LUCÍA VILLALBA PÉREZ
Málaga
Sábado, 18 de febrero 2023, 23:46
«Querido Christian: Soy tu ahijada Yuvarani, me alegro mucho de poder escribirte. Ahora estoy trabajando en casa y en la cocina para ayudar a mi familia». Así comienza esta carta, escrita desde una de las zonas más pobres de la India, la ciudad de ... Anantapur. Yuvarani, gracias a la Fundación Vicente Ferrer, tiene a Christian como padrino desde hace 10 años.
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Christian conoció a Yuvarani cuando ella solo tenía 4 años. Era la primera vez que este malagueño visitaba la India. La familia de la pequeña se hallaba con dificultades para alimentarla y para darle una educación. Desde el momento en el que Christian vio a esta niña quiso ayudarla y, a día de hoy, él mismo confiesa: «Yuvarani es el sentido de mi vida».
«Lo más bonito de todo esto es mantener una relación con ella. Me escribe cartas contándome cómo le va y yo le respondo cómo me va a mí también», estas palabras de Christian reflejan que los miles de kilómetros que les separan, entre España y la India, no son excusa para perder el contacto con Yuvarani.
Recientemente ambos se pudieron ver cara a cara. Christian viajó desde Málaga hasta Anantapur. El rinconero recuerda con mucha alegría el momento en el que su ahijada le mostró una caja que tenía llena de fotos de él. Yuvarani había guardado todas y cada una de las imágenes que le enviaba su padrino a través de mensajería postal. «Pensé que me estaban haciendo una cámara oculta cuando vi que tenía hasta una fotografía de mi mujer embarazada», confesó Christian con una voz llena de alegría, porque en aquel instante se dio cuenta del cariño que esta joven le tiene.
Christian no solo ayuda mediante el apadrinamiento, sino que además forma parte del escaso personal que trabaja desde España para la Fundación Vicente Ferrer. Y eso sin dejar la asociación de Brazadas Solidarias, con las que el malagueño se enfrenta a retos de natación. Sus baños en el mar son capaces de recaudar miles de euros con los que se financian proyectos que logran que en Anantapur se puedan cumplir las necesidades más básicas de una persona.
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Dar dos vueltas a la isla de Manhattan fue uno de los desafíos a los que Christian se enfrentó en 2016, convirtiéndose en el primer español en conseguirlo. Tras nadar durante un día entero en Nueva York, la asociación pudo recaudar más de 10.000 euros. El dinero fue destinado para la medicación y nutrición de mujeres con VIH. Este es Christian Jongeneel, un hombre que un día se levantó por la mañana y descubrió que Yuvarani era el sentido de su vida.
La Fundación Vicente Ferrer cuenta con tal transparencia que deja que cualquier persona pueda visitar los proyectos que se llevan a cabo en la India. La comida y el hospedaje son totalmente gratuitos durante cuatro días. Comprando un billete de avión con destino a Anantapur todo el mundo puede pasar a descubrir una nueva cultura, muy diferente a la europea.
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Álvaro Carrillo es un joven malagueño de 23 años que el pasado mes de diciembre pudo vivir en las mismas condiciones que los paisanos de Yuvarani, gracias esta iniciativa de la fundación. Para él este viaje a la India le empujó a plantearse muchísimas reflexiones. Cuando volvió a su casa sintió tristeza, echó de menos todo el amor que se respiraba en el sur de Asia. «Allí no existe la envidia», manifiesta el joven de manera muy contundente.
«Ellos son felices con cualquier cosa; en cambio nosotros necesitamos lo más grande», esto lo dice Álvaro tras observar cómo en la India la gente sonríe aun viviendo en una situación de pobreza extrema. Cuando él llegó a Anantapur se sintió especial y querido por todas aquellas personas a las que ayuda la fundación. El malagueño sostiene que allí están todo el rato agradeciéndote con la mirada, «Incluso te cantan», dijo riendo. Este lugar tiene un clima libre de racismo, arropan al diferente con muchísimo cariño y alegría. «No nos tienen ningún tipo de celos, pese a que saben que tenemos más que ellos», confirmó el joven.
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«En la India si tienes tres niños y uno de ellos es sordo, este va a ser al que menos cuiden porque para ellos es menos útil», asegura Álvaro, que pone en valor la importancia de las escuelas inclusivas de la fundación. En ellas protegen a los niños que están marginados por su discapacidad, dándoles también tienen una oportunidad. Sin estas escuelas los pequeños morirían por desnutrición o por simple abandono.
Nada de lo relatado hasta entonces sería posible sin la persona que pone nombre a la fundación. Vicente Ferrer dijo en una entrevista televisada por TVE que cree en los cuentos de hadas; precisamente porque los sueños, que parecían imposibles, se han cumplido. La ciudad de Anantapur no es la misma desde el día en el que este hombre corriente la pisó por primera vez.
Vicente Ferrer nació en la Barcelona de 1920, sus padres eran fruteros y de pequeño jugaba al fútbol en la calle. Una persona común que en un futuro sería la causa de millones de sonrisas. Algo en él le empujó a hacer el bien, su felicidad se basaba en la de los demás.
Dios era una parte muy importante en la vida de Vicente Ferrer. Él no creía en el Señor del que habla el cristianismo, sino que imaginaba a un ser de bondad infinita, que nunca ha nacido ni morirá y al que estamos eternamente conectados. Pero la fe no era lo primordial en su vida. Al llegar a Anantapur la vida de Ferrer se resumía en lo que dijo cuando creó su fundación: «Dejar a Dios era un símbolo de que, a partir de entonces, toda mi vida se iba a centrar en la acción para quedarme solo con el deber de erradicar la pobreza en el mundo».
En 1969 Vicente Ferrer comenzó con el proceso de transformación de una de las zonas más empobrecidas del sur de la India (los estados de Andhra Pradesh y Telangana), en un lugar mejor. Aunque más que en un lugar mejor, en un lugar sencillamente habitable.
Este hombre fue capaz de dejar un legado imborrable. Nacido en Barcelona y fallecido en Anantapur. Su cuerpo está reencarnado en la imagen de la fundación que, tras 14 años de su muerte, sigue activa y en crecimiento. Hay personas que son eternas. Vicente Ferrer nos mira desde el cielo y lanza su mensaje: «La pobreza no está solo para entenderla sino también para solucionarla».
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