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Hace ya muchos años que encontrar una cura para la enfermedad de Alzheimer y de las demencias se ha convertido en una obsesión para la comunidad científica. A pesar de los avances en la medicina, ese momento aún no ha llegado, pero mientras tanto están ... en marcha por todo el mundo centenares de iniciativas de investigación enfocadas no solo en la citada cura, sino también en la prevención. Precisamente, una de estas líneas de investigación es que la dirige la prestigiosa neuróloga Mercè Boada, fundadora y directora médica de Fundación ACE, y una de las eminencias a nivel mundial en esta materia.
La doctora Boada ha estado esta semana en Málaga, donde presentó el último estudio elaborado por su prestigiosa fundación; una investigación que abre la puerta a usar un fármaco (Tebofortán) para prevenir un empeoramiento de los pacientes con demencias en estadíos muy primarios.
En concreto, el EGB 761, cuyo nombre comercial es Tebofortán, es un medicamento que facilita la vasodilatación y mejora el flujo sanguíneo a través de las arterias, venas y capilares e interrumpe la agregación plaquetaria, es decir, impide que las plaquetas (elementos de la sangre que ayudan a la coagulación) se junten unas con otras, aunque en un principio su uso no era tan enfocado a dolencias de tipo cognitivo. «Tebofortán es un fármaco que está en el mercado desde hace muchísimos años, y que ha tenido una investigación muy amplia porque tenía un gran interés por si podía mejorar la condición de pacientes que tenían una demencia leve o un poco más avanzada para tener a mano una estrategia terapéutica, un fármaco que se pudiera prescribir con una gran seguridad», explica Mercè Boada en una charla con SUR.
La neuróloga explica que lo que han pretendido observar durante todo este tiempo, en el desarrollo de la enfermedad, es si el fármaco tiene una actividad dentro del cerebro. «Si mejora la memoria o el lenguaje, o incluso la depresión, que son factores muy importantes cuando estamos hablando de demencia. Nuestra propuesta era ver si el Tebofortán, aplicado a estos pacientes, era capaz de modificar lo que llamaríamos el empeoramiento del cerebro», describe.
Esta prueba, en un principio, ha durado un año, pero tiene «la virtud y la excelencia», según Boada, de que este trabajo se hace con pacientes y placebos. «Tenemos un grupo que están tratados y otro que no a los que seguimos en el tiempo. A todos estos pacientes se les han practicado estos marcadores», matiza. El resultado alienta el optimismo. Al cabo de un año los pacientes que han estado tratados con Tebofortán se separan de aquellos pacientes que no. «Aquellas proteínas tóxicas que están en un cerebro con el deterioro cognitivo leve, han mejorado», destaca la neuróloga, que recalca que la propuesta es seguir con esta investigación.
«Si al cabo de dos años corroboramos, o sea, continuamos diciendo que este fármaco es capaz de modificar aquellos proteínas tóxicas que hay en nuestro cerebro, esto querrá decir que tiene una viabilidad y una oportunidad terapéutica tremenda».
Otros usos
Tal y como recuerda la doctora, este fármaco tiene una enorme amplitud de oportunidades, porque se indicaba tanto para la depresión como para el envejecimiento, pero no solo. «A lo largo de estos años se han hecho trabajos para ver si era capaz de prevenir la demencia tras cinco años de consumo en pacientes sanos, pero no se pudo confirmar», relata.
«La cuestión aquí es que un fármaco probado -y el más prescrito cuando la gente tenía vértigos o para prevención de riesgo vascular- ahora se está redefiniendo porque tiene una acción directa en el cerebro», añade. Por lo tanto, la sensación de la investigadora es que sí, que puede ser un tratamiento preventivo del deterioro cognitivo leve. «Si se confirma, abre la posibilidad a poder parar el empeoramiento de pacientes con deterioro cognitivo leve, siempre y cuando estén muy bien diagnosticados. Esto es muy relevante, porque hablamos de una estrategia terapéutica combinada con muchos fármacos que nos abre una ventana, un halo de aire fresco para combatir esta patología», señala.
Eso sí, Boada insiste en un elemento crucial. «Nosotros no hemos explorado pacientes con demencia. Hemos explorado a aquellos pacientes que se quejan de una pérdida de memoria o lenguaje, pero que de momento no tienen demencia». En números, la doctora calcula que si el tratamiento fuera efectivo podrían beneficiarse millones de personas solo en Europa. «Estamos abriendo el abanico terapéutico en esta población que, hasta ahora, no tenía una indicación clara», sentencia.
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