Bendición, alivio o alegría. Son algunas de las palabras empleadas por los agricultores a la hora de valorar las lluvias de esta Semana Santa. El sector llevaba meses clamando por una situación climatológica como la vivida los días atrás. Con el campo filtrando y asimilando ... el agua como una gran esponja, todos los cultivos en la provincia han abandonado la situación crítica en la que se encontraban por culpa de la sequía. La consecuencia más positiva se puede observar ahora en los campos destinados al cereal. En la provincia de Málaga, unos 38.000 hectáreas se dedican a esta labor. Gracias a las lluvias, la cosecha del cereal de 2024 en la provincia de Málaga está garantizada.
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Un hecho que contrasta con lo ocurrido hace un año, cuando la sequía se llevó por delante gran parte de los cultivos y ocasionó graves daños económicos a los agricultores, que vieron como la inversión y los esfuerzos realizados no sirvieron de nada. Las zonas en las que más se concentran estos cultivos se encuentran en Teba, Almargen, Ardales, Campillos, la zona Norte de Antequera, la Serranía de Ronda y el Valle del Guadalhorce.
En 2022, gracias al cultivo del cereal, los agricultores de la provincia facturaron unos 47 millones de euros. Un año después, en 2023, la cosecha quedó reducida a la nada. La sequía y las altas temperaturas en mayo obligaron a dar por perdido el cereal.
Los ánimos, que entonces estaban por los suelos, han mejorado de manera considerable. El horizonte que se abre ahora para los agricultores es el de una buena cosecha. Si abril acompaña con nuevas precipitaciones, podría convertirse, incluso, en la mejor que se recuerda en muchos años.
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Algo que ha podido comprobar este periódico en Campillos, uno de los grandes graneros de la provincia. Hace una semana, donde ahora abunda el sol y el cielo luce un azul de postal, las nubes oscuras se estiraban en el horizonte y el aire se sentía especialmente gélido. La descarga de agua fue continua y sostenida en el tiempo. La tierra aún retiene humedad, algo que se nota en el olor que impregna el ambiente. La circulación de tractores es abundante y no extraña a los pocos peatones que se ven por las calles. Días de lluvia, eso se sabe por aquí, significan días de mucho trabajo.
Benito Avilés, un agricultor de la zona, lo resume de la siguiente manera: «Llovió como tiene que llover para que sea beneficioso para el campo. En abundancia, pero sin violencia». Es uno de los muchos profesionales que el año pasado invirtieron recursos y tiempo para nada. «Si hablamos de la cosecha de 2023, hablamos de tirar el dinero al campo. ¡Literal!», recuerda.
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En la provincia de Málaga, se cultivan, principalmente, cuatro tipo de cereales: trigo duro, trigo blando, cebada o avena. Hay agricultores como Avilés, que tienen alguna hectárea suelta, y la aprovechan para plantar algo de guisante. Pero lo que resulta rentable y sirve para mejorar las cuentas es el cereal. En la provincia de Málaga, la mayoría se destina a la fabricación de piensos para animales. Un 10% se va para la alimentación humana (trigo blando) y una parte testimonial se va para la producción de cerveza.
Hace justo un año, Avilés paseaba por los mismos terrenos por los que se mueve ahora. Las espigas, recuerda, apenas le llegaban a los tobillos. Ahora, como se puede apreciar en la imagen que acompaña esta información, ya le alcanzan las rodillas. «Las lluvias le han sentado de maravilla al cereal. El aspecto que presenta no tiene nada que ver con el año pasado», asegura al mismo tiempo que desliza sus manos entre las espigas.
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Donde ahora luce un verde intenso, el paisaje estaba marcado por un color amarillento y los campos estaban llenos de 'calvas' por las que asomaba la tierra agrietada. La sequía es para los campos lo que la peste representa para la civilización. Y ambas desgracias están relacionadas de alguna manera.
Para un municipio como Campillos, que forma parte del cinturón agrícola de la provincia de Málaga, la falta de agua es la principal amenaza para una población que vive del campo. Los agricultores que se dedican al monocultivo son una minoría. Casi todos utilizan sus tierras para combinar cultivos leñosos, sobre todo olivar, con el cereal. «Para no poner todos los huevos en una misma cesta», precisa Avilés.
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«Las cosechas malas forman parte del campo. Si alguna vez falla el cereal, lo compensas con la del olivar y al revés. Lo que no es normal es que te fallen las dos», sentencia. En esta tónica, la ruina de muchos agricultores estaría garantizada. Las lluvias de la Semana Santa también son un primer paso para devolver la sostenibilidad a la actividad agrícola.
Avilés, en todo caso, pide que nadie caiga en júbilos desmedidos. «Necesitamos que siga lloviendo y que las administraciones avancen en las obras hídricas que han prometido». Para este agricultor, igual que para otros consultados, la solución a todos los males sería la materialización de la llamada 'autopista del agua'. Una proyecto que persigue bombear el agua regenerada que se tira al mar a través de un trazado de tuberías de 120 kilómetros.
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Si la economía de Campillos tiene algo así como un corazón, éste late en la cooperativa del pueblo. Ahí recibe Rosa Hernández, ingeniera agrónoma y agricultora. El rostro en su cara, señala, luce ahora algo menos de preocupación cuando piensa en la cosecha del cereal. «Esperemos que siga lloviendo más, pero con lo que ha caído ya podemos decir que podremos segar. El año pasado es que ni eso». Una opinión similar muestra Pedro Pacheco, otro agricultor, que destaca el «buen aspecto que presenta el cereal a estas alturas».
La distancia que separa Campillos del municipio de Tebas es de apenas 15 kilómetros. Es otro de los graneros de la provincia. El alcalde de Teba, Cristóbal Corral, atiende a SUR y también confirma las bondades de la lluvia. «Después del desastre del año pasado, el escenario que se nos abre para el cereal es otro bien distinto. Con el agua de la semana pasada, habrá cosecha. Ahora hace falta que siga lloviendo para que sea una cosecha buena», remarca.
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