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Un día sí y otro también se publican datos de estudios sobre el precio de la vivienda en Málaga, y todos llegan a la misma ... conclusión: el precio sigue disparado. Y es igual que sean nuevas o de segunda mano. Esto crea una desazón entre la población más joven, y la no tan joven, que no puede independizarse. Esa es la realidad. ¿Pero por qué se ha llegado a esta situación? Esa es la cuestión. Hay una especie de tormenta perfecta que está provocando el alza imparable de los precios. Por un lado, el sector inmobiliario se ha convertido en el refugio de los inversores, que ven que con la compraventa se obtienen grandes beneficios. Y eso es legítimo. Quizá tengan mucha culpa de este fenómeno los bancos, que ofrecen una rentabilidad pírrica a los que se plantean meter dinero en los mismos a cambio de un interés. La base del negocio bancario siempre ha pivotado en dos hechos: por un lado se recoge dinero de los clientes y por otro se presta. Sin embargo, llama la atención lo rápido que las entidades bancarias repercuten en los clientes a los que ha prestado el dinero la subida de los tipos de interés y, sorpresivamente, este aumento no se aplica a los depositantes de los fondos. Y, oh casualidad, casi todas las entidades ofrecen el mismo tipo de interés (a la baja) a los depositantes. ¿Dónde está la competencia en el sector de la banca? Sólo de esa manera se puede entender los beneficios millonarios que obtienen semestre tras semestre. Lógicamente, el que tiene dinero no se lo quiere dejar por la cara a los bancos, por lo que se refugian en esas inversiones inmobiliarias. Estas apuestas son rentables porque hay un mercado detrás que compra estos inmuebles. Málaga se ha convertido en una provincia donde hay miles de personas que quieren vivir en ella. Recientemente, este periódico publicó que nada menos que el 20% de los jubilados que residen aquí son extranjeros. Lógicamente, estas personas adquieren propiedades en la Costa del Sol, donde cada vez es más complicado conseguir una vivienda a un precio asequible. Y a éstos hay que añadir los nacionales que también vienen a Málaga tras jubilarse. También forma parte de esta tormenta perfecta la gran cantidad de trabajadores cualificados que se están viniendo a trabajar a la provincia, bien de manera presencial, bien para teletrabajar. Esta semana, sin ir más lejos, otro estudio ha apuntado que Málaga es la tercera ciudad del mundo preferida por los nómadas digitales tras Dubái y Abu Dabi. Y esta gente también necesita una vivienda y no dudan en pagar lo que sea por conseguirla, lo que encarece el precio de la misma. ¿Y cómo se frena eso? Imposible. Porque sería de tontos cerrar las puertas a la llegada de estos nuevos 'malagueños'. Llama la atención que éstos se están instalando en barrios tradicionalmente de clase media, pues no crean que todos se van a El Limonar. Para nada. También hay que añadir las viviendas turísticas como un factor más, ya que es la provincia española que más alojamientos ofrece a los turistas del país. Esto es un hecho. Sirva como ejemplo las nuevas torres de Martiricos, donde uno de cada tres pisos está destinado al turismo. La pregunta que hay que hacerse es si esos pisos son asequibles para el malagueño medio si no son turísticos. Obviamente no, porque sigue habiendo un mercado muy fuerte de ciudadanos con recursos a los que no les importa pagar más para vivir en esa zona de Málaga. Que nadie crea que cuando se den de baja van a salir al mercado por 500 ó 700 euros al mes. No nos engañemos. ¿Y qué hacen las administraciones? Pues hasta el momento, lo que hacen es recaudar a mansalva. Los ayuntamientos a través de las licencias de obras, que a mayor valor del inmueble mayor es la cuantía de las mismas, sin contar con el impuesto de plusvalía en las compraventas, que se ha convertido en un maná para las arcas municipales. La Junta también se aprovecha del impuesto de transmisiones patrimoniales que se aplica en las ventas de segunda mano. Un 7% por cada una. ¡Clin, clin! A recaudar. Y el Estado gana un 10% de IVA en las viviendas de nueva construcción, que paga el comprador. A ello hay que añadir el rejonazo en el IRPF para el que vende (del 19 al 28%) si no es una vivienda habitual. En este caso tiene dos años para reinvertir la ganancia por la compra en otra vivienda, que si es nueva tendrá que pagar el 10% a Hacienda o el 7% a la Junta si es de segunda mano. Tranquilos, que no se escapa nadie. Con el alquiler también pasa lo mismo: cuanto más se pague más cobra Hacienda vía IRPF del propietario. Por eso, hablan mucho, pero no hacen nada. Como puede apreciarse todo gira en torno a la pasta y los únicos que pueden acabar de verdad con esta situación son las administraciones, que a la vez son las grandes beneficiarias de la situación actual. No culpemos a los propietarios o a los turistas. Para empezar pueden bajar los impuestos que aplican a estas transacciones y dejar de anunciar leyes que lo único que hacen es enmarañarlo todo más. Todo sería más fácil si promovieran de verdad VPO. El único que lo hace es el Ayuntamiento de Málaga, aunque eso no es suficiente. Junta y Estado siguen encantados recaudando la pasta. ¿Cuál es la razón por la que durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado las viviendas de protección oficial doblaban a las de renta libre, y que incluso en las primeras décadas de la transición se igualaron, y ahora ese porcentaje es minúsculo por no decir que ridículo? Esa es la clave para salir de la tormenta perfecta en la que nos encontramos, pero visto lo visto todo seguirá igual. Cada uno irá a lo suyo. El problema seguirá siendo irresoluble, aunque seguirán con el señuelo de los malvados turistas... ¡Ay!, ¡qué pena de país!
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