Rosa Montes, auxiliar administrativa del Ayuntamiento de Málaga, con dos compañeras de trabajo. Migue Fernández

Los interinos de Málaga: «La justicia europea nos da la razón a lo grande»

Media docena de trabajadoras de la educación, la administración local y la justicia explican cómo la interinidad predetermina una vida de inestabilidad e incertidumbre

Sábado, 2 de marzo 2024, 00:25

SUR pone nombres y apellidos a algunos de esos al menos 4.000 interinos que en Málaga tienen pendiente la estabilización de su plaza y que gracias a la última sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ven crecer sus esperanzas de ... lograrlo. Algunos ya tienen su plaza fija al alcance de la mano. Otros la ven más lejos aunque lleven lustros dando tumbos al servicio del Estado. Si bien ese fallo y el que vino inmediatamente después en un juzgado de lo social de Madrid afecta al personal laboral de la Administración, a los trabajadores indefinidos no fijos, a quienes se respalda su conversión en fijos, los interinos ven en esta circunstancia un amarre para defender su conversión en funcionarios de carrera, tal y como comenta el profesor de Derecho del Trabajo de la UMA Jorge Baquero. El problema que subyace en un caso y en el otro que pone sobre la mesa la justicia y que reconoce el propio Gobierno es el abuso de la temporalidad en el conjunto de las Administraciones Públicas y el remedio que se le propone es la fijeza. El colectivo de los interinos espera que el TJUE también se pronuncie sobre ellos en el mismo sentido en que lo ha hecho sobre el personal laboral. De momento, uno de los testimonios afirma que el tribunal europeo les da «la razón a lo grande».

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Rosa Montes

«Se debería procurar que esto no volviera a suceder»

Rosa Montes tiene 57 años y es auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Málaga. Trabaja en Contratación. Aprobó una oposición en 2005, pero no logró plaza. Cuando esto sucede, las personas que han superado las pruebas entran en una bolsa de trabajo y van llamándolas para cubrir puestos. Rosa Montes suplió a personas de baja y luego, en 2011, se convirtió en interina, es decir, le dieron una ocupación concreta que se ha terminado perpetuando -bien porque la persona que antes se encontraba en esa plaza la había abandonado, o se había jubilado y porque luego no se había ofrecido en concurso-. Son ya 19 años con la oposición superada y más de una docena como interina.

Explica que como pertenece al cuerpo de auxiliares administrativos, el más importante en número en Málaga, cree que será el último en ver estabilizada su situación en la administración local. Primero, dice, parece que se están ocupando de los colectivos menos numerosos. Pero antes del 31 de diciembre de este año, según la ley aprobada por el Gobierno en 2021, todas las plazas ocupadas por interinos durante más de tres años habrán de convertirse en fijas. Y ella cuenta con entrar en ese cupo.

Además, por los años que lleva en la administración, sólo tendrá que presentarse al concurso de méritos. Si bien tiene bastante claro que esas expectativas en su caso se cumplirán, afirma que si se vieran frustradas, ella y sus compañeros no descartarían ir a los tribunales. De hecho, conoce gente que ya ha denunciado. Pero, ¿cómo cambiará su situación una vez conseguida la fijeza? Afirma que podrá acceder a una jefatura, sobre todo a aquellas que se pueden alcanzar por méritos o experiencia, porque para el personal no funcionario están vedadas, así que se ha sentido en desventaja. «Ahora mismo estoy relajada, porque ya llevo mucho tiempo», afirma Montes, pero rememora cómo todos estos años se le han hecho a veces pesados: «Como muchas otras personas, he estado entrando y saliendo de academias para prepararme oposiciones y lograr una plaza: cuando había rumores de que se podían convocar, me apuntaba, pero vives con esa incertidumbre, esa desesperación de no saber cuándo van a ser los exámenes».

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«Quienes eran jóvenes cuando entraron se han casado, han tenido hijos, y quienes ya no éramos tan jóvenes y ya teníamos hijos, ahora somos mayores, y, en definitiva, ya no somos los mismos que antes», explica. «No me arrepiento, pero me hubiera gustado que todo hubiera sido distinto», añade. «Después de tantos años, lo justo es la fijeza, pero la verdad es que el sistema, desde el principio, no está bien. Lo que se debería procurar es que esto no volviera a suceder», concluye Rosa Montes.

Ana Padial

«La fijeza no es una locura, soluciona el abuso de la temporalidad»

Ana Padial también es trabajadora del Ayuntamiento y lo es desde 1997. Son ya 27 años; de los cuales, la mayor parte, en el área de Comercio, en el servicio de aperturas, y con las mismas funciones como auxiliar administrativo: «No he podido ascender. Si me hubieran dado la oportunidad, podría haber tenido una carrera profesional». A sus espaldas tiene, además, una historia reivindicativa para el colectivo de los interinos. «La fijeza no es una cosa de locos. Soluciona el abuso que se ha producido de la temporalidad. Mi caso es de los más largos, pero también hay gente que ha firmado su estabilización a los 64 años, gente que no sabía si iba a jubilarse siendo funcionaria, o no», explica. Ella sí verá su fijeza, afirma. «No sé cuándo, pero sé que voy a firmarla. Y es lo justo. Yo no tengo que demostrar que lo que hago lo hago bien después de tantos años, ni estoy en condiciones de competir ahora con personas que acaban de terminar la carrera», añade. Por ello, lo que afirma es que la sentencia emitida por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea les da «la razón a lo grande».

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María Alonso

«Me tuve que ir de Málaga; en Andalucía no podía competir con los interinos que llevaban muchos más años que yo»

María Alonso, de 45 años, que fue interina en Andalucía y ahora es funcionaria de carrera tras presentarse a unas oposiciones en Madrid para el Cuerpo de Tramitación de Justicia, ofrece otra perspectiva de la problemática del empleo público. «La interinidad es un cortijo donde hay gente 'pata negra' que lleva o veinte o treinta años metida en la bolsa de trabajo y ahora alguna se va a convertir en fija, lo que levanta ampollas entre los funcionarios de carrera», explica. Pero, según comenta, en realidad, para que una plaza ocupada por interinos en los últimos años sea susceptible de convertirse en fija en el proceso de estabilización en marcha o para que una persona sea elegible para ese proceso tienen que cumplirse una serie de condiciones que no son fáciles de reunir, de ahí que considera que va a ser muy difícil que el Gobierno llegue a su objetivo de reducir la temporalidad en la administración por debajo del 8%. Mucha gente, augura, se va a quedar fuera del proceso hacia la fijeza. Aunque ella, afirma, si fuera interina, la pelearía. Pero como experta en el campo de la justicia, aclara que el hecho de que haya un juzgado madrileño que haya fallado en el sentido en que lo ha hecho también el TJUE no cambia demasiado las cosas para el colectivo: lo cree un hecho puntual y dice que hay que aguardar a que se produzca la unificación de la doctrina.

María Alonso expone sus circunstancias personales, influidas por la interinidad y lo que ésta distorsiona el acceso a la administración desde fuera: «Me tuve que ir de mi ciudad, de Málaga, y me presenté a un concurso oposición en Madrid, porque se ofertaban más plazas y tenía más posibilidades de conseguir una; en Andalucía no podía competir con los interinos que llevaban muchos más años que yo, porque tenían muchos más puntos por experiencia. Los interinos 'pata negra' entraron en la justicia como meritorios hace dos o tres décadas y ahora es una lucha para la gente que viene de la calle», afirma. Tras un concurso de traslado, regresará a la Costa del Sol.

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Rocío Aragüez

«El actual es mi tercer colegio este curso»

Rocío Aragüez SUR

Rocío Aragüez es maestra vocacional, se sacó su carrera de Magisterio y se lleva presentando seis o siete veces a las oposiciones para conseguir una plaza de educación infantil. Éstas se suelen convocar cada dos años. La primera vez que aprobó no logró que la llamaran. Pero la segunda vez sí: ya entró en la rueda de la interinidad. Sumó casi cinco meses de servicio. Lo malo es que conforme se incorporó a este circuito, fue expulsada: una norma cambió el orden de prelación de la bolsa de trabajo y en lugar de tener prioridad los interinos con tiempo de servicio, la comenzaron a tener los aspirantes (quienes habían aprobado la oposición sin haber trabajado aún en la administración) por nota. Ello supuso que se le colocaran por delante más de 300 personas y que estuviera seis años sin trabajar.

Luego volvió de nuevo al circuito del 'interinato' y en estos cinco años ha trabajado en centros de Guadix, La Línea de la Concepción, Jerez o Marbella. Ahora está en Motril: «El actual es mi tercer colegio este curso», dice: «Cuando me he adaptado a los niños y ellos a mí, me cambian de ubicación». «Estoy cubriendo una baja, que se supone que es larga, pero cada quince días estoy en la cuerda floja», añade. «Así me he plantado en los cuarenta años, soy madre, pero vivo muchas veces separada de mi pareja, que cogió una excedencia en su empresa y se ha hecho autónomo, y en ocasiones hasta tengo que pagar un alquiler en el destino correspondiente, porque no me sale a cuenta ir y venir todos los días a Málaga: mi límite es un desplazamiento de hora y media, si es más, alquilo algo, aunque también tenemos una hipoteca que pagar». Asimismo, resalta cómo el proceso de estabilización es más complicado para las personas del sector educativo, dado que la fijeza se aplica a plazas ocupadas con cierta continuidad, no a personas, que en su caso no tienen tal, porque, como señala, aunque estén todo el curso dando clase, cada 31 de agosto les cortan el contrato para volverles a contratar el 1 de septiembre. «Nunca vamos a conseguir la fijeza, porque nuestros contratos acaban», lamenta.

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Esther Ferrer

«Somos muchas las que rondamos mi edad que tememos vernos en la calle»

Esther Ferrer posa en su barrio de Miraflores de los Ángeles. Ñito Salas

Y con esto último enlaza el testimonio de Esther Ferrer, de 48 años: «Lo mismo que una empleada de una empresa de limpieza que trabaja para una oficina, para un hospital, para un supermercado, es una trabajadora de esa compañía a todos los efectos, nosotras también trabajamos para la misma empresa, para la educación pública, aunque sea cada curso en un centro distinto». Así reclama por la desventaja en que siente que se encuentran los interinos de la sanidad y la educación con respecto a los que ejercen otras funciones. Por eso denuncia: «El proceso de estabilización es un fraude».

Ella es profesora de Secundaria especializada en Biología y Geología. Ha trabajado en centros educativos de Sevilla y luego, por la provincia de Málaga, en la costa que va de Marbella a Algeciras y lamenta: «Me siento maltratada psicológicamente». «Una empresa te tiene que hacer fijo a los dos años, pero aquí se nos mide por la memoria», añade. Porque también critica las pruebas de los procesos selectivos. Por un lado, se queja, conforme se van cumpliendo años, se va perdiendo memoria, y porque además de tener que cuidar a hijos, también llega un momento en que hay que cuidar a los mayores: «Mi madre, por ejemplo, tiene 88 años», dice. A ello se suma que algunas oposiciones salen con muy poca frecuencia, como la suya, que estuvo prácticamente un lustro, durante casi toda la década de los 2010, en que no hubo ninguna convocatoria. Son años que pasan, pero el ciclo de la vida no se detiene. Y en tercer lugar, señala que las oposiciones no son acordes al trabajo que se tiene que desempeñar en las aulas: «Tienes que vomitar el tema que te toque, cuando luego lo que tienes que hacer es gestionar la diversidad en las aulas», resalta.

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Teresa Bautista

«Nunca sabemos qué va a pasar en septiembre. Los colegios hacen malabares para dotar sus clases»

Una profesora de Infantil, otra de Secundaria y ahora la de Primaria. Es un mal endémico de la educación. Teresa Bautista lleva de interina diez años, justo desde cuando se iba a ir a vivir con su novio: entonces la mandaron a Sevilla, rompiendo todos sus planes. Pero no ha desistido. Se ha presentado a todas las convocatorias para conseguir plaza, aunque sin éxito pese a haberlas aprobado sin excepción, si bien con unas notas variables en las que se imprime su vida: por esos resultados han pasado un matrimonio y dos maternidades. «Nunca sabemos qué va a pasar en septiembre. Y los colegios hacen malabares para dotar a sus clases y gestionar las bajas», afirma. Ella ha renunciado a moverse a otras provincias, aunque sí ha estado en la serranía de Ronda, y ahí tuvo que alquilarse una casa, porque la carretera no está en condiciones de ir y volver todos los días a la capital. Y desvela otro problema: muchos interinos ya con un puesto más o menos asignado de forma indefinida dejan de presentarse a más oposiciones, porque si bien, de lograr plaza, su primer destino suele estar cerca de casa, la definitiva, nunca se sabe dónde va a estar, y como la gente ya tiene su vida hecha a según qué edades, no está en condiciones de que ésta salte por los aires.

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