La definición de relación podría ser muy sencilla: todo aquello que tenga que ver con más de un sujeto. Pero si dos personas ajustan sus ... vidas, sus actos y sus sentimientos bajo un mismo denominador común, pronto queda claro que las relaciones también son algo bastante complicado. Elisa Godino (Jimena de la Frontera, 1980) es terapeuta de parejas en Málaga y, a diario, ayuda a reflotar relaciones que han entrado en barrena. Para SUR abre las puertas de su consulta.
La luz cálida en la sala contrasta con el frío que pela que hace en la calle e invita a una conversación que se extiende durante una hora. Pronto queda claro que la mayoría de parejas, cuando entran en crisis, lo hacen casi de manera furtiva. ¿Cómo se divide el trabajo en casa? ¿Con qué severidad hay que educar a los niños? ¿Quién lleva la voz cantante en los temas económicos? La rutina ofrece argumentos suficientes para una pelea. Las disputas, esa es otra de las conclusiones, se parecen en muchas ocasiones y siguen la misma coreografía: uno acusa, el otro se muestra obstinado.
En la medida que se intensifican los reproches, se alargan también los silencios. Las acusaciones se responden con nuevas acusaciones y surge otra pregunta: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? A continuación, posibles respuestas y posibles soluciones.
–Usted lleva 15 años intentando ayudar a parejas ¿Qué hacemos mal?
–Estamos metidos en una vorágine, donde estamos dejando de lado nuestro propio autocuidado. Vamos como muy rápido. A nivel de pareja, el tema de que nosotros no nos cuidamos nos lleva a no conocernos bien, a no conocer nuestras emociones. Y si no conocemos nuestras emociones es complicado construir.
–¿Cuál es la manifestación óptima del amor a nivel de pareja, si es que eso existe?
–Desde mi modelo de terapia, que está focalizado en las emociones, el amor es seguridad. Una seguridad de que la persona que yo quiero va a estar ahí cuando la necesite, que va a responder.
–¿La rutina es la cicuta de las relaciones?
–Cuando pasamos la fase del enamoramiento, que suele ser a los tres años, tenemos la falsa ilusión de que la 'vidilla' en la relación se va a mantener sola. Nos acomodamos, nos sentimos más seguros. Y viene la rutina. Es muy importante mantener vivo el amor. ¿Cómo? Pues con novedad. La rutina está bien y es inevitable. Pero no hay que perder de vista que una relación se tiene que construir.
–Sofá, manta y una bolsa de patatas fritas.
–Está muy bien en un momento dado, en un domingo que hace mucho frío. Pero si todos los domingos son iguales, llega el aburrimiento. El amor y la relación de pareja son como un jardín, que tenemos que cuidar, que tenemos que regar, que tenemos que abonar. O como una cuenta del banco, donde tenemos que ingresar dinero. Si vivimos de la monotonía, esa cuenta se nos va a quedar a cero y el jardín no va a echar flores.
–¿Qué ha cambiado desde que empezó a trabajar con parejas?
–Veo diferencias. Primero, que hay más consciencia sobre que puedo pedir ayuda si nos encontramos mal. Hay más interés por cuidar a la pareja y más responsabilidad afectiva.
–¿Cuáles son los principales reproches que se escuchan en su consulta?
–Los reproches se suelen repetir: no tener mi lugar, no soy importante para ti, no me comprendes, el famoso para ti todo es un problema, el que ya no sé qué hacer para que seas feliz... De base, los problemas son los mismos: nos sentimos solos o nos sentimos rechazados. Al final nos damos cuenta de que todos necesitamos sentirnos acompañados por la persona a la que queremos.
–¿La comunicación?
–La comunicación lo es todo. La comunicación afectiva y también a nivel de intimidad. Para poder comunicarnos desde la intimidad, primero tenemos que aprender a reconocer nuestras emociones. Si yo no sé lo que me pasa, no te lo puedo transmitir.
–¿Nos falta tiempo para comunicarnos de forma cualitativa?
–Diría que sí. Para todo mandamos un whatsapp. A tiempo real nos lo decimos todo y cuando llegamos a casa ya no tenemos nada que contar. Pero no tenemos una comunicación verdadera a nivel de intimidad. Nos falta tiempo.
–¿La emancipación ha complicado las cosas?
–Sí. Nos falta aún mucho por andar en la corresponsabilidad. La mujer está ahora más tiempo fuera de casa. Se tienen que compaginar horarios. Todo eso complica el rol de cada uno.
–Antes había roles fijos asignados. El hombre el del sustento económico y la mujer el rol de pegamento de la familia.
–Con los roles delimitados, hay menos oportunidad para que surjan conflictos. Hoy nace un niño y es un problema para la pareja. Estamos ahora mismo en una etapa de ajuste. Sobre todo, el hombre. Durante la crisis del ladrillo vinieron por aquí muchos hombres que se habían quedado en paro y era ella quien sustentaba el hogar. Lo llevaban muy mal.
–Trabajo, trabajo en casa, turnos partidos, disponibilidad permanente, redes. Ruido, mucho ruido. ¿Las parejas lo tienen ahora más difícil para conectar?
–Lo tienen mucho más difícil ahora, sí. Tenemos un teléfono pegado a nosotros las 24 horas. Lo que antes podía esperar, ahora lo tengo en la mano. Eso nos lleva a no estar en el aquí y en el ahora. Y si no estoy en el aquí y en el ahora, es imposible conectar con nuestra pareja.
–Nuevas formas de relaciones como, por ejemplo, el poliamor. ¿Pueden funcionar?
–En este punto hay que hablar de responsabilidad afectiva, que es lo que cada uno acuerda dentro de sus relaciones amorosas. Es muy importante que haya un previo acuerdo de cómo se va a materializar ese vínculo con los demás.
–¿Qué peso tiene la sexualidad?
–Cuando las parejas desconectan, se suele producir también una desconexión a nivel sexual. Para que sean relaciones sexuales placenteras es importante poder pararse, tener tiempo. Los primeros tres años, que es la fase de enamoramiento, todo fluye y todo es fácil. Acompaña la química, la pasión va por delante. Pero cuando pasa esta fase de enamoramiento tenemos que construir nuestras relaciones sexuales de otra manera.
–En general, ¿sobrevaloramos el sexo en una relación de pareja?
–Lo que pasa con el sexo es que nos queda mucho que avanzar aún como sociedad. La sociedad cree que el sexo es algo y lo vende como algo, pero, realmente, tiene poco que ver con lo que debe ser el sexo a nivel de intimidad. Hay un estereotipo de como deben ser las relaciones sexuales, pero que nada tiene que ver con la realidad y de lo que buscamos cuando queremos conectar con la persona a la que queremos. No pienso que el sexo esté sobrevalorado porque es una parcela muy importante dentro de la relación de pareja. Pero tenemos que mejorar mucho la educación sexual porque no estamos educados para disfrutar plenamente con la persona a la que queremos.
–¿El consumo de porno se ha convertido en un problema?
–Bastante. Porque nos están enseñando algo que no es real. El problema es más grave para los jóvenes que están desarrollando su sexualidad. Aprenden unos patrones que no son sanos. En ellos se genera una enorme presión por eso de que, supuestamente, tienen que rendir en la cama. Y en ellas se genera la sensación de que tienen que soportar ciertas cosas, aunque, realmente, mi cuerpo las rechaza. El modelo del porno nos lleva a no poner límites.
–¿Cómo ha cambiado Internet el mundo de las parejas?
–Internet representa un espíritu de la época en el que a muchos les cuesta atarse emocionalmente. Las aplicaciones nos permiten una inmediatez para conocer a alguien. Antes era más trabajoso. Había que salir. Hoy das un 'like' desde la cama. Internet es también la ilusión de que hay algo mejor de lo que tengo. Eso nos lleva a relaciones más superficiales. Pero no nos engañemos. Una relación, para que nos aporte bienestar de verdad, no es intercambiable a discreción. Requiere de constancia y entrega.
–«Hasta que la muerte os separe». ¿Le entra agobio?
–Me sugiere compromiso. Es algo que falta mucho hoy en día. Empezamos una relación pensando que las cosas se tienen que dar solas y no es así. Tenemos que construir. Realmente, tener pareja requiere de mucha responsabilidad. Sobre todo, de responsabilidad afectiva. Yo tengo que tener lo que yo necesito, pero también me comprometo a estar pendiente de lo que necesita el otro, a dar también de mí.
–¿Tiramos la toalla demasiado pronto?
–Pienso que sí. Las redes sociales fomentan mucho eso. He tenido una discusión con mi pareja y pillo el móvil para hablar con otra persona. No hay tanta responsabilidad para construir o para luchar por la pareja. Por otro lado, también se ve que hay muchas parejas que acuden a terapia a tiempo. Antes, solían venir cuando la pareja ya estaba muy deteriorada. Cuando, lo que necesitaban realmente, es a un abogado.
–Parece que en 1984 les iba mejor que a las parejas en 2023.
–Las parejas que se comprometen y quieren estar realmente bien están mejor hoy que en 1984. Porque no hay una base de obligatoriedad. En 1984 te casabas y aún estaba mal visto que uno, incluso, dudara de su relación. Era lo que había, lo que nos ha tocado y el ya lo amortiguaré como pueda. Pero no había un deseo real de crecimiento. Ahora, si quiero estar con alguien, es porque realmente quiero estar.
–¿Cuál es el momento ideal para acudir a terapia de pareja?
–Lo ideal sería a modo de prevención. Igual que uno va al médico cuando empieza a sentirse mal y no espera hasta estar moribundo. La relación de pareja es lo mismo. Cuando uno empieza a sentir señales es un buen momento para empezar a pensar en buscar ayuda.
–¿También vienen personas mayores?
–La pareja que tengo ahora de mayor edad, él tiene 68 y ella tiene 66 años. La franja de la menopausia y la franja de la jubilación son complicadas para las parejas. También hemos tenido a parejas de 18 años y eso es una alegría. Porque, aunque luego no funcione en este momento, se van a llevar algo en la mochila. Al final, todos venimos con unos patrones, con heridas de la infancia. Y si no trabajamos esos patrones, corremos el riesgo de repetirlos con otras parejas.
–¿Hay que tener miedo al silencio?
–El silencio está tipificado casi como maltrato. Negarle la palabra a la persona que queremos causa mucho daño. ¿Qué pasa? Que hay perfiles que, desde muy pequeños, han aprendido que si hablan va a empeorar la situación. Son patrones que hay que trabajar en terapia.
–¿Discutir es positivo?
–En un principio, sí. Siempre va a haber discusiones porque opinamos de manera diferente. Es algo que va con el ser humano desde el principio de los tiempos. El tema es cómo canalizar esa discusión para que se lleve a cabo de manera sana. Cuando el conflicto es desorbitado, empieza el desgaste en la relación. Y si el desgaste es constante, aquí es donde viene el gran problema. Porque ese desgaste nos va a llevar a la desconexión. Pero el poder discutir, sin perder de vista que perseguimos un objetivo común, es muy sano.
–¿Nos vendría bien una asignatura que se llame 'pelearse bien'?
–Nos vendría estupenda. Sobre todo para las relaciones afectivas.
–¿Hace falta convicción de equipo en una pareja?
–Ese es el objetivo, aunque es lo más difícil de conseguir. Somos equipo y estamos juntos en esto. Todo lo que surge alrededor nuestra lo tenemos que gestionar juntos. Porque tú me has elegido a mí y yo te he elegido a ti. Desde la libertad. Y puede que no se dé ni a la primera, ni a la segunda o ni a la tercera relación...
–¿La armonía está sobrevalorada?
–Ha habido una corriente de psicología positiva que nos ha dicho que tenemos que ser muy felices. Los libros de autoayuda son lo peor porque invalidan muchas emociones, cuando todas son muy valiosas. No tenemos tolerancia a las emociones 'negativas', y digo lo de negativo entre comillas porque no hay emociones negativas. La idealización de la felicidad ha hecho mucho daño a las parejas.
–¿Qué se hace con los narcisistas?
–Son lo peor. Vienen aquí para demostrar lo mal que lo está haciendo la otra persona. Desde ahí es muy difícil construir.
–¿Cuál es el indicador de que hay que tirar la toalla?
–Cuando se nota que en vez de necesitar ayuda para seguir, lo que se necesita es ayuda para separarse. Pero si yo no veo temas de violencia o percibo que la relación es mala para la salud mental, no voy a sugerir nunca que la pareja se separe. A veces, en el proceso, ellos mismos se dan cuenta de que no quieren seguir.
–¿La infidelidad?
Es de los peores traumas que puede vivir una pareja. Una infidelidad es la persona a la que quieres siendo deshonesta. Es un tema muy recurrente en terapia de pareja. El cerebro cruje con eso porque el trauma se queda anclado en la memoria a corto plazo. Y para las personas traumatizadas, el tiempo no pasa de la misma manera. Aunque puede que hayan pasado tres años, es como si estuviera pasando en el aquí y en el ahora.