De Hawái a Málaga para buscar las huellas de sus bisabuelos

SUR Historia ·

Miles de andaluces partieron en 1907 a la isla del Pacífico para trabajar en sus plantaciones. Susan Tavares, descendiente de aquella emigración, viaja a Cuevas de San Marcos para encontrar a su familia

Viernes, 15 de junio 2018

Su madre siempre quiso viajar a Málaga. Pero nunca encontró la oportunidad. Pero como tantas cosas en una familia, los sueños también se heredan. Y así fue como la estadounidense Susan Tavares-Kenney, recibió aquel legado cuando su progenitora, Martha Fernández, falleció en Maui (Hawái, ... Estados Unidos) en agosto de 2016. A casi 13.000 kilómetros de distancia, lo de Málaga le sonaba a una lejana Europa de la que procedían sus antepasados. Le habían contado que, en 1907, sus bisabuelos María y Esteban formaron parte del pasaje del barco SS Heliópolis que partió del puerto de la ciudad con miles de andaluces para trabajar en las plantaciones de la caña de azúcar de la isla del Pacífico. Y cuando Martha vio que la edad ya no le dejaría hacer aquel viaje a sus orígenes, le hizo un encargo a su hija. «Me pidió que le trajera una concha o piedrecillas de la costa de Málaga», explica Susan, la cuarta generación de la familia Benítez Molero que ha llegado hasta Cuevas de San Marcos siguiendo la huella de su familia. Y buscando ese trozo de tierra que su madre tanto deseaba.

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La historia de Susan Tavares-Kenney arranca hace más de un siglo cuando la pobreza y las dificultades económicas empujaron a sus bisabuelos, Esteban Benítez y María Molero, a abandonar el pueblo malagueño. Se habían casado en 1889, pero la vida en el campo solo daba para la supervivencia, por lo que la pareja se mudó a Cádiz con el objetivo de prosperar. Después pasaron por Chiclana de la Frontera y Fuengirola, donde en 1901 nació Rosario Benítez Molero, la quinta hija de la pareja y la abuela de Susan. En 1907 volvieron a Cuevas de San Marcos para despedirse de sus allegados. Estaban y María habían decidido embarcarse a Hawái para buscar un futuro mejor para ellos y sus cinco hijos. «Fue la última vez que vieron a su familia. Metieron sus pertenencias en un baúl grande y se embarcaron en un viaje que cambiaría el curso de sus vidas y la de sus descendientes para siempre», relata la estadounidense, que no llegó a conocer a sus bisabuelos, pero sí a su abuela Rosario.

Foto superior: Esteban Benítez y María Molero, en Hawái en el año 1934. Segunda imagen: El barco SS Heliópolis, en 1907, fecha del viaje que llevó a miles de familias andaluzas a las islas del Pacífico. Abajo: La estadounidense Susan Tavares, en la casa en la que nació su abuelo Esteban en Cuevas de San Marcos.

«Ella me contó que sus padres, Esteban y María, y sus hermanos eran de Málaga y entonces comencé a preguntarme acerca de este lugar de origen», recuerda Susan, que rememora a su abuela contándole historias en inglés «rociadas con un poco de español». Durante el viaje, Rosario tenía apenas seis años, pero recordaba el «gran barco» en el que hicieron la travesía y algunas escenas costumbristas como «las mujeres que lavaban la ropa en los arroyos y fuentes de las ciudades con grandes tortas de jabón marrón casero que les ampollaban las manos». La pobreza y la falta de recursos también se quedaron grabadas en la memoria de aquella niña emigrante que contaba haber visto a «una madre sumergir un trapo en un café mezclado con un poco de leche y luego mojar los labios de su bebé para calmarlo».

«Somos familia»

Titulada en Ciencias Bibliotecarias por la Universidad de Hawái, la nieta y biznieta de malagueños comenzó por rastrear la huella de su familia en Internet y en archivos digitales. Fue entonces cuando encontró el nombre completo de su bisabuelo, Esteban María Benítez Gómez, en un árbol genealógico. Escribió un correo electrónico a la autora de aquel documento, Concepción Terrón, en el que le hablaba de la búsqueda de su familia después de que sus antepasado dejaran Málaga en 1907 rumbo a Hawái. «Me respondió al día siguiente con emoción diciendo: 'Somos familia'», cuenta la norteamericana, que acababa de encontrar a una prima tercera. En aquel momento supo que su viaje a España era ya inevitable.

María Molero y Rosario Benítez, bisabuela y abuela de Susan Tavares-Kenney. La foto está tomada poco después de llegar a Hawái a comienzos del siglo XX

Hace unas semanas, Susan Tavares veía desde el avión aquella Málaga que tantas veces había imaginado. «Me maravillé de los edificios construidos en la costa y pensé que esa no fue la visión que tuvieron mis parientes que se fueron en 1907», señala la estadounidense que, junto a su marido Marty Kenney, ha vivido una emocionante experiencia difícil de describir. En Málaga se encontró con José Mateo, autor de un blog sobre Cuevas de San Marcos y que le facilitó datos y detalles a Susan antes de su viaje, al igual que el investigador malagueño Miguel Alba, autor del libro 'SS Heliópolis. La primera inmigración de andaluces a Hawái 1907', que también ha ayudado a la descendiente de Esteban y María a recomponer el puzzle de su historia familiar.

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Susan Tavares-Kenney (con camisa naranja), en Cuevas de San Marcos, con los primos que la recibieron en el pueblo de sus antepasados.

Pisar las mismas calles

Tras conocer la ciudad y el puerto del que salieron sus bisabuelos y su abuela, Susan y Marty se dirigieron a Chiclana donde vive su prima Conchita Terrón. «Nos abrazamos y lloramos como si viviéramos no solo nuestro encuentro, sino el de todos nuestros ancestros fallecidos», cuenta sin ocultar su emoción. Ya juntas afrontaron la última y más importante etapa del viaje: regresar a Cuevas de San Marcos. Y lo que allí le esperaba, Tavares-Kenney nunca lo pudo imaginar.

«Nos recibieron con abrazos y besos en las mejillas -como es costumbre en España- y hasta la concejala Ana Doblado vino a saludarnos», explica la estadounidense, a la que le decían que muchos de los que le daban la bienvenida eran también primos suyos. Después la llevaron a conocer la casa en la que nació su bisabuelo Esteban y la modesta residencia en la que vivió con su mujer María después de la boda. «No había sido reformada, así que tuve una idea real de lo que fue su hogar», recuerda Susan Tavares-Kenney que asegura que se sentía «privilegiada de caminar por las calles empedradas que pisaron mis bisabuelos y sus hijos».

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La vuelta fue festejada con un almuerzo muy concurrido, en el que estuvieron presentes muchos de sus 'nuevos' primos, como Antonio Benítez y Antonio Terrón, que hizo de traductor del inglés al español y viceversa. Una acogida que esta hija pródiga jamás hubiera soñado. Ni el cariño. Ni los encargos. Porque le pidieron que aprendiera español para la próxima visita. Susan ya tiene previsto volver en el verano de 2019. Porque como ella dice: «Me sentí como si estuviera volviendo a casa». Un hogar que ahora la ha acompañado de vuelta a Hawái. Con las fotos y con esas piedrecillas que le debía a su madre.

Marty Kenney y Susan Tabares, junto a María José Mérida y José Mateo, en Gibralfaro.
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