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Luis Pernía, con su última obra: una historia gráfica pacifista. Marilú Báez
Luis Pernía: «Soy aprendiz de la solidaridad, nunca maestro»

Luis Pernía: «Soy aprendiz de la solidaridad, nunca maestro»

Este veterano activista de origen burgalés y asentado en Málaga, publica un cómic antibelicista con el que quiere contribuir a generar de un gran grito de «no a la guerra» en la ciudad

Domingo, 24 de septiembre 2023, 00:15

Luis Pernía ha publicado 'Warcomic. La mentira como arma de guerra', una fábula gráfica pacifista en la que su protagonista, Pau, atraviesa, como la Alicia del País de las Maravillas, un espejo para adentrarse en la guerra, en sus desastres, en sus causas, y descubrir que siempre, de fondo, hay una falsedad, eso que hoy llamaríamos con palabras más contemporáneas o más sofisticadas 'bulo' o 'fake news', pero que es tan antiguo como la historia de la humanidad.

Una manoseada frase de difícil atribución ya dice que la primera víctima de la guerra siempre es la verdad, pero también, desde siempre, proporciona pingües beneficios a sus promotores, como se encarga de resaltar Pernía. El hilo conductor de la historia que narra un autor que confiesa que siempre le ha gustado expresar a través del dibujo son las guerras en las que ha participado EE UU : todos los países, dice, tienen sus miserias, pero éste es el «macho alfa» del mundo. Pau realiza este viaje en el espacio y en el tiempo como si fuera un sueño-revelación antibelicista.

Luis Pernía, con su último cómic. Marilú Báez

Cura obrero burgalés

La de escritor y dibujante de comics es sólo una de las múltiples facetas de este veterano activista residente en Málaga desde hace décadas, pero de origen burgalés. Fue cura obrero. De los de verdad: en su parroquia de Lebrija en la que vivía cómodamente cayó en la cuenta de que los obreros no iban a misa, así que se convirtió en uno de ellos «trabajando en lo más bajo» para descubrir por qué no lo hacían. Después fue auxiliar de psiquiatría, se formó y se hizo enfermero y a eso se dedicó profesionalmente cuarenta años de su vida –en el hospital Carlos Haya–, también estudió filosofía y puso en marcha además una ONG, ASPA, en 1987, con la que ayuda al sur, pero sobre todo conciencia a sus vecinos sobre los problemas del mundo. Aunque él se califica a sí mismo como «aprendiz de la solidaridad, nunca maestro».

La conversación con Luis Pernía, siempre en tono pausado, es un remanso de paz, metáfora o reflejo de su profundo e irreductible pacifismo. También está llena de anécdotas impactantes, aunque no les dé, ni se dé, demasiada importancia: desliza que a El Salvador su organización llegó con el sandinismo, pero ha sido también éste –o su conversión en un régimen autoritario– el que les ha expulsado al igual que les ha sucedido a tantos antiguos sandinistas, como a la poetisa Gioconda Belli; o que alguno de sus colaboradores estuvo en el Irak de pre-guerra.

Su activismo continúa en plena forma y estos días está inmerso en los preparativos de la contracumbre que los movimientos sociales organizan para el día 30 de septiembre en paralelo a la que celebrarán 44 líderes europeos en Granada: «No sé cuál es su agenda, pero sí sé cuál es la nuestra: defender la sanidad pública, la educación pública y las pensiones».

Luis Pernía, con una pancarta de las muchas que ha creado en su vida, ahora para generar un movimiento pacifista en Málaga. Marilú Báez

Migración y «Europa fortaleza»

También le ocupan y le preocupan las políticas migratorias. Y es hipercrítico con la Unión Europea: concede que en los últimos tiempos las posiciones contrarias a la inmigración se han exacerbado porque partidos de ultraderecha han crecido y llegado a los parlamentos aupados en bulos –atribuyéndoles los delitos a los extranjeros y también acusándolos falsamente de copar las ayudas públicas–, pero señala que el esquema de la que tacha de «Europa fortaleza» se diseñó mucho antes, en los noventa y en los primeros años 2000, y que se hizo «más en las comisarías de policía que en los parlamentos», por lo que, a su juicio, presenta un importante «déficit democrático» y de respeto a los derechos humanos. Durísimo, por tanto, se muestra cuando dice que una «guardia pretoriana» –que es como califica a Frontex– ha llegado hasta a desplazar a servicios de salvamento con que contaban algunos países en sus costas.

«Si estamos aquí hoy tú y yo es porque hubo migraciones», afirma; porque los primeros humanos llegaron desde África a Atapuerca –un guiño, de paso, a su Burgos natal–, donde se quedaron porque había caza y podían comer, porque podían sobrevivir. Pero, y aquí se pone 'rousseauniano' y hasta un poco ácrata, llegó el día en que se desarrollo el concepto de la propiedad y, a partir de ahí, nacieron las fronteras. Y rememora un poema que habla de los puntos y las rayas de los mapas como de «cosas que no existen»; «fueron trazadas para que mi hambre y la tuya estén siempre separadas».

Ahora atisba próximos movimientos migratorios, los provocados por los desastres naturales que han tenido lugar en Libia y en Marruecos. Esas inundaciones y esos terremotos «son imponderables», afirma, no como otros factores que provocan los movimientos de población, como las guerras o como la pobreza, situaciones que sí se pueden atajar con política. Pero aprovecha también para lanzar dos mensajes. El primero, que sí se puede y se debe luchar contra el cambio climático, origen de numerosas de estas catástrofes que van en aumento y que asolan territorios y los hacen invivibles. Y el segundo:cualquiera afectado por el terremoto del Atlas o las riadas de Libia pensaría irse, pero, ante la falta de vías legales y viables de hacerlo, la gente tiene que buscarse «trampas».

Pacifismo irredento

El trabajo en el Tercer Mundo, la concienciación en el Primero de lo que sucede en el sur global, la pelea por la defensa del Estado del Bienestar y la garantía de los derechos humanos para los migrantes son caballos de batalla de Luis Pernía. Pero su semblanza no estaría completa si no se incluyera también su lucha por la paz. Una de sus grandes ambiciones es que surja en Málaga un grito de «no a la guerra». «Es necesario abogar por la paz», afirma. Pero, ¿qué hacer en unas circunstancias como éstas, en que la Rusia de Vladimir Putin ha invadido Ucrania? Es taxativo en su defensa de «la resistencia de la no violencia». Y rememora los tiempos en que la gente pagaba por no ir la guerra, como en España a principios del siglo XX, cuando sólo los pobres iban a combatir a Marruecos, algo que revela que también sucede ahora.

Y, por si fuera poco, además esboza a SUR uno de sus proyectos de futuro: la narración de las causas del vaciamiento de la España interior, una especie de memoria de la Castilla profunda.

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