La artista Eva Vázquez, en su taller de Moclinejo. Ñito Salas

Málaga, tierra de trabajadoras autónomas más allá de su capital

Se dedican a actividades diversas, desde el arte a la asesoría de empresas, y están repartidas por toda la provincia, desde la capital hasta Mijas, Algarrobo o Moclinejo

Domingo, 21 de abril 2024, 00:40

El número de autónomas crece a mucho mayor ritmo que el de autónomos en Málaga (ellas son un 60% más que en 2012, mientras que ellos se han incrementado un 38% en el mismo periodo). Y lo mismo sucede en el conjunto de España. Quienes ... saben de esto, las asociaciones de trabajadores por cuenta propia ATA y UATAE, dicen que los negocios de las mujeres duran más, que ellas diseñan planes más sólidos, que también están más abiertas a experimentar con las nuevas tecnologías y que son más flexibles a la hora de enfrentarse a los cambios de coyuntura. También deslizan la idea de que el trabajo autónomo proporciona a las mujeres una capacidad de gestionar su tiempo para que en un día de 24 horas quepan dos jornadas, la que desarrollan fuera de casa y la del hogar, por un tirano mandato de género que muchas veces es tan invisible como autoimpuesto.

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Aunque el trabajo por cuenta propia también puede convertirse en una vía de escape del techo de cristal que pesa sobre las mujeres, la brecha salarial que las condena, así como la mayor precariedad y la tasa de paro más elevada que persiste entre ellas en el mercado laboral, tal y como ha vuelto a poner de manifiesto esta semana un informe publicado por Comisiones Obreras en el que se analiza el trabajo en la provincia y que muestra el fuerte ascenso de los contratos femeninos a tiempo parcial.

Pero detrás que cada autónoma hay una historia única. Porque todas las mujeres, como cada persona, son distintas entre sí. Las que aquí presentamos tienen diferentes edades, profesiones variadas, niveles de formación disímiles; unas se hicieron autónomas cuando eran muy jóvenes, a otras les costó algo más encontrar su lugar en el mundo y también las hay que acaban de decidir hacerse cargo de un negocio familiar con casi medio siglo de historia. Algunas han trabajado por cuenta ajena en el pasado, otras no y además jamás lo harían. Las que están ya cerca de la edad de jubilación, además de haber sido testigos de cómo ha cambiado el mundo y el trabajo autónomo en las últimas décadas, quieren proseguir porque su actividad las hace felices, al tiempo que les proporciona espacio para ellas que les permite seguir formándose y dar satisfacción a todas sus inquietudes.

Por último, estas cuatro mujeres también son una muestra de que es posible emprender tanto en el mundo rural como en el urbano. Porque están en Málaga capital, pero también en Mijas y trabajan asimismo en Moclinejo o en Algarrobo.

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Eva Vázquez, artista

«No puedo tirar ni un euro: tengo dos hijos»

Eva Vázquez, en su taller de Moclinejo. Ñito Salas

Eva Vázquez es artista y tiene un taller en el centro de Moclinejo. Tiene 47 años, está separada, ha criado sola a sus dos hijos -su exmarido está en Alemania- y atiende a su madre con Alzheimer. No estudió en su día; dice que no entendía el mundo y que tampoco nadie la entendía a ella. Pero sí sucedía algo premonitorio, que indicaría lo que pasaría en su porvenir: suspendía todo, menos dibujo artístico y dibujo técnico. Ya separada, mientras cuidaba a sus hijos, se sacó el título de acceso a la Universidad, y aunque al final no llegó a cursar estos estudios superiores por la atención que le requería su hijo de altas capacidades, sí se sacó el título de Cerámicas Artísticas y Alfarería en la Escuela de San Telmo. Precisamente, ahí encontró su lugar en el mundo: «Un día, cuando estaba en la cafetería con los compañeros de mi clase, dije: 'Esta gente me entiende y habla como yo'. A partir de ahí tuve claro que no iba a hacer otra cosa que arte».

«Un día, cuando estaba en la cafetería con los compañeros de mi clase, dije: 'Esta gente me entiende y habla como yo'. A partir de ahí tuve claro que no iba a hacer otra cosa que arte»

Trabajó durante un tiempo en Cerámicas Moclinejo, donde producía cuadritos de bebés y placas de fachadas. Pero tras unos años, dejó la empresa y se estableció por su cuenta. Solicitó un local al Ayuntamiento y se lo concedió en la misma plaza del pueblo donde ya lleva instalada dos años. «Empecé de cero, no en cuanto al trabajo, pero sí en cuanto al conocimiento que tenía de mí la gente y económicamente». Y confiesa que pasó muchos apuros: «He llegado a llorar de impotencia, a preguntarme si seguía o lo dejaba, a pedir que el cielo me mandara una señal. Pero esto es lo que quiero hacer y esto es, casi sin darme cuenta, apostar por mí».

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Eva Vázquez, en Moclinejo, adornado con una de sus obras. Ñito Salas

Sigue lamentando que la sociedad no está aún educada para valorar el arte y a los artistas. Y eso que, defiende, el mundo cambia gracias a ellos. Pero se está haciendo un hueco en su pueblo, donde es profeta, porque se adorna con su obra, en la provincia y en la comunidad. Y hace de todo: diseña logos, pinta cuadros y murales, modela, da talleres a colegios y en campamentos infantiles; tiene encargos de la Universidad, de la Diputación y de otros pueblos; y además expone por toda Andalucía. «Esto va despegando», dice. «Al principio cogía todo tipo de encargos, pero ahora puedo discriminar», ilustra.

¿Y cómo es emprender en el mundo rural? Eva Vázquez dice, por un lado, que para ella ha sido difícil encontrar su camino, porque hace 40 años, su madre no la llevaba a pintar, aunque hoy las cosas han cambiado y ella, por ejemplo, sí lleva a su hija al conservatorio de la capital, por lo que constata que ya no hay tanta diferencia entre crecer en el ámbito rural o hacerlo en el urbano. Además, reconoce que el ayuntamiento la apoya mucho con encargos. Y que haber criado a sus hijos en el pueblo ha tenido muchas ventajas, porque han crecido en la calle, en libertad, en familia.

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¿Y cómo es emprender en el mundo del arte? «Yo no compro y vendo, yo produzco todo, lo pienso, lo diseño, lo fabrico, lo comercializo… No somos unos autónomos como los demás», defiende. Pero a quien se esté pensando iniciar una idea de negocio no lo desanima: «Nos estamos acostumbrando a que todo sea fácil, rápido, pero hay que machacarlo mucho, hay que tener paciencia y confiar en ti misma y también en los demás». Eva Vázquez puede parecer naïf, pero no lo es en absoluto. Responde a lo que detectan las asociaciones de autónomos en las mujeres autónomas; son eficientes en la gestión de sus negocios. Y ella dice: «Yo no puedo tirar ni un duro porque tengo dos hijos. No me doy el lujo de tirar el dinero».

Silvana Robles y Mª Ángeles Díaz regentan 'Modas Pepi'

«Éste es nuestro 'corte inglés' de Algarrobo»

Silvana Robles y María Ángeles Díaz son cuñadas y socias en Modas Pepi, en Algarrobo. El negocio, fundado por los padres de Silvana, a quienes han tomado el testigo, tiene tanta edad como ella misma, 47 años. Así que el establecimiento forma parte de su vida: «Mi hermano y yo nos hemos criado aquí», así que de vez en cuando los vecinos les recuerdan anécdotas de cuando eran pequeños y correteaban por la tienda. Además, también han sido testigos de todo lo que lucharon sus padres para mantener a flote la tienda durante casi medio siglo, con todos los avatares y las crisis que ha habido en las últimas décadas, altibajos económicos que no han impedido que de un local muy pequeño haya crecido hasta tener más de 150 metros cuadrados. Para ello, la clave, dice Silvana Robles, ha sido ser muy constante. Y ésa es la misión que se han encomendado: seguir la estela de sus progenitores en su persistencia. Además, agrega, siempre han contado con el apoyo del pueblo, al que se siente muy agradecida: de hecho, el trasiego de público local es constante.

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Éste es todo un hito: que un negocio familiar pase a una nueva generación, que una autónoma ceda el testigo a otra. La jubilación de la matriarca, María Josefa Trujillo –la Pepi que conoce todo Algarrobo-, desató un proceso de sucesión para el que Silvana y María Ángeles contaron con la ayuda de la Diputación y de UATAE en un programa para localizar negocios en poblaciones de menos de 20.000 con su continuidad en riesgo. «Tuvimos que hacer una pila de papeles», recuerda Silvana. Pero también aprovecharon para aplicar ideas nuevas: además de haberle dado un aspecto más moderno a la tienda, han empezado a vender por internet y a usar las redes sociales, donde enseñan la moda que venden (ropa, joyería, cosmética y perfumería) haciendo ellas mismas de modelos. Esto, tras formarse en comercio electrónico, aunque hijas y sobrinas les echan una mano con la grabación y montaje de los vídeos. Saben que para darle proyección a su tienda, ese «'corte inglés', pero sin escaleras mecánicas» de Algarrobo, tenían que dar el salto del mundo físico, del cara a cara, a lo virtual. Aunque no descuidan el primero. «Mantenemos el tú a tú y sumamos la tecnología. Sabíamos que teníamos que cambiar, que transformar 'Modas Pepi'; siempre hay que avanzar en la vida», defiende, entusiasta, Silvana.

Silvana Robles y María Ángeles Díaz, en su establecimiento. Ñito Salas

Lo que no iban a hacer nunca era cambiar el nombre del negocio. Porque María Josefa Trujillo es tan famosa en el pueblo que le hicieron una fiesta de despedida en la tienda cuando se jubiló. Celebración que volvió a tener lugar cuando el pasado septiembre se inauguró de nuevo la tienda tras su renovación. Lo que ya Silvana Robles no tiene claro es si va a haber otro relevo generacional. Va a estar más difícil. La generación más joven es universitaria y trabaja. Aunque desliza que una de sus sobrinas tiene el don de gentes que requiere este trabajo cara al público, que exige «estar contenta y dejar los problemas en casa». Quien también está feliz es Pepi, la fundadora del negocio, al ver que éste continúa en manos de su hija y de su nuera, que se llevan como hermanas, haciendo una enmienda a la totalidad a tópicos sobre rivalidades entre este tipo de parientes y respecto al supuesto error de emprender un negocio con la familia.

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Silvana y Mª Ángeles atienden a sus clientas en 'Modas Pepi', en Algarrobo. Ñito Salas

De hecho, ellas son las jefas y ahí trabajan sus respectivos maridos, que también mantienen un puesto en el mercadillo. Entre semana, todos están muy ocupados. Porque no sólo hay que vender, hay que seleccionar la mercancía, comprarla, colocarla… Es el fin de semana cuando se dedican más a la familia. «Nos llevamos súper bien», concluye Silvana Robles. Y ella en particular dice que con su decisión de convertirse en autónoma y hacerse cargo del negocio de su madre está «muy contenta» y se siente «muy realizada». Anima a otras mujeres que quieran emprender, pero les chiva que el secreto del éxito está en «ser muy constante».

Marisa Mata, guía turística

«Mi empresa es mi cultura, lo que yo sé»

Si la durabilidad de los negocios es una característica de los que emprenden las mujeres, Marisa Mata es un caso paradigmático de ello, porque ha sido testigo privilegiada de la transformación de la industria turística andaluza en las cuatro últimas décadas, también de cómo ha ido evolucionando la vida para las autónomas desde que a los 26 años -ahora luce unos espléndidos 64- se convirtió en guía oficial tras haber llegado a Málaga un poco perdida (es de Badajoz y estudió en Sevilla) pero con su título de Turismo y su conocimiento del inglés bajo el brazo. Y todo porque una amiga le dijo que trabajaba entre marzo y noviembre y que con ello se podía mantener también los cuatro meses que estaba mano sobre mano -aunque Marisa Mata no lo está nunca: en ese tiempo ha aprovechado para aprender dos idiomas más, el francés y el italiano, para profundizar en el conocimiento de la historia y la cultura y enriquecer sus visitas, y también para viajar y para disfrutar, claro-.

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Marisa Mata, a las puertas del Museo Ruso de Málaga. Ñito Salas

Para convertirse en guía, tuvo que pagar una cuota de entrada en una asociación profesional -cantidad que hoy sería equivalente a unos 2.000 o 3.000 euros-. Corría el año 1987 y España acababa de entrar en la Unión Europea y, cuenta, los turistas extranjeros aún llegaban al país considerándolo el «hermano pobre de Europa»: «Preguntaban si teníamos Seguridad Social y si los niños podían ir al colegio. También se esperaban que España fuera más barato, aunque ya era bastante más que los países de los que ellos venían». Asimismo, recuerda que por aquel entonces las visitas no incluían a Málaga: Marisa Mata se subía en el autobús en dirección a Granada, Córdoba o Sevilla y les contaba la geografía, la historia y las costumbres de Andalucía.

La entrada de Málaga en el circuito turístico y en las visitas guiadas llegó con dos hitos: el Museo Picasso y la apertura del puerto a la ciudad. «Antes sólo atracaban uno o dos cruceros al año a Málaga», rememora. Y, dentro de la provincia, asegura, se visitaba más Mijas que Ronda o que Antequera. Lo habitual era una excursión de medio día a Mijas como pueblo típico andaluz. Ahora, sin embargo, en Málaga explica la catedral, la Alcazaba, el Museo Picasso y, sobre todo, camina por la ciudad, que proporciona un paseo agradable para ir descubriendo sus rincones más atractivos.

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«Tengo instagram, pero no profesionalmente porque no quiero trabajar más; no creo que el camino sea que tengamos que trabajar más. Es difícil decir que no a trabajos, pero hay que aprender a desengancharse»

Sus clientes han sido siempre las agencias de viajes. Aunque ha asistido a la irrupción de los 'free tours' (en los que al final los turistas pagan la voluntad) y también de las redes sociales, a las que se resiste. Si bien los estudios dicen que las mujeres están más abiertas a experimentar con las nuevas tecnologías, ella se rebela: «Tengo instagram, pero no profesionalmente porque no quiero trabajar más; no creo que el camino sea que tengamos que trabajar más. Es difícil decir que no a trabajos, pero hay que aprender a desengancharse. El día tiene 24 horas, si trabajamos cuatro horas, hay que sumarles tus horas de estudio, el repaso de idiomas...».

Y a ella le gusta hacer cosas diferentes en las visitas, no quiere que todas sean iguales; siempre ha huido de la rutina -no quiere contar siempre el mismo chiste en la misma esquina-, así que tiene que trabajarse el que llama «fondo de armario» para tener recursos suficientes para variar el discurso; y ello no sólo porque ella lo disfruta más así, sino también porque hay que adaptarse a cada grupo, a su público. Además, éste está muy empoderado: la era de las redes sociales también es la de las reseñas y las encuestas de satisfacción y una mala crítica te puede dejar sin trabajo. «Soy una empresaria sin empresa, mi empresa es mi cultura, lo que yo sé», afirma.

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Marisa Mata ejerciendo su labor de guía con un grupo de turistas. SUR

Es feliz: «Te escuchan, ahora que es tan difícil que alguien te escuche, y al final te aplauden». Y aunque también confiesa que hay momentos de incertidumbre («¿Seguirán contando conmigo?, ¿continuarán viniendo los turistas?», se pregunta a veces), si volviera a nacer volvería a hacer lo mismo. Y su satisfacción también se mide en sus planes de futuro: está a punto de cumplir la edad de jubilación, pero seguirá siendo guía una vez atravesada esta frontera, porque la normativa permite a los autónomos seguir desempeñando su actividad sin cotizar a la Seguridad Social siempre y cuando facturen menos del equivalente al salario mínimo interprofesional.

«Ahora la aventura de hacerte autónoma es más fácil, porque hay organismos que te llevan de la mano»

Además de haber sido testigo de la evolución del turismo en Málaga, también lo ha sido de cómo ha variado el mundo de los autónomos: «Ahora la aventura de hacerte autónoma es más fácil, porque hay organismos que te llevan de la mano». «Ser autónoma tiene dos vertientes. Una es positiva, porque eres tu propia jefa y no tienes a nadie que te diga lo que tienes que hacer; pero otra es negativa y es la competencia, porque los otros guías son tus compañeros, pero también tus rivales», dice. Aunque todos están a tope de trabajo. Las cifras del turismo brillan y eso se traduce en muchos clientes. Y eso que la estacionalidad se mantiene: de marzo a noviembre, sobre todo, al que se suma el bajón en julio y agosto, porque entonces los turistas sólo quieren tostarse al sol, no hacer visitas culturales. Y también lamenta que no tengan posibilidad de cobrar el paro: «Tiene que haber una gran catástrofe, como la pandemia, para poder percibirlo. Pero podríamos ser fijos discontinuos. De hecho, algunos compañeros se borran de autónomos durante la temporada baja», afirma.

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Regina Mora, graduada social

«Me costaría mucho ser una trabajadora por cuenta ajena»

«Fue muy duro los primeros años, fueron muy complicados, aprendí a base de errores y de perder dinero», reconoce Regina Mora, que, junto a su hermana y otra socia, las tres autónomas, tienen la asesoría Novagestión en Mijas Costa. Transcurridos 17 años desde que terminó la carrera y se unió a su hermana al negocio, ya cuentan con una situación bastante estable con una cartera de clientes, principalmente empresas, a la que prestan servicios de asesoría laboral, legal, contable y fiscal y también en cuestiones de extranjería.

Reconoce que le ha pasado muchas veces por la cabeza convertirse en trabajadora por cuenta ajena, pero confiesa que siendo autónoma tiene el privilegio de adaptar su jornada laboral a sus necesidades personales. Precisamente, tiene la teoría de que el número de trabajadoras por cuenta propia crece más que el de hombres autónomos porque, por un lado, las mujeres quieren disfrutar de los beneficios de un horario diseñado por ellas mismas, y, por otro, porque aún quedan «resquicios» de mandatos de género por los que las mujeres se siguen sobrecargando con las tareas domésticas y de cuidados. Ella se identifica más con la primera de las razones que esgrimen ellas para ser autónomas: «Me siento con la libertad de hacer lo que quiero y además en mi casa compartimos las tareas. Es cierto que le dedico mucho tiempo a mi hijo, pero también a mí misma», asegura.

Regina Mora, en su oficina de Mijas. Ñito Salas

Además, también tiene tiempo para dedicarle al compromiso que ha adquirido con su colegio profesional de Graduados Sociales: «Nosotros nos dedicamos a las relaciones entre empresas y trabajadores y a intermediar entre la empresa y la administración y la parte negativa de todo ello es que la administración nos está sobrecargando de trabajo porque está reduciendo el funcionariado. Lo que esto significa es que podemos tener los mismos clientes, pero tenemos más trabajo. Esta es nuestra reivindicación ahora», afirma.

Por todo ello, el atractivo que le ve a ser autónoma no tiene tanto que ver con no tener jefes: «Si tengo 50 clientes, tengo 50 jefes y más responsabilidades», afirma.

«Soy un currante más, con un salario estándar y un trabajo estándar»

La gran asignatura pendiente de los autónomos en España es lograr crear puestos de trabajo. «Hay autónomos y autónomos, los modestos no podemos asumir la responsabilidad de contratar, aunque los grandes sí pueden tener trabajadores». De todas formas, afirma que los gastos de un asalariado impiden crecer el negocio. En todo caso, ella se define como «un currante más, con un salario estándar y un trabajo estándar».

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A lo que sí se resiste es a dar el salto digital. «Muchas compañías están muy en redes sociales, pero yo me resisto, porque no tengo capacidad tecnológica. Además, yo no elegiría dedicar mi tiempo a ello, sino a perfeccionar mi trabajo. Tengo una cartera de clientes estable que me requiere atención personal. Trato a mis clientes de manera muy personal. Me dicen que yo no estoy actualizada, pero la verdad es que todavía hay mucha gente que prefiere la atención personalizada».

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