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La floración de las jacarandas deja estampas espectaculares con ese característico color violeta que impregna la ciudad durante el mes de mayo. Pero esa ... imagen tan bella y fastuosa que ahora desprenden las plazas de la Merced, Capuchinos y la Victoria o grandes avenidas de todos los distritos de Málaga se da de bruces con la que ofrecen las aceras, el mobiliario urbano y los coches que hay a su alrededor cuando estas flores se caen de la copa mezcladas con una sustancia pegajosa que segregan estos árboles cuando son atacadas por un pulgón. Su forma de intentar combatirlo es segregando esta melaza que finalmente acaba pegándose a la suela del zapato y sobre el capó y los parabrisas de los vehículos aparcados en la calle.
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Desde el Ayuntamiento llevan tiempo intentando acabar con este cooperador necesario mediante la introducción de depredadores naturales de estos pulgones, como una diminuta mariquita ('adalia bipunctata') y unas pequeñas avispillas, aunque para que realmente funcione hay que esperar a que esa fauna auxiliar se reproduzca por sí sola. Además, la flor en sí también es carnosa, por lo que contribuye a generar esa suciedad al caer.
La escena no es precisamente nueva, ya que se repite cada año cuando la primavera da sus últimos coletazos y, en menor medida, en otoño porque esta especie tropical mantiene la doble floración. Y bien que lo saben los empleados del servicio de limpieza viaria. «Sí que son preciosas, pero nos traen de cabeza porque lo adecentas un día y al siguiente vuelve a estar igual», comenta un operario mientras trata de eliminar la suciedad incrustada en una plazoleta de Carretera de Cádiz.
En esta época, Limasam reorganiza los equipos de limpieza con agua a presión para reforzar las actuaciones en los puntos de la ciudad donde hay más población de jacarandas, que son muchos porque en Málaga hay exactamente 4.369 árboles de esta especie subtropical. Están repartidas por toda la ciudad, aunque son más abundantes en Carretera de Cádiz y Cruz del Humilladero. Entre minihidrolimpiadores y equipos de baldeo, en Málaga hay desplegados 60 unidades de trabajo que en estos días emplean buena parte de su jornada en la eliminación de estas manchas con una frecuencia de actuación semanal o quincenal.
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Si son tan sucias, ¿por qué se emplean tanto en las ciudades? Fundamentalmente, porque es una de las tres especies arbóreas que más dióxido de carbono absorben, junto a la melia y la acacia. Según el estudio 'Los sumideros naturales de CO2' de la Universidad de Sevilla, en una calle de cien metros de longitud y con diez árboles plantados, la jacaranda absorbería los gases emitidos por 1.400 coches.
«Cada jacaranda absorbe más de una tonelada de dióxido de carbono al año, así que pese a las molestias que pueda generar sus beneficios son mucho mayores», explica el director del Área de Parques y Jardines, Javier Gutiérrez del Álamo. Pese a ello, lo cierto es que desde hace varios años las únicas jacarandas que se plantan en Málaga (salvo reposiciones de algunas que formen parte de una alineación) están en los parques porque generan menos inconvenientes y aportan gran vistosidad.
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Otra ventaja es que crece rápidamente proporcionando grandes espacios de sombra tan necesarios cuando el termómetro se dispara. «La jacaranda, al ser tropical, mantiene en su reloj biológico las dos estaciones (lluviosa y seca) y al final de cada una produce estas floraciones tan maravillosas. Es cierto que provocan problemas en los alcorques y también en las aceras, pero tiene muchos pros y pocos contras. Por ejemplo, al ser caducifolio en verano sus hojas nos cubren de sombras, algo que viene muy bien en Málaga, y en invierno deja pasar bastante luz. Hay ciudades que las están eliminando y plantando cocoteros, pero no parece que sean la solución porque ni valen estéticamente ni reducen la temperatura», apunta el botánico y profesor de Ciencias Ambientales en la Universidad de Málaga, Enrique Salvo, quien como presidente del Clúster SbN (Soluciones Basadas en la Naturaleza) de Málaga añade que están trabajando en algunas líneas de investigación para evitar de forma natural el ataque de estos insectos.
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