Después del primer ataque del ejército ruso, Ezequiel Navarro supo que las consecuencias para la economía de la provincia iban a tener un mayor alcance de lo que muchos creían. Una semana ha bastado para darle la razón.
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El consejero delegado de Premo, la empresa ... malagueña de componentes para automóviles, reconoce que ahora pasa mucho tiempo leyendo periódicos y con el oído pegado a la radio. «Dos de cada tres coches que circulan en Europa llevan alguna pieza de Premo», señala. Ucrania es clave para la industria del automóvil. Nutre a los fabricantes de cables. Si esos cables no llegan, se paralizan las cadenas de producción. Si Audi deja de producir coches se frenan automáticamente los pedidos de Premo. Hay más. El coste de la luz, el combustible o las materias se han desbocado porque Rusia es uno de los principales suministradores de gas y petróleo para Europa, mientras que Ucrania es uno los principales productores de cereales y aceite de girasol. Si a este contexto se le suman los efectos negativos de dos años de pandemia, aparece un horizonte tenebroso para la economía de la provincia que amenaza la ansiada recuperación económica.
Para entender lo que está pasando, hay que partir del contexto de una economía globalizada en la que la que diferentes países aportan distintos elementos a la cadena de suministros. Hasta hace una semana, la mayoría de arnés de cables se fabricaban en Ucrania. Estos arnés son el sistema nervioso de los coches modernos. Unos 60 kilos de cable atraviesan cada vehículo y regulan los sistemas de asistencia a la conducción. Sin arnés de cables no hay coches, por lo que el cierre de las fábricas en Ucrania no ha tardado en hacerse notar. Los grandes del sector, entre ellos Volkswagen, Audi, BMW o Renault, ya han eliminado turnos y están anunciando nuevos ERTE. Si los fabricantes de automóviles paran sus máquinas, como en un efecto dominó, una pieza hace caer a la siguiente y Málaga también se tambalea. «Los principales fabricantes han parado sus plantas y las entregas a Rusia. El más afectado es Renault, que ha perdido el 25% de su valor en bolsa por culpa de la guerra», explica Navarro.
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Esto no es el único ingrediente de un cóctel que empieza a ser veneno para la economía. Si fuera solo por las ventas resquebrajadas en Rusia y Ucrania, el daño para la economía malagueña sería delimitable. Para los exportadores locales, estos dos países representan lo que un enano para la balanza comercial. Pero el panorama cambia de manera radical en cuanto a la dependencia que tiene Europa de Rusia y el efecto que la misma tiene sobre el precio de la luz y del combustible. «La energía está por las nubes y las materias primas al alza. Buena parte del acero europeo está en manos de Rusia y Ucrania», analiza Navarro.
Ante la pregunta si es optimista, reconoce que le cuesta serlo estos días. Intenta contrarrestar en lo que puede, aunque la sensación de echar una gota de agua sobre el océano se extiende. Para encausar los costes de producción, en Premo se van a volcar en lograr la independencia energética: «Vamos a evaluar la instalación en todos nuestros centros. No solo de paneles fotovoltaicos, que ya están en marcho, sino también de pequeños aerogeneradores».
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Hay más. Lo que son los arnés de cables para los coches, lo es el maíz para el sector de la industria agroalimentaria. Aporta más del 20% al PIB de la provincia. Fuentes del sector de los fabricantes de piensos de la provincia confirman a SUR que están sufriendo un «sobrecoste en la producción por el alza que está teniendo el cereal para producir el pienso». Las mismas fuentes hablan de subidas entre el 60% y el 65% desde que estalló el conflicto.
Guillermo Beltrán, adjunto a la dirección de Famadesa, es uno de los empresarios afectados. Si hay algo que ha aprendido en la última semana, es que apenas bastan unos días para romper cadenas de suministro que parecían imperecederas. Menos aún para que los costes de producción se vayan por las nubes. «El efecto del precio de la luz, en una empresa como la nuestra, donde han de mantenerse conectadas las cámaras de refrigeración, es descomunal», asevera.
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Cuando Beltrán mira por la ventana de sus despacho hay otra cosa que le produce dolores de cabeza: una flota de camiones. Famadesa cuenta con unas 100 cabezas tractoras propias que requieren de combustible. Una visita a la gasolinera basta para saber que aquí alberga otro problema que afecta a la gran mayoría de empresas. La guerra ha elevado el precio de la gasolina hasta cuotas nunca vistas en España. Desde que empezó el conflicto, el litro de gasolina súper ha subido más de 20 céntimos, el del diésel incluso más de 30. Los efectos de la guerra de Ucrania anclan sobre unos precios para el combustible que ya se encontraban en niveles de récord antes de que parte del continente europeo volviera a convertirse en un campo de batalla. «El precio del gas afecta de manera importante, pero de modo acusado, es en el diésel donde vemos con preocupación la situación actual», dice Beltrán.
Sergio Cuberos es el presidente de la Cámara de Comercio de Málaga. Durante la conversación con este periódico, repite tres veces que la situación es alarmante: «Ya no podemos hablar de subidas, estamos hablando de disparates», contesta cuando se le pregunta por el incremento de la luz y de los combustibles. No duda en asegurar que para muchas empresas, sobre todo para pymes, ya hay que hablar de crisis existenciales: «Pongo el ejemplo de una pequeña panadería que tiene que tener el horno puesto toda la noche. Es imposible que pueda trasladar el incremento del coste de la producción al consumidor final». El ejemplo de la panadería, asegura, también sería extensible al resto de empresas que operan en el sector servicios.
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El sector del transporte malagueño califica la actual situación directamente de «insostenible». El presidente de transporte de Apetam y Fedintra, Antonio Vázquez Olmedo, dibuja un panorama negro: «La situación es tremenda. Están los autobuses para no salir. Y a eso hay que sumarle que venimos de estar dos años parados».
El presidente de la Asociación de Hosteleros de Málaga (Mahos), Javier Frutos, soñaba con que el 2022 iba a ser el año de la recuperación para un sector que ha sufrido como ninguno las consecuencias del coronavirus. Ahora empieza a temer otro año lleno de curvas. «Ya veníamos sufriendo en los últimos meses una escalada de precios que iba contra la facturación y ganancias de las empresas y que ahora se está multiplicando. Además, se está notando la escasez de productos básicos para la actividad, como el aceite de girasol, que es usado a diario por muchos negocios para freír. La luz rompe récords a diario y eso es muy negativo», lamenta.
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Estos ejemplos muestran la fuerza con la que impacta la guerra en la economía. Todo el territorio de Ucrania, exportador de materias primas importantes para empresas malagueñas, se ha convertido de un día para otro en un campo de batallas. Por las sanciones, Rusia queda prácticamente eliminada como socio comercial.
Cadenas de suministro alteradas, materias primas caras y costes de producción desbocados. Después de dos años de pandemia, la economía malagueña corre el peligro de tambalearse a la siguiente crisis. Si Putin, en su furor, decidiera cerrar del todo sus oleoductos y gasoductos, el panorama se pondrá más oscuro aún. Un término que a duras penas se recuerda de los libros de historia empieza a sonar: estanflación.
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El economista malagueño Alberto Montero asegura a SUR que se trata de «una mezcla tóxica para la economía». Un crecimiento económico estancado choca con una alta inflación. «El Banco Central Europeo», señala, «debe impedir este escenario con una política de estímulos». Elevar los tipos de interés, como estaba previsto, sería para Montero un suicidio.
El presidente de Dcoop, Antonio Luque, no cree en una contención de precios a corto plazo, aunque la guerra llegue a un fin pronto. «Va a subir todo», augura y apela a que esta crisis debe servir para que los países vuelvan a ser autosuficientes. «Si aún vendiendo caro porque los costes de producción están disparados no se obtiene rentabilidad… pues tenemos un problema», sentencia.
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