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Fuerte contraste en las calles de la ciudad, con bares y restaurantes con las mesas recogidas y cafeterías y churrerías con personas haciendo cola. En el primer día del nuevo horario ampliado los malagueños retomaron con fuerza la costumbre de merendar fuera de casa. Con ... la calle Larios y alrededores llenos de gente, muchos aprovecharon estas horas de la tarde para tomar un descanso y reponer fuerzas ante un café o chocolate caliente. «Estábamos deseando poder encontrarnos y charlar delante de un café», decían en el Café Central Josefina y María Victoria. Solo cafeterías, churrerías y heladerías pueden aprovechar este horario ampliado, de 6 a 8 de la tarde, por lo que los restaurantes estaban cerrados. En muchos casos, con las mesas colocadas esperando el servicio de la noche.
En Casa Aranda han vuelto las típicas colas de personas esperando mesa para tomar el chocolate con churros. «Es el mejor de Málaga», afirmaba Andrés, un malagueño que vive en Pizarra. «Ya venía con mis padres, y ahora vengo con mis hijos», puntualizaba. En una mesa, cuatro jóvenes estudiantes acababan con el chocolate y los churros, «muy buenos». Son estudiantes erasmus de Francia, Polonia y Grecia que están en la Universidad de Almería, pero que han pasado por Málaga para tomar los aviones a sus países para pasar la Navidad. «Hay más vuelos y son más baratos», aclaraban las jóvenes. En Casa Mira de la calle Larios también había muchas personas en la puerta esperando turno para comprar un helado.
La salvedad de este nuevo horario es que no se pueden servir bebidas alcohólicas. Por esto, en Moonlight, de la calle Bolsa, se apresuraban en sacar las cuentas a los clientes para tener recogido antes de que dieran las seis.
En Doce Vita, en la calle Liborio García con esquina a Larios, Eloísa López servía cafés y leche con cacao a los clientes. «Un turista me ha pedido un vino, y he tenido que explicarle que a estas horas no podemos servir alcohol». Tiene compañeros en ERTE y recuerda la actividad incesante de navidades pasadas, con cientos de personas que llegaban atraídas por las luces de Navidad. «Hemos perdido también el turismo, y esto nos hace un daño tremendo», decía. Pero estas dos horas de margen se agradecen. Así lo afirmaba Calí Anserini, con la cafetería en Puerta del Mar: «Es una alegría volver a abrir, la hora de la merienda es fundamental, es cuando más servicios damos».
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El bullicio de unos locales contrastaba con la soledad de otros. Los bares y restaurantes están obligados a cerrar a las 18 horas, aunque pueden volver a abrir de 20.00 a 22.30 horas. Por esto muchos dejan las mesas montadas en la calle. En algunos locales, cerrados, los empleados estaban dentro, esperando que dieran las ocho. «No nos trae cuenta volver a casa», decía Juan 'el paraca', de Los Mellizos.
Emiliano Schobert, chef de Blosson, en la calle Strachan, lamentaba que se tomen decisiones que «no son coherentes; no piensan en los autónomos, en los emprendedores. Siento que nos han dejado abandonados», lamentaba, después de realizar una inversión de 150.000 euros para su local. Ha tenido a cuatro personas en cocina y cinco en sala, y ahora solo quedan tres empleados. «Estamos aguantando por necesidad y por desesperación, por no perder la inversión que realizamos hace año y medio en un proyecto que valía la pena. En marzo, cuando el confinamiento, teníamos reservas para seis meses», comentaba. Y criticaba que se les obligue a pagar los mismos impuestos cuando les recortan el horario de apertura.
Por las calles, Policía Local y Protección Civil. Aunque en las tiendas no había mucha aglomeración de personas había negocios, como la lotería El Gato Negro, con una larga cola en la calle Granada.
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