Andrea Dueñas, de 19 años, estudia el grado superior de Mediación Comunicativa. Volvía a su casa en Málaga desde Sevilla, donde había ido a pasar el día por ocio. Todo iba bien. El tren va haciendo sus paradas en los pueblos y en un momento dado, recuerda que el maquinista avisó por megafonía de que ya iban por Antequera.
Publicidad
Fuera, todo estaba oscuro, pero a pesar de eso pudo apreciar que venía otro tren. Además, ella viajaba en el último vagón de la composición que llevaba pasajeros a bordo, ya que detrás iba otra pero sólo enganchada, en vacío. «Notamos que el tren dio un golpe por detrás de nuestro vagón, se salió de la vía y volvió a encajar».
Ahí se paró en seco y comenzó la pesadilla. «Fue horrible, estoy muy cansada», se lamenta. El único que se interesó por ellos fue el maquinista, que les dijo que había habido una colisión y recorrió los vagones para preguntar si había heridos.
Por lo demás, no había interventores ni otro personal de Renfe a bordo. «La atención fue pésima», denuncia. Primero, estuvieron mucho tiempo esperando dentro de tren. «Las puertas estaban bloqueadas pero un chico rompió uno de los sistemas de emergencia y abrió; ahí ya pudimos salir y fuimos al bar de la estación». Andrea Dueñas asegura que había personas que tuvieron que ser atendidas por crisis de ansiedad. «Vi a una mujer en una ambulancia con golpes en las manos, y a un niño con una pequeña brecha en la cabeza».
Estuvieron tres horas esperando y en todo ese tiempo, denuncia que nadie de Renfe se interesó por ayudarles. «No nos dieron agua ni comida, no hubo nadie para atendernos y todo el mundo se pagó de su bolsillo lo que pidió». Primero dijeron que venían autobuses; y luego que irían en otro tren, que tardó una hora en llegar. Sólo los Bomberos se encargaron de atenderles en el primer momento, primero para ayudarles a subir al andén con una silla de plástico del bar; y luego hicieron un puente para cruzar de un tren al otro. Finalmente, llegaron a Málaga a las dos menos cuarto de la mañana. «Esas horas que hemos pasado no nos las paga nadie».
Publicidad
Los escasos vecinos de la zona de El Chorro se movilizaron para ayudar a las víctimas del accidente. Por casualidad, entre los residentes había una psicóloga que pudo prestar los primeros auxilios a los que estaban más alterados por la angustia y el miedo.
Miguel Garrido cuenta que estaba pasando unos días en casa de sus suegros. «Alrededor de las nueve y media, nos estábamos preparando para cenar cuando oímos un ruido muy fuerte procedente del tren. Enseguida supimos que no era normal, salimos corriendo y vimos que uno de los trenes había descarrilado».
Publicidad
Garrido describe «una humareda, por el polvo, pero no fuego», así que él y sus familiares entran a los trenes para intentar tranquilizar a la gente. «Vimos que había heridos leves, intentamos echar una mano hasta que llegaron la policía y los bomberos, que aparecieron muy rápido». «Se vivieron momentos de mucho susto, la gente no sabía qué había pasado y tenían muchas preguntas. Por suerte, no fue a más y solo fue un susto».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La explicación al estruendo que sobresaltó a Valladolid en la noche del lunes
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.