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Juan Carlos Girauta (Barcelona, 1961) acude a Málaga como invitado a los cursos de verano que organiza el instituto Juan de Mariana en la capital. ... Retirado de la política institucional, el ex de Ciudadanos está volcando en la escritura. Acaba de publicar 'Sentimentales, ofendidos, mediocres y agresivos' (Sekotia). Un alegato a dar la «batalla cultural contra la neoizquierda». Atiende a SUR y no rehuye a hablar también de Ciudadanos.
–¿A qué hora suena el despertador de Juan Carlos Girauta?
–Pues mucho más tarde que antes. Ahora le he cogido el vicio a escribir por la noche y eso es insuperable. Cuando nadie te molesta. Si por algo me tengo que levantar como la gente normal, sí pongo el despertador.
–¿Cómo es un día rutinario?
–Hago algunas gestiones personales por la mañana. Aprovecho para ir de compras. Después de comer me pongo a escribir un rato. Muy comúnmente, sobre todo en los últimos tiempos, voy a Madrid para alguna reunión de trabajo. Ya, después de cenar, me pongo a escribir en la biblioteca, en un silencio absoluto, solo interrumpido por la música clásica. Esas horas son de extraordinaria creatividad.
–¿Se ha enterado de la dimisión de Adriana Lastra?
–Eso he leído, sí. Si son asuntos personales, yo no digo nada porque de la vida personal yo no tengo nada que decir. Políticamente, no ha aportado nada.
–En política hoy eres alguien y mañana ya eres polvo del pasado. ¿Es así cómo funciona?
–Creo que depende de lo que uno haga uno en política. Nosotros teníamos un proyecto para regenerar España. Nos pusimos a ello. Cuando el electorado nos retiró su confianza, nos marchamos. Otros se quedaron ahí. Para nosotros nunca se trató de estar en política como profesión. Se trataba de regenerar España. Cuando vimos que nos dejaron en diez diputados y que, por lo tanto, fuéramos un partido bisagra, nos marchamos. Eso no coincidía con lo que nosotros queríamos. Y mucho más tranquilos.
–¿La política exige mucho?
–Mucho más de lo razonable. A nivel físico y a nivel mental. Hombre, imagino que habrá formas más descansadas de dedicarse a la política. Si eres un diputado del montón, seguro que es muy cómodo. A mí me exigía mucho. Lo haces porque tienes el objetivo ambicioso de hacer algo bueno para tu país. Pero siempre tienes la lupa puesta.
–¿Vivió su salida como un alivio?
–Absolutamente. Supuso una liberación.
–¿Quién se acuerda a estas alturas de Pablo Casado?
–Yo me acuerdo porque le tenía mucho afecto personal. Desde luego, los suyos no lo recuerdan.
–¿Y de usted y su paso por Ciudadanos?
–Hay mucha gente que me saluda por la calle. Tengo la sensación de que, cuando nos castigaron electoralmente, no querían que desapareciéramos de la política. Lo que pasa es que algunos ese mensaje solo lo recibimos una vez.
–Las empresas, cuando les va mal después de un éxito, suelen mirar a sus principios fundacionales. ¿Cree que Ciudadanos debería hacer eso?
–Lo que quedó al marcharnos media ejecutiva permanente se siguió llamando Ciudadanos, pero no tenía nada que ver con Ciudadanos. Nosotros nunca habríamos hecho un pacto para presentar una moción de censura contra nuestros socios en Murcia para tener una presidencia y compartirla con el PSOE. Ese partido lleva el mismo nombre, pero es otro distinto.
–¿El proyecto de Ciudadanos es todavía viable o cree el espacio que aún tiene será ocupado por otro partido?
–Ciudadanos está muerto. Ese espacio lo cubrirá el PP y hace bien. Con dos partidos en el espacio que tiene que arrebatarle el poder al 'sanchismo' es más fácil. Es más fácil con dos que con tres.
–¿No es paradójico que, existiendo más espacio en el centro que nunca, Ciudadanos no encuentre ese hueco?
–Porque no se le identifica como un partido de centro y por eso no lo va a votar nadie. Se le identifica como un partido que ha apoyado al 'sanchismo'.
–¿La cualidad de un partido bisagra no es el de tender puentes hacia la derecha y hacia la izquierda? Es justo lo que hace el FDP en Alemania, que ahora siempre se pone como ejemplo a seguir en Ciudadanos.
–Con cero mucho bisagra no puedes ser. Nosotros queríamos regenerar España, no ser un partido bisagra. Algunos dicen que quieren ser un partido bisagra y el premio que obtienen es cero, cero, cero, cero…
–¿Inés Arrimadas es más una buena comunicadora que una buena estratega o directora de un partido?
–No quiero hablar de ella.
–¿Cree que debería haber dimitido a estas alturas?
–Vamos a ver. ¿Estaba en la ejecutiva permanente cuando caímos de 57 diputados a diez? Sí. ¿Por qué no se fue? Se fue Albert. Se fue Villegas. Se fue Fernando de Paramo. Se fue Hervías. Me fui yo. ¿Por qué se quedaron el resto de miembros de la ejecutiva permanente que eran responsables de las mismas decisiones porque se votaron por unanimidad? ¡Por unanimidad!
–A Guillermo Díaz le han encargado la misión de contribuir a la refundación de Ciudadanos. ¿De verdad que no le otorga la mínima posibilidad de conseguirlo?
–Guillermo no solo es mi amigo sino que es una persona extraordinaria. En lo personal, en lo intelectual y en lo político. Es un erudito de la música, de la historia, de la guerra, del cine, de la mitología. Es un tipo inmenso. Dicho esto, a él le han encargado la misión de refundar el partido. Yo creo que no se puede hacer. Pero si alguien puede hacer el milagro, ese alguien es Guillermo.
–Aquí en Málaga se ha producido el trasvase de algunos afiliados a Vox. ¿Le veremos a usted algún día en el partido de Santiago Abascal?
–A mí no me van a volver a ver en política. En política profesional. Me van a ver en política siempre desde la guerra cultural, desde la producción intelectual. Ya le he dedicado cinco años de mi vida a la política profesional y no le voy a dedicar más a eso.
–Si mañana hubiera que acudir a las urnas para una elecciones generales, ¿qué partido votaría?
–Pues no lo sé. No sé si votaría al PP o a Vox. Pero sería uno de los dos porque son los únicos partidos que no están dispuestos a formar bloque con el sanchismo.
–Usted ahora publica un ensayo llamado 'Sentimentales, ofendidos, mediocres y agresivos'. ¿Esos adjetivos son los que describen a la actual sociedad española?
–No. Estos adjetivos describen a las víctimas de la neo-izquierda. A los jóvenes que son manipulados por la nueva izquierda, que no tiene mucho que ver con lo que era la izquierda hace quince o veinte años. La nueva izquierda es reaccionaria, es oscurantista y contraria a la ciencia. En concreto, a la teoría de la evolución. Y está siempre ofendida y dispuesta a hacerte callar por la fuerza.
–Lo comienza con una dedicatoria a las «almas libres». ¿Cree que realmente fuimos educados para ser libres?
–Deberíamos ser educados para la libertad porque el hombre es libre. Luego viene lo que se ha llamado la servidumbre voluntaria. Hay muchas razones por las cuales las personas ceden su libertad. La más estúpida de todas es aquella que es típicamente de los jóvenes: adscribirse a causas por razones sentimentales.
–Estamos viendo como 77 años después de la Segunda Guerra Mundial vuelven a caer bombas en el continente europeo.
–La invasión de Ucrania es una cosa terrible. Es una violación de legalidad internacional y una salvajada. A mí me provoca una auténtica desazón como tantos generales en el retiro manifiestan su comprensión hacia Rusia. Es algo que me da mucho que pensar. Dicho esto, la guerra de Ucrania ha sido un baño de realismo. En primer lugar para Alemania, que se había puesto tontamente en las manos de Rusia.
–Los países europeos han tomado partida incondicional contra Rusia. Hasta no hace mucho, se podía ver a Merkel y a Putin sentados en una misma mesa.
–Merkel fue tenido por un personaje que representaba la sensatez. Pues esta señora tan sensata puso a Alemania en manos de Rusia en términos energéticos.
–La dependencia energética que tiene Alemania de Rusia es total. Los gaseoductos Nord Stream y Nord Stream 2 son la viva prueba de ello. ¿Cree que es justo que la Unión Europea ahora pida recortes energéticos a todos los países miembros, aunque la dependencia de Rusia no sea la misma?
–Hacemos muy bien en cabrearnos. Pero, además de cabrearnos, deberíamos exigir responsabilidades a quienes los tienen. La gente va a tener que restringir el consumo de energía porque no la va a poder pagar. Pero están los principios. Y si se puede invadir un país y cometer crímenes de guerra sin consecuencias, son mentira todos los fundamentos de la Unión Europea.
–Usted ha reivindicado antes el valor de la libertad. ¿No es un concepto que se asocia tradicionalmente con la izquierda?
–Eso es un gravísimo error. ¿Qué libertad había en la URSS? ¿Qué libertad hay en China? ¿O en Camboya?
–Pero miremos al continente europeo. Willy Brandt, uno de sus baluartes históricos de la socialdemocracia, por ejemplo, dejó escrito que «la libertad es más importante que todo lo demás».
–Los socialdemócratas de aquella época estaban en lo que yo reivindico. Lo que hoy se llama izquierda no tiene nada que ver con lo que llamábamos izquierda hace veinte o treinta años. En términos del espectro ideológico, resulta que la socialdemocracia ya ganó. Y como ya ganó, a la socialdemocracia le tocaba una de estas dos cosas. Hacer política incrementalista, que es muy aburrida y que no tiene épica. O entregarse a los que estaban apoderándose de la nueva épica en la izquierda, que son los neobolivarianos. Los discípulos de Ernesto Laclau, que son los que se han hecho con la hegemonía cultural hoy en día.
–Usted habla también de guerra cultural en su ensayo. ¿La verdadera guerra en estos momentos no es ver cómo lleno la nevera con una inflación desbocada?
–Eso es como decir que como voy a caminar si tengo que respirar. ¿Es que solo somos máquinas de comer? También somos seres éticos y pensantes. El combate se parece mucho. El combate es contra los mismos. Porque resulta que aquellos contra los que hay que hacer la guerra cultural son los mismos que, con sus políticas, sitúan a España como el país con más inflación de Europa. Y con más paro de la OCDE. El error de la derecha es creer que van a ganar solo hablando de la economía.
–¿Cree que las crisis, en general, suelen ser positivas a la postre? ¿Hacen evolucionar a la sociedades?
–Las crisis económicas son malas siempre. No solo son malas en la medida en que empobrecen a la gente. Dejan mucho talento fuera de lugar y fuera de juego durante mucho tiempo. Quiebran empresas que funcionaban bien. Además, las crisis son el caldo de cultivo para que prosperen los populismos. Son utilizadas por quienes tienen la hegemonía cultural. Por eso hay que quitar la hegemonía cultural a la izquierda. Porque ella provoca las crisis económicas y después sitúa la responsabilidad de esas crisis en otros.
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