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«La gestión de las emociones es muy importante», defiende Margarita Martín de Vidales, presidenta de Asamma Málaga (Asociación de mujeres operadas de cáncer de mama). «Yo no lucho, acepto la enfermedad como parte de mi vida», agrega en conversación con SUR en la línea ... de salida de la X Carrera Mujeres contra el Cáncer Ciudad de Málaga que se ha celebrado este domingo mientras el alcalde de la capital, Paco de la Torre, que ha dado la señal de inicio de la competición, iba saludando y se iba haciendo fotos con las corredoras a petición de éstas. Martín de Vidales no ha podido participar este año en la carrera porque está en pleno tratamiento y sólo ha podido ser espectadora: el pasado octubre se detectó un bulto en el pecho, en noviembre la operaron, un mes después empezó con la quimioterapia y ahora está con radio e inmunoterapia. «Tengo una actitud positiva», añade. Lleva apenas quince días al frente de Asamma y ya se ha planteado algún reto: por ejemplo, incorporar «la parte espiritual, la autocompasión y la gestión de las emociones» porque, dice, «es muy importante tener fuerza mental y equilibrio para llevar la enfermedad lo mejor posible». «Hay que estar centrada y tener una actitud de aceptación», asevera. Ella, efectivamente, desprende paz. Hace yoga y medita. Y confía en que ello la ayude con la recuperación y contra los efectos secundarios del tratamiento.
La carrera este año ha congregado a 5.350 corredoras, de acuerdo con datos de la organización, casi mil más que en la edición del pasado año, cuando fueron alrededor de 4.500 las participantes. Una verdadera marea teñida de rosa convocada para recorrer 4,3 kilómetros con salida y llegada en la terminal de cruceros del puerto. Los fondos de las inscripciones -a razón de diez euros por dorsal- van destinados a las asociaciones que forman parte de la Agrupación de Desarrollo Unidos contra el Cáncer.
Cecilia Bosman ha sido la cosmopolita ganadora de la competición: tiene 24 años, es holandesa, vive en Escocia y sus padres residen en Málaga. «Qué calor, en Edimburgo habrá ahora como mucho 8 o 10 grados», reflexionaba, exhausta, en la línea de meta, para a continuación añadir: «Una hermana de mi madre tuvo cáncer y en nuestra familia estamos muy concienciados con la enfermedad, así que, sabiendo que este fin de semana iba a estar aquí para celebrar el cumpleaños de mi hermano, me apunté a la carrera». Bosman no sólo es triatleta y jugadora de fútbol; además, lo de los éxitos deportivos le viene de familia, porque su madre, Naima Bosman, es una persona popular en Málaga porque también ganó muchas carreras en el pasado; de hecho, fue atleta profesional.
Martín de Vidales y Bosman constituyen la síntesis de las participantes en la carrera: muchas han padecido el cáncer en sus propias carnes y otras lo tienen o lo han tenido en su familia.
Charo Bravo comparte con este periódico que le detectaron un cáncer basocelular en el año 2020, justo el peor de la pandemia, con lo que tenía que ir con un salvoconducto por la calle para poder acudir al médico a recibir el tratamiento correspondiente: durante el confinamiento no se podía ni salir de casa. «Esto me ha pasado por no protegerme del sol en mi juventud, por hacer locuras a los 17 años para estar la más morena de la clase», reflexiona. «Estoy orgullosa de haber superado mi cáncer de piel y ahora llevo protección solar entre el 1 de enero y el 31 de diciembre. Tengo que estar siempre en alerta», advierte, lanzando también una recomendación a todo el mundo: hay que protegerse de los rayos solares.
Pero ésta es también una carrera en la que se juntan varias generaciones. «El árbol, desde chiquitito», ironiza Lidia Campos, de 41 años, que se ha llevado a su hija, Noa, de 11 años, a hacer esos poco más de cuatro kilómetros de marcha. También ellas tienen antecedentes de la enfermedad en la familia que les hacen estar muy sensibilizadas con la necesidad de apoyo a la investigación y a prestar apoyo a las personas aquejadas de este mal: una tía de Campos tuvo un desafortunado final con tan solo 54 años y la madrina de la niña, con 34 años, también se vio afectada por la dolencia. Por eso, dice Lidia, cuando vio el cartel con el anuncio de la carrera con su hija, inmediatamente supieron que iban a participar.
La fuerza que muestran estas mujeres es tal que a Virginia España, de 55 años, no le frena nada: ha ido con su silla de ruedas. En 2013 la operaron de cáncer y en octubre de 2023 le detectaron la metástasis que le afecta a los huesos de la pelvis o las caderas y también al hígado. Confía en que la afección se le convierta en una enfermedad crónica con la que tendrá que convivir para siempre y, al tiempo, participa en un estudio experimental: los avances de la ciencia descansan mucho en la solidaridad de personas como ella. Virginia España va acompañada de su marido y amigos, entre quienes se encuentra Araceli Martínez, que reclama que en la carrera deberían poder participar también hombres: «Tenemos que luchar toda la sociedad en su conjunto; tenemos que aunar fuerzas y apoyar la inversión en investigación», clama.
Aunque María y Estefanía Espejo, madre e hija, en cambio, creen que es bueno esto de apoyar una buena causa, la lucha contra el cáncer, al tiempo que también se pone en el centro a las mujeres: «Es bonito tener un rato para estar todas juntas y tener nuestro momento», defienden. No en vano, la competición tiene lugar en fechas muy cercanas a las del Día Internacional de las Mujeres (8 de marzo) y está muy rodeado de otras convocatorias en reivindicación de la igualdad de género.
El cáncer es una enfermedad cruel e insistente porque llama muchas veces a la puerta de sus víctimas. También a Manuela Núñez, a quien primero atacó a los 49 años y después a los 69. «No escucho a nadie, hago lo que yo quiero, sé que cada persona es un mundo, no hay dos personas iguales», afirma. De esta manera busca la paz mientras vive con su enfermedad de la que acabó su tratamiento hace apenas quince días. Su amiga Josefa Moreno explica que dos hermanas de Manuela murieron de cáncer: «Nos ha tocado mucha lotería con esto», lamenta; y por eso admira la fortaleza que tiene Manuela. A ellas se suma otra amiga, Maribel Menéndez, que recuerda al grupo que su marido murió hace cuatro años después de que en una revisión rutinaria le descubieran un tumor: de Málaga se fue a Madrid, de ahí a Barcelona, a buscar cura. Pero lo suyo no tenía tratamiento. Tras dos años enfermo, falleció. «Lo intentamos todo. Era una persona sana, que trabajaba y hacía mucho deporte», rememora, emocionada.
Inmediatamente se une al grupo Maricarmen Verdión, de 47 años, que cuenta su reciente secuencia vita: mamografía, ecografía, biopsia... Ahora está con el tratamiento oral que se prolongará durante cinco años. Confiesa que para ella está siendo fundamental contar con el apoyo de Asamma y vivir la enfermedad en compañía de personas a las que les pasa lo mismo. «Yo estoy bien porque he vivido un proceso y lo he asumido», explica, al referirse a que ella ha contado con ayuda psicológica: «Hay gente que no puede hablar del tema, pero yo necesito hacerlo», agrega Verdión.
Isabel Sánchez tiene 54 años y a los 42 años le diagnosticaron cáncer. «Lo pasé muy mal al principio, pero sólo me dieron radioterapia y no me tuvieron que quitar el pecho, y eso también ayuda, porque no tengo ni trauma ni nada. Si me toca otra vez, pues lo superaré», explica minutos antes de comenzar la carrera.
El colectivo sanitario también estaba muy bien representado en la carrera. Por ejemplo, por Cristina, enfermera de oncología en Málaga, que reflexiona: «Es muy gratificante cuando finaliza el tratamiento y el paciente toca la campana». Se refiere a la tradición que viene del otro lado del Atlántico por la que cuando alguien termina su última sesión de quimioterapia celebran así, con una campana, la recuperación de la salud. A veces, las cosas no salen tan bien, y entonces, añade Cristina, «ayudas de otras maneras a paliar el dolor». Cristina es tímida y en exceso modesta, pero una amiga que va con ella a la carrera, añade: «Siempre tiene buen ánimo, los pacientes la van buscando porque inyecta fuerza y la gente lo pasa muy bien con ella».
Participan en la competición, además, Beatriz y Ana, del servicio de cardiología del Hospital Regional. En concreto, trabajan en una consulta para pacientes que reciben tratamiento oncológico, porque muchas veces la quimioterapia puede tener consecuencias cardiovasculares en los enfermos, así que los tratan desde los momentos previos a comenzar las sesiones, y no sólo desde el punto de vista estrictamente médico, sino que también les intentan insuflar ánimos y les acompañan en su lucha contra la enfermedad.
También están las mujeres que, año tras año, acuden en memoria de las amigas que perdieron la vida por el camino. Es el caso de Mélida Fuentes, que ya dio su testimonio a SUR en la IX edición de esta carrera, el año pasado por estas mismas fechas. Repite este marzo. Y lo hará siempre por Marlen López, a quien manda besos al cielo. La enfermedad se la llevó apenas en tres meses dejando a dos hijos huérfanos.
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