Borrar
Varios adolescentes participan en un taller de Retórica organizado por ASA Málaga en la UMA. Foto: Migue Fernández | Vídeo: R. Aparicio y E. Miranda
Educación

Mi hijo tiene altas capacidades: «¿Y ahora qué?»

En Málaga hay más de 5.700 alumnos con habilidades o talentos intelectuales por encima de la media. Sus necesidades específicas empujan a las familias a buscar ayuda fuera del sistema

Sábado, 9 de diciembre 2023, 00:07

En sus primeros años de vida Ignacio apenas articulaba palabra. Monosílabos si acaso: 'sí', 'no' y algún que otro 'bueno'. Poco más. Un día, ya con cinco velas sopladas, calmó el llanto (y preocupación) de su madre con una frase completa: «Mamá, no hablo porque no me hace falta», espetó. La anécdota de este rondeño ahora adolescente retrata a la perfección el desconcierto inicial que supone para la mayoría de las familias adentrarse en el universo de las altas capacidades intelectuales (ACI). En el caso de Álvaro, otro joven malagueño de 18 años, también hubo un punto de inflexión en forma de grito de auxilio cuando aún estaba en Infantil: «Mamá, llévame al médico, algo me pasa: nadie me entiende». En estos hogares, como en muchos otros, pronto notaron que sus hijos sentían, vivían y aprendían de una forma diferente. «No es ni mejor ni peor, sencillamente se posicionan en el mundo de manera distinta», intenta clarificar Ana Izquierdo, madre y miembro de la junta directiva de la Asociación Malagueña para el Apoyo a las Altas Capacidades Intelectuales (ASA Málaga), que lleva 27 años dando visibilidad y atendiendo las necesidades del colectivo.

Las altas capacidades tradicionalmente se han relacionado con un coeficiente intelectual muy alto o ser 'superdotado', pero el término es más amplio y abarca talentos o aptitudes por encima de la media. Incluyen tanto al alumnado que presenta superdotación intelectual como aquellos con talento simple (elevada aptitud o competencia en un ámbito específico) o talento complejo (en más de tres ámbitos).

En Málaga, en el último curso, 5.750 estudiantes han sido calificados como alumnos con ACI. Es un grupo muy heterogéneo, no existe un patrón definido. Los hay precoces en el aprendizaje, muy creativos o extremadamente perfeccionistas. El rendimiento académico de algunos es brillante mientras que otros saben lo que es el fracaso escolar, los problemas de adaptación o incluso el acoso en el aula. Por eso la primera gran pregunta que se hacen muchas familias cuando descubren que tienen un hijo con altas capacidades es: «¿y ahora qué?».

  1. El papel del orientador

    «Al principio es normal tener miedo, entrar en 'shock'»

«Lo primero que hacen los padres es asustarse mucho». Responde a la pregunta Yolanda Rueda, orientadora de Secundaria y evaluadora de ASA Málaga, que engloba actualmente a 647 familias. «Los padres necesitan tener información. A medida que empiezan a conocer este mundo se van dando cuenta de que muchas cosas que hacían sus hijos son naturales en estos niños», dice Rueda, que también es madre de dos niños de altas capacidades. «De repente tienes un niño de dos o tres años que te hace un razonamiento lógico propio de un adulto y un momento después se te tira al suelo y tiene una pataleta. Y dices: '¿qué está pasando?'; te quedas descolocado».

Esa confusión inicial hace que muchas familias se acerquen a ASA a buscar el apoyo y la compresión de otros padres y madres que pasan por lo mismo. Uno de los primeros consejos pasa por superar el recelo o bloqueo inicial. «Hay que quitarse los mitos de encima y aprender rasgos de personalidad: cómo aprenden, cómo sienten, cómo viven ellos la amistad… Hay muchas cosas distintas sobre las que los padres se tienen que formar», insiste la experta.

Migue Fernández

El primer filtro para detectar las altas capacidades, además de los propios familiares, suele ser el colegio. Los profesores pueden solicitar la evaluación psicopedagógica del menor, que estudiará si esos indicios se cumplen o no. También hay unas pruebas estandarizadas o test que ayudan a esta evaluación. En el caso del protocolo que se establece en Andalucía, estos cuestionarios se pasan en junio a los alumnos del último curso del segundo ciclo de Educación Infantil y de sexto de Primaria, así como a sus tutores en el colegio y a las familias.

Las altas capacidades están consideradas como necesidades educativas especiales, con medidas específicas como la adaptación curricular o la aceleración de curso. Pero si el sistema tiene dificultades para ayudar a los estudiantes que no llegan a los conocimientos mínimos, lo mismo ocurre con los que están por encima de la media.

  1. La ayuda de la asociación de familias

    «Estos estudiantes necesitan muchos estímulos y que sean de su interés»

En esa dificultad de ser diferente, de aprender más rápido, el encontrarse con otras personas en similar situación ayuda mucho. Ese es en gran parte el papel que desempeña ASA Málaga. La organización trabaja en tres vías principales: la acogida de familias, los talleres para niños y familias y la formación de profesorado. Poder dar una atención complementaria a esos niños centra muchos de sus esfuerzos: «Necesitan ser escuchados. Tienen una forma de pensar y de actuar quizá diferente al resto de niños, pero sobre todo son niños», matizan desde la organización.

Para entender lo que se hace en ASA lo más efectivo es acudir a sus talleres, que se celebran viernes y sábado en las aulas de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicación de la Universidad de Málaga, colaboradora de vital importancia de la asociación. Llama mucho la atención ver las instalaciones universitarias ubicadas en Teatinos llenas de niños o adolescentes usando los espacios que durante la semana ocupan los futuros ingenieros. Allí se imparten talleres de filosofía, arquitectura, arte o medicina, pero también de manga, de programación de videojuegos o de fotografía creativa. Un viernes puede haber 200 alumnos en los talleres de 'Teleco' y los estudiantes van «encantados» pese a llevar toda la semana de clases convencionales.

«En el actual sistema se atiende mucho más a quien va un poquito por detrás que a quien va un poquito por delante. Nosotros lo que le damos es algo extra para que puedan seguir formándose, cosas que les motiven», explica Pedro J. Plaza González, profesor de los talleres y responsable de la sección juvenil de ASA. «Un estudiante de altas capacidades no es necesariamente un niño que sabe mucho, es un niño que aprende muy rápido. Lo que necesitan son muchos estímulos y que sean de su interés», comenta. «En contra de lo que se pueda pensar por el prototipo que se ha instaurado por películas o series de televisión, estos niños son muy humildes, no tienen una actitud altiva o repelente. Es un placer trabajar con ellos porque uno entra pensando que viene a enseñar y se va aprendiendo».

  1. La experiencia de los padres

    «Lloré cuando nos dieron el resultado del informe»

Isabel Teba y Rafael Castillo tienen dos hijos con altas capacidades. SUR

Isabel Teba y Rafael Castillo tienen dos hijos con altas capacidades: Daniel, de 14 años e Irene, de 11. El mayor desde bebé no paraba quieto, en sentido literal. «Era distinto desde que nació pero no lo queríamos ver», se sinceran. Su mente, su necesidad de explorar el mundo y su intensidad parecía no tener límites. «No dormía apenas, buscaba estímulos sin descanso, cogía libros aunque no supiera leer. Se caía de la cuna al escaparse para investigarlo todo», recuerda este matrimonio que se desplaza desde Lucena (Córdoba) a la capital malagueña viernes alternos para asistir a los talleres que organiza ASA. Con ocho años las notas y razonamientos de su hijo reflejaban una madurez que se daba de bruces con su extrema sensibilidad: «Lloraba mucho con películas, nos sorprendía lo sensible que era».

En el colegio les propusieron evaluar a Daniel y, aunque al principio se mostraron reacios, finalmente accedieron. «Lloré cuando nos dieron los resultados del informe», reconoce Isabel. «Los padres también debemos hacer una parte de crecimiento personal grande para aceptar la alta capacidad y entender que no es ponerle una etiqueta, es saber lo que necesita tu hijo para ayudarle mejor», continúa Rafael.

Por motivos de traslados familiares, sus hijos han estado en varios colegios. En algunos centros ambos se integraron mejor que en otros, donde su alta capacidad resultaba más «peculiar». «En clase, mientras la profesora repetía la lección que él ya sabía, adelantaba páginas del libro a escondidas para no aburrirse. A veces le reñían por no estar atento», cuentan. Con su hija menor las cosas fueron más fáciles por el camino ya andado con el hermano. «Como hacen muchas niñas, se camuflaba de pequeña. La alta capacidad en chicas se registra menos por eso. Ella se regulaba y se integraba mejor». Recuerda su padre que Irene comenzó a hablar desde muy pequeña, antes de los dos años, con una fluidez y claridad evidente. Pese al abismo inicial, el matrimonio recomienda evaluar para salir de dudas si existen indicios. «Nuestros hijos ahora son felices. Saben qué les pasa, su potencialidad. Saben que son distintos sí, pero también que eso se puede tratar con naturalidad».

  1. El testimonio de los alumnos

    «Los profesores no hacen más que cargarte con más deberes»

Migue Fernández

Viernes, 17.00 horas. Arranca el taller de retórica para una quincena de adolescentes con un debate de rigurosa actualidad: ¿Deberían tomarse medidas ante el avance de la inteligencia artificial? «Estas clases son una forma de expandir tu conocimiento, pero también un lugar seguro donde poder expresarte libremente con gente como tú, sin que te juzguen», coinciden varios alumnos, que reconocen la lucha por encajar en sus institutos donde el desconocimiento, cuentan, es absoluto. «Creen que tienes que ser el más listo, sacar un 10 en todo: no ven más que lo estrictamente académico», explica Elena, de 16 años. «Hay profesores que lo único que hacen es cargarte con deberes o decirte lo decepcionado que están si sacas un 7 en una materia que a ti no te motiva», argumenta otra alumna. «Tu integración depende de cómo lo lleves tú, del ambiente de tu clase. Cuando era pequeña me costó mucho, había muchos prejuicios, pero aprendes a conllevarlo contigo mismo y al final lo reflejas a los demás», agrega Elena. Para ellos, ser conscientes de sus altas capacidades fue más un alivio que una losa. Les ayudó a entenderse a sí mismos. «Una vez que lo sabes comprendes muchas cosas que antes no entendías o no te dabas cuenta», sentencia Hugo, de 16 años y que también forma parte de esa especie de familia que se ha creado en ASA Málaga.

Más información sobre las altas capacidades:

Documentos y recursos de la Junta de Andalucía

Web de la asociación ASA Málaga

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Mi hijo tiene altas capacidades: «¿Y ahora qué?»