir el chaleco háptico fabricado por OWO, una 'start up' malagueña que se ubica en el Polo Nacional de Contenidos. El producto que ha desarrollado un equipo que no supera los 30 años de media, recuerda en su forma a los maillot que utilizan los ciclistas para salir a rodar y culminar puertos. En las manos es ligero como una pluma y el tejido de lycra hace que, una vez abrochada la cremallera, se adapte a todos los torsos.
Si en forma es parecido a un maillot de ciclista, en el fondo no podría ser más diferente. En el interior lleva incrustado más de 20 electrodos que servirán para validar una experiencia que, como tal, es inédita en el mercado.
«Queremos convertir el mundo virtual en real», señala José Fuertes, el fundador de OWO. Fuertes es un ingeniero industrial de 47 años, nacido en Málaga. No es la primera vez que crea una empresa desde cero. Fundó Medical Cables, una compañía que se dedica a la fabricación, distribución y venta de cables para equipos médicos. También creó Wiemspro, que fabrica dispositivos para ejercitar los músculos usando impulsos eléctricos. El conocimiento adquirido en el campo de la electroestimulación ha sido clave para trasladarlo al chaleco que está llamado a revolucionar la manera en la que se disfruta de los videojuegos y o del visionado de una película.
Háptica es la palabra clave. Así se denomina a la tecnología que quiere trascender la manera en la que el ser humano interactúa con la realidad virtual. Hasta ahora, su percepción ha sido auditiva y visual, ya que se manifiesta a través de altavoces y en la pantalla. «Nosotros añadimos el tacto al mundo virtual», destaca Fuertes.
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La experiencia de jugar un videojuego con el chaleco de OWO representa algo realmente novedoso. Involucrar los sentimientos tienen una ventaja. Llegan de manera rápida al usuario y abren dimensiones que hasta ahora no se habían utilizado. Además, al contrario de lo que pasa con un estimulo visual, que se puede ignorar cerrando los ojos, no hay ninguna escapatoria.
OWO ha patentado su chaleco, que ya es un producto final a la espera de que uno de los gigantes tecnológicos lo haga suyo y catalice la gran expansión. La principal atracción de este chaleco es su gran sensibilidad a la hora de trasladar al jugador lo que está pasando en la pantalla.
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La variedad de configuraciones que permite el software desarrollado por el equipo de OWO es amplio y va desde el impacto de una bala, pasando por una puñalada hasta el golpe en un pecho. La intensidad se puede configurar de manera individual a través del móvil, que está conectado al chaleco por bluetooth, sin que haya ningún cable de por medio.
La fantasía en la aplicación de esta tecnología no tiene límites. Quien dice videojuegos también dice una película. Sentir lo que siente el protagonista elegido es posible con el chaleco de OWO. Desde el balazo hasta el latido del corazón durante si se recibe un beso. El chaleco es una herramienta directa, que traslada lo que se ve en la pantalla. Si se piensa en la última fantasía tecnológica llamada Metaverso, el chaleco parece encajar como un guante. Además, se deja sublimar, lo que abre las puertas a que sea adaptado a cualquier diseño.
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Quien acostumbra a reñir mucho sobre los últimos avances tecnológicos, corre el riesgo de ser tachado muy rápido como un desabrido pesimista cultura. Pero la pregunta se intuye permanente: ¿Realmente, es necesario sentir que la realidad virtual es real cuando no deja de ser virtual? «Lo importante es tener la capacidad de elegir», remarca Fuertes, consciente de que aún queda camino por recorrer.
Los programadores y los ingenieros de OWO, mientras tanto, trabajan con alta intensidad. Desde el principio, la idea fue crear primero el producto final y después empezar a rastrear el mercado. Así se ha conseguido que el chaleco sea realmente innovador. «Nosotros somos la única solución que añade el sentido del tacto a los videojuegos», presume Fuertes y reivindica la capacidad innovadora que existe en España y, en particular, en Málaga.
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Hasta ahora, reconoce, todo suena un poco a la típica lógica de ingenieros. Si se ha desarrollado en Estados Unidos o en Alemania, el producto enseguida está en el centro y recibe los aplausos. «Nos lo tenemos que creer un poco más», insiste. Actualmente, el foco principal de OWO está puesto en los jugadores de videojuegos pero el chaleco puede encontrar uso en todos los espectros del entretenimiento.
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