La pandemia del Covid-19 está provocando una transformación de la vida y las relaciones sociales sin precedentes en el último siglo. Y las Fuerzas de Seguridad, que tienen la misión clave de velar por la salud pública, no son ajenas a ello. Las plantillas de Policía Nacional, Guardia Civil y policías locales se han visto obligadas a modificar sus estructuras para adaptarse al coronavirus y evitar que los contagios mermen sus filas.
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No en vano, los agentes afectados en la provincia, entre positivos y cuarentenas, superan ampliamente los dos centenares si se suman los diferentes cuerpos policiales. Los positivos rondan la veintena. La proporción, a la vista de las cifras, es clara. Cada baja en el servicio por un funcionario infectado provoca, de media, otras 10 por compañeros que han tenido contacto con él y tienen que aislarse en su domicilio por prevención, ya que aún no se están haciendo los test rápidos de forma generalizada.
El Ministerio del Interior quiere evitar que la pandemia afecte a la viabilidad del trabajo, como ocurre ya con los sanitarios, que están precisando refuerzos para atender el incremento de la demanda asistencial en los hospitales.
Para ello, tras la entrada el vigor del estado de alarma, las Fuerzas de Seguridad se han reorganizado. La fórmula más utilizada es el binomio estable: dos agentes que trabajan siempre juntos, independientemente del turno, de manera que si uno de ellos enferma, afecta a su compañero, que se queda en casa para cumplir la obliga cuarentena. Solo equipos concretos como las unidades de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional o las unidades de Seguridad Ciudadana (USECIC) de la Guardia Civil se mantienen.
Los grupos de investigación, como tal, se han desintegrado y organizado en binomios que, además, tratan de no coincidir en el mismo turno, siempre con la misma filosofía: si un binomio entra en cuarentena, que afecte lo menos posible al resto de los compañeros y, en consecuencia, al servicio. Muchos de los agentes que antes se dedicaban a estas labores han pasado ahora al colaborar en el patrullaje, haciendo funciones de prevención para el cumplimiento del real decreto por el que se ordena el confinamiento de la población, salvo para los supuestos autorizados dentro del estado de alarma ordenado por el Ejecutivo.
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Además, se han reunido todas las reuniones de jefatura y también las de las brigadas, los denominados 'briefings', donde los mandos impartían instrucciones a los agentes. Ahora, se hacen de forma telemática. «Y las pocas que se hacen, que son las imprescindibles, se hacen respetando la distancia de seguridad», advierten fuentes policiales.
A todo ello se le suma una medida aplaudida por los sindicatos: el establecimiento de turnos de seis días de trabajo y seis días de descanso. Este reparto sustituye a la anterior proporción de seis días de trabajo y cuatro de descanso, para hacer que todos los turnos sean alternos y evitar que se solapen, permitiendo así que los binomios sean lo más estancos posibles. Además, Interior ha autorizado jornadas de doce horas laborales en vez de doce, para ir menos días al trabajo.
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Desde el sindicato mayoritario, Jupol, aplauden las medidas que se están tomando, pero piden que los mandos vayan más lejos. El portavoz provincial de la formación, Miguel Millán, considera necesario que se instauren los test rápidos en la Policía Nacional, a fin de evitar que las cuarentenas «dejen a muchos policías en su casa, sin poder prestar servicio».
Desde el Sindicato Unificado de Policía (SUP), la secretaria general Mariló Valencia añade la necesidad de reforzar la flota de vehículos policiales ante el aumento de la presencia en la calle. También incide en la carencia de equipos de protección que permitan a los agentes hacer su trabajo con seguridad.
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El coche patrulla es la unidad mínima de las fuerzas de seguridad. Los agentes que van en su interior son, habitualmente, los primeros en llegar a las emergencias y quienes toman el pulso a la calle día a día. De hecho, la mayoría de los policías y guardias civiles pasan en algún momento de su carrera por seguridad Ciudadana (radiopatrulla o Zeta, según el argot empleado). Ahora, tras la orden interna del Ministerio del Interior en la que se centran todos los recursos en el cumplimiento del confinamiento y las medidas del estado de alarma, muchos agentes de los grupos de investigación judicial están volviendo a calzarse el uniforme y salir a patrullar, también para reforzar esta división y facilitar el trabajo de sus compañeros. María, una de ellas (que prefiere no usar su nombre real), explica que no hay temor que pueda con el sentimiento del deber: «Desde que juras el cargo estamos preparados para esto, llevamos el uniforme en las venas».
Lleva dos días patrullando junto a otro compañero del mismo grupo judicial (para mantener los binomios herméticos y minimizar contagios y cuarentenas). Asegura que, en un primer momento, la calle «impone un poco», pero «tranquiliza» saber que sus compañeros y mandos están al otro lado de la radio para facilitar su trabajo.
En el momento en el que se planteó la posibilidad de cambiar de puesto para reforzar Seguridad Ciudadana, entró en juego «la vocación» que le llevó a hacerse agente del orden en su día. «Nuestro temor no es salir del grupo para apoyar a los compañeros que están en la calle, aunque es cierto que hay situaciones que vamos a tener que consultar, pero estamos preparados». La agente asegura que lo que más les «ronda la cabeza» es contagiarse y «meter al malo en casa», ya que la parte de instrucción para patrullar las calles «sigue ahí».
Otro agente en una situación similar asegura que los mandos están poniendo facilidades par que los trabajadores compaginen esta situación con su vida familiar. «Están siendo flexibles con los horarios en estos días de mucho trabajo», indica.
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