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De él se podría decir, como broma facilona, aquello de que ha pasado toda su vida mirando al cielo y viviendo de las nubes. Sólo que, en su caso, la vivencia ha sido sumamente provechosa y plagada de hitos, en muchos casos, históricos en la ... provincia. El exdirector del Centro Meteorológico de Aemet, José María Sánchez-Laulhé, recientemente jubilado, nació en Sevilla hace 68 años, aunque ha pasado la mayor parte de su vida en Málaga. Aprobó las oposiciones de meteorólogo del Estado en 1985 y empezó a trabajar, primero en Madrid y finalmente en la capital malagueña. Su mujer también era meteoróloga de la Agencia.
Apenas llevaba unos meses en la ciudad cuando tuvo lugar uno de los hitos que más ha marcado su historia reciente: las inundaciones de 1989. «Fue una experiencia enorme, la mayor de mi vida profesional, desde que estoy en el mundo de la meteorología». A pesar del tiempo que ha transcurrido tiene las fechas vivas en su memoria. «El mes de noviembre de 1989 fue el más lluvioso de la historia en la ciudad, cayeron casi 500 litros por metro cuadrado, que provocaron tres inundaciones». La más importante fue la del 14 de noviembre, pero hubo otras que también afectaron a El Palo, el 26 de noviembre, «incluso el 8 de diciembre... un continuo llover que no se acaba nunca».
De aquel 14 de noviembre, recuerda que estuvo de guardia el día anterior y precisamente en el grupo que puso las primeras alertas. «Ese día estaba en casa, en Cerrado de Calderón, y no cayó ni una gota. No tenía turno y momentos antes había ido al Centro, donde solo hacía mucho viento». No fue consciente de lo que ocurría hasta más tarde, cuando vio las imágenes en televisión, «que mostraban una inundación terrible, tremenda». Luego, el día 26 estuvo de servicio y puso el aviso rojo. «También cayó, se desbordó el arroyo Jaboneros y se inundó la parte oriental de la capital».
Desde entonces, las cosas en el mundo de la predicción han cambiado mucho. «Ahora tenemos radares, que entonces no había, aunque ya teníamos modelos numéricos que ayudaron bastante». Aunque ahora sería más fácil alertar a la población, el veterano meteorólogo considera que las consecuencias serían inevitables. «Una situación como esa siempre te sorprenderá, incluso ahora; si volviera a caer así habría otra vez unos problemas grandísimos, en Málaga y en cualquier ciudad; no estamos preparados de ninguna manera para hacer frente a los extremos meteorológicos, sobre todo en precipitaciones instantáneas». Y lanza una advertencia: «Los sistemas convectivos que se producen en Málaga son propios de las grandes llanuras americanas, no los hay en otros puntos de España».
Pasa el tiempo y llega el segundo hito de su carrera: el tornado que asoló la barriada de San Andrés y llegó hasta la misma plaza de la Solidaridad. «También fue un hecho totalmente insólito, no ha habido ninguno de esa magnitud que haya atravesado una capital española, ni grande ni pequeña, del que tengamos constancia y datos». Y añade: «Málaga es una ciudad relativamente expuesta, a pesar de que tenemos un clima estupendo, es la más afectada de las capitales andaluzas frente a fenómenos adversos». Al respecto, recuerda que el Mediterráneo es una zona propicia para que se formen trombas marinas, pequeños tornados en el mar, de los que ya ha habido un par de casos importantes: junto al del 1 de febrero de 2009 aparece otro más antiguo, en 1971, que no llegó a entrar en la ciudad pero que fue de una magnitud similar.
De la lluvia y los vientos, a la sequía. Sánchez-Laulhé llegó a la dirección de Aemet en Málaga con el final de un ciclo seco, en 2009, «pero 2010 fue el año más lluvioso de la historia». Ahora, le ha tocado despedirse con otra sequía. «Todo han sido efemérides meteorológicas, una detrás de la otra, desde que estoy aquí».
En este punto, el veterano científico lanza un aviso a navegantes: «Las sequías meteorológicas ahora están agravadas: no es sólo que haya grandes periodos sin lluvia, que es lo normal en el clima mediterráneo, sino que son más graves por el cambio climático». El calentamiento actúa como una «lluvia negativa», donde hay mucha más evaporación, de manera que aunque la escasez de lluvias sea igual, desde el punto de vista agrícola, hidrológico y socioeconómico es mucho más grave; y también porque hay más habitantes y la actividad económica es mucho mayor.
«Los campos necesitan más agua y la evaporación perjudica y refuerza el calentamiento. Aunque los ciclos son recurrentes y parecidos, con cuatro o cinco años malos, ahora son mucho más perjudiciales para la sociedad». Una advertencia para tomar nota.
José María Sánchez-Laulhé también ha vivido 32 semanas santas como meteorólogo en Málaga, un momento donde el tiempo es fundamental, y de mucha presión para los predictores: «¡Las cofradías exigen una precisión que no se le da ni a los aviones!», exclama, y se explica: «Las previsiones aeronáuticas las damos con horas, y los hermanos mayores y la ciudadanía nos exigen incluso más precisión que esa».
Aunque hay veces que las cofradías intentan «trasladar la responsabilidad al meteorólogo de turno», recuerda que su labor consiste en dar una probabilidad «y las decisiones las tienen que tomar ellos». «Depende incluso de la economía de cada hermandad: las hay más poderosas, que son capaces de soportar el gasto extra del deterioro de los tronos, y otras menos, pero nosotros no podemos tomar las decisiones por ellos». Con todo, se muestra muy agradecido al pueblo de Málaga y a los medios de comunicación porque siempre tratan a los meteorólogos con mucho respeto.
A ello contribuye el hecho de que ahora se acierta más, pues los modelos son bastante mejores, por lo que el papel del predictor deberá quedar para la predicción inmediata, de aquello que los modelos no recogen. «La predicción de mañana, dentro de poco, la escribirán directamente los modelos; hay que reconvertir a los predictores para que sean magníficos observadores».
Tras una vida dedicada a observar el cielo sobre Málaga, asegura que esta es una provincia «asombrosa, por la meteorología tan diversa, a pesar del buen tiempo en general». Además, sus investigaciones le han permitido conocer de primera mano las interacciones climáticas en el Globo.
«Está todo muy coordinado, lo que ocurre en el Pacífico, el fenómeno del Niño, influye directamente aquí» y se deja notar sobre todo en la subida de la temperatura. Mientras que con la Niña, las lluvias del monzón en Asia también tienen influencia en la provincia, y se traducen en forma de viento de levante. «Tenemos una relación global, la atmósfera está teleconectada».
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