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Durante tres décadas, Ildefonso Dell´Olmo (Málaga, 1956) fue uno de los referentes del andalucismo en la provincia y Andalucía. Varias veces secretario provincial del PA, ... dos veces candidato a la Alcaldía de la capital y parlamentario andaluz durante cuatro legislaturas –todas a las que se presentó–, el que lleva doce años retirado de la política y hace tres que dejó de trabajar por un síndrome de trastorno del movimiento. El análisis de la realidad, el estar con su familia, su esposa María del Carmen y sus hijos, Omar y Marta, la tauromaquia, las cofradías –pertenece a varias, aunque destaca su vinculación con Las Penas– y su huerta en Alhaurín de la Torre centran las actividades de este «andaluz de Málaga, español, ciudadano europeo y del mundo», como él se define.
–¿Cuándo dejó la política?
–Tomé la decisión antes del verano de 2007. Habían sido las elecciones municipales, donde se me forzó a ir de candidato, y aquello fue un fracaso total no sólo en Málaga sino en toda Andalucía. Era el cuestionamiento de lo que antes se había hecho, que el PA votara no a la reforma del Estatuto de Autonomía. Yo fui ponente de la reforma y siempre defendí apoyarlo y legar a un acuerdo político para que la única fuerza política andaluza no estuviera fuera de algo tan importante. Con la decisión tomada de dejar la política, la consulté con amigos, que me dijeron que me invitaron a dejar pasar el verano y les hice caso. El 9 de octubre convoqué una rueda de prensa para anunciar mi marcha. La noche antes me llamó (Miguel Ángel) Arredonda, pidiéndome que no me fuera. Llegamos a acuerdo para continuar hasta el final de la legislatura autonómica, con la condición de si alguien cuestionaba el asunto, me iría inmediatamente. Estuve hasta enero de 2008.
–¿Por qué la dejó?
–Era consciente de que el PA estaba fuera de órbita y era prácticamente irrecuperable. Lo intenté todo: apoyé a Julián Álvarez que era el último cartucho; tuve un encuentro de varias horas con el fundador del partido, Alejandro Rojas Marcos, donde le dije que había que cambiarlo todo y que lo único que valía era el apellido andalucista. Esa fuerza política que habíamos construido entre todos llegó un momento en que necesitaba un cambio de rumbo y no se adoptaba, el barco iba contra la escollera. Después de intentarlo todo, lo más coherente era no continuar en un sitio donde había dejado de creer. Creía en el proyecto andalucista, pero el PA había dejado de tener sentido, no estaba siendo un instrumento útil al pueblo andaluz. En consecuencia, decidí irme.
–¿Qué ha hecho desde entonces?
–En primer lugar estuve unos meses intentando reencontrarme con la familia, y hacer cosas pendientes como rehabilitar mi casa. Desde primera hora contactaron conmigo desde la ONCE porque querían que colaborara con ellos en un proyecto de la Federación de Deportes para Ciegos en Andalucía y me incorporé al proyecto.
–¿Cuándo entró en política?
–A finales de 1975 cuando estaba en la Universidad de Málaga estudiando Químicas. Entro a través de grupos cristianos de base alimentados por el obispo Buxarrais; el contacto con nosotros Francisco García Mota (fue deán de la Catedral). Entré en un partido que se montaba en la clandestinidad del equipo de la Democracia Cristiana de Ruiz Giménez, que en Andalucía se llamó Partido Popular Democrático Andaluz. Allí me mandaron durante quince días a la escuela Konrad Adenauer de Alemania a un curso sobre el estado federal. Yo quedé prendado de algo que daba respuesta a la inquietud andalucista y que era cómo articular eso en una forma de Estado. Estuve en Democracia Cristiana hasta que se disolvió tras las elecciones de 1977, que fue un fracaso para el partido, y yo no pude votar al no haber cumplido aún los 21 años. A partir de esos momentos tuve contactos con organizaciones juveniles y una especial relación con los dirigentes de las Juventudes Comunistas.
–¿Y cómo entra en el PA?
–Yo había tenido contactos previos y un día, a finales de 1977, me entrevisté con Salvador Pérez Bueno, le planteé mis temas y coincidíamos al 99%. A principios de 1978 entré en el PA, que, en aquel momento en Málaga, estaba a la izquierda del PCE.
–¿Qué cargos públicos ocupó?
–Fui diputado andaluz de 1990 a 1994 y de 1996 a 2008; en el mandato de 2000 a 2004 fui vicepresidente de la Mesa del Parlamento. Entre 1994 y 1996, la legislatura de la pinza, fui asesor del grupo andalucista y me bautizaron como 'el diputado 110'. Fui dos veces candidato a la Alcaldía de Málaga, en 2003, donde me quedé a menos de un punto de entrar, y en 2007.
–¿Y cargos orgánicos?
–Fui secretario provincial de Málaga en varias ocasiones y miembro del comité nacional del PA, ocupando la secretaría de Relaciones Institucionales.
–De su labor en cargo público, ¿de qué se siente más orgulloso?
–Hay una cosa que fue la que relacionó con la ONCE: la Ley de Perros Guía de Andalucía. Fue la PNL presentada por el PA y se aprobó por unanimidad. Y de haber sido ponente del Estatuto de Autonomía de segunda generación (2007).
–A su juicio, ¿por qué el PA ha terminado desapareciendo?
–Ha habido errores propios importantes. El primero fue en 1979 cambiar la Alcaldía de Sevilla por las de Huelva y Granada. Aquel era un año donde el andalucismo irrumpió con fuerza, llegamos a tener cinco diputados en Madrid, y que hubiera dado una implantación territorial importante. En segundo lugar hubo jugadas políticas de riesgo, que fueron buenas para Andalucía y malas para el partido. Por ejemplo, el desbloqueo de la autonomía andaluza ya no hay ningún historiador que niegue que fue gracias al PA. Andalucía es la única región que ha ido por el artículo 151 de la Constitución y a Cataluña, País Vasco y Galicia se le dio por haber tenido estatutos en la Segunda República. También hay que tener en cuenta que el pueblo andaluz ha sido excesivamente severo porque lo que se le perdonaba a otros partidos al PA no se le perdonaba. De todas maneras hay que mirar hacia dentro y la culpa la tenemos quienes hemos estado en el partido.
–¿Usted es nacionalista?
–Soy nacionalista, pero mi nacionalismo no es excluyente ni independentista. En Andalucía, los independentistas caben en un taxi. España es un Estado compuesto y plurinacional, es decir aquí hay pueblos que se sienten algo más que una región o una comunidad autónoma. Eso tiene que tener su encaje constitucional y la Constitución lo permite. Yo considero que el pueblo andaluz se autodeterminó el 28 de febrero 1980 porque decidió, acogiéndose a las vías constitucionales, optar por la máxima autonomía que concede la Constitución. Andalucía es el único pueblo que ha conquistado su autonomía en la calle, el 4 de diciembre, y en las urnas, el 28 de febrero. La autonomía de Andalucía es fruto de una conquista mientras que la autonomía de Cataluña, País Vasco y Galicia se otorgó en base a que ya aprobaron sus Estatutos en la Segunda República. La Transición supuso liberarse de un régimen dictatorial atendiendo a la libertad de los ciudadanos y los pueblos de España. Estos dirigentes nuevos tienen que saber que si no se hubiera dado una solución y un encaje a esas nacionalidades históricas, en España no hubiera habido democracia. Por tanto, cuando se habla alegremente de ilegalizar el PNV, es romper las bases del estado democrático y del pacto de la Transición. No se puede hablar alegremente de acabar con el título VIII de la Constitución y no sólo lo pretende Vox, sino que Ciudadanos, desde que nació, lo hizo como fuerza anticatalanista que, en el fondo, no acepta el título VIII de la Constitución. Mucho cuidado con no dar salida al tema territorial porque eso forma parte del espíritu de la Transición y la Transición se hizo porque se dio solución a ese problema. Los constituyentes no pudieron ir más lejos pero dejaron un edificio abierto que permite consolidar un estado federal. Hace falta que un partido que ponga encima de la mesa un proyecto de Constitución Federal para España partiendo del estado de las autonomías y no habría que tocar los artículos que están blindados en la Constitución.
–¿Cómo ve lo que está sucediendo en Cataluña?
–A la locura de la situación catalana ha contribuido la política errática del PP, sobre todo de Rajoy, que hizo una afrenta al pueblo catalán al recurrir el Estatuto después de haberlo votado los catalanes y hubo una sentencia que anuló algunos artículos. Además, cuando la cosa se desmadró, Rajoy debía haber intervenido en septiembre de 2017 cuando se debatieron las leyes de desconexión, ese era el momento de intervenir. Cualquier decisión tomada esa tarde hubiera sido aceptada y había herramientas constitucionales que no sólo eran el artículo 155.
–¿Cómo ve el desafío independentista catalán?
–Es una situación muy grave que hay que desbloquear cuanto antes. Se ha llegado a un punto en que o hay diálogo o el siguiente paso, que ¿son los tanques en Cataluña? En consecuencia para un demócrata no cabe más salida que Constitución y diálogo. Ni la independencia es la solución ni se puede tomar de manera unilateral ni un Gobierno constitucional puede consentirlo.
–¿Cómo ve la política de hoy?
–En los últimos seis años se ha producido un cambio sustancial y profundo al pasar de un bipartidismo imperfecto a una política donde la cosa va de bloques con la irrupción de dos nuevas fuerzas. Una (Podemos) que se rige por el populismo de izquierdas y Ciudadanos, que nace en Cataluña y cuando quiere abrirse paso como partido nacional no se sabe si es de centro o lo que es, aunque en la mente de Rivera estaba: sustituir al PP.
–¿Qué le parece el actual Gobierno de coalición en España?
–Es el Gobierno al que han obligado con su actuación y su talante una derecha que se ha ido al monte. Desgraciadamente un partido tan importante para la democracia como el PP con el cambio de dirigente ha dado un bandazo a la derecha preocupante y que más que abrirse espacio electoral se acerca al abrazo del oso de Vox. Y la situación de Ciudadanos supone el mayor fracaso de un partido político tras la operación Roca.
–En Andalucía por primera vez gobierna un partido que no es el PSOE, ¿cómo valora esta alternancia?
–Es bueno que haya alternancia, pero que haya alternancia desde la perspectiva de que haya partidos que ganen elecciones. No obstante, y no soy de derechas, reconozco que el PP de Andalucía no ha abandonado el espectro de una derecha civilizada y moderada y no ha sido sacudido por el virus de Pablo Casado y Teodoro García Egea. El PP en España está condenado a recuperar su espacio natural del centro-derecha y los dirigentes andaluces están llamados a tener un papel relevante en ello.
–Un andalucista, ¿dónde encuentra ahora refugio político?
–No tenemos un lugar donde encajar al 100%. Pero el andalucismo nació desde el progreso y la izquierda y hay fuerzas políticas con un programas muy parecido al nuestro salvo en la especificidad de la política territorial.
–¿Habla del PSOE?
–Sí, y de IU en algunos momentos. Creo que España necesita una fuerza política nacionalista en Andalucía nacionalista que equilibre al Estado; un partido de estricta obediencia andaluza que desde esos principios de unidad y respeto a la Constitución pusiera un equilibrio ante la situación de deterioro de la relación territorial.
–¿El tema territorial es el más preocupante hoy en España?
–Sí, por encima de cuestiones como el paro o los propios políticos. También es una desgracia ver cómo los políticos se han convertido en un problema para los ciudadanos cuando España ha dado, a lo largo de la democracia, unos dirigentes políticos de altura. Ahora desgraciadamente hay una situación en la que faltan dirigentes, sobre todo faltan líderes. Hoy hay mucha mercadotecnia y poca ideología.
–¿Alguna espina política clavada?
–El fracaso que supone dedicar 29 años a una idea y tener que dejarlo porque el instrumento de esa idea la había desvirtuado.
–¿Le quedó la espina clavada de no ser concejal de su ciudad?
–Eso sí, por supuesto. Sobre todo en el año 2003, que me quedó muy poquito de poder entrar en el Ayuntamiento. Creo que hubiera hecho un buen papel.
–¿Echa de menos la política?
–Todos los días. Lo mío es una vocación política desde pequeño. La política es una pasión Mi mujer me conoció en el lío. Por la política lo he dejado todo y los costes personales han sido importantes. No hubiera llegado donde he llegado sin mi mujer, que es una pieza clave en todo esto sin haber sido militante del partido.
–Es un reconocido aficionado a los toros y fue presidente de La Malagueta, ¿le preocupa el futuro de la fiesta?
–Muchísimo y me cabrea profundamente que los primeros que tenía que defenderla, los profesionales, no se implican en un momento tan delicado. Esta legislatura es clave para el futuro de la fiesta. Lo que no se haga en esta temporada o a partir de la siguiente, la situación puede ser irreversible. Creo que con independencia de los cambios que hay que hacer en la legislación para quitarle violencia innecesaria al espectáculo, hay que procurar que cuanto antes se reconozca a la tauromaquia como una minoría cultural en base a las legislaciones internacionales para protegerla a través de la Unesco como se hace con cualquier minoría que respeta los derechos humanos y evitar así una legislación prohibicionista.
–Los toros se han politizado.
–Eso es negativo. Ninguna fuerza política se puede apropiar de la tauromaquia.
–¿Milita en algún partido?
–No.
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