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Manuel Benítez 'El cordobés', Samuel Eto'o, Julio Iglesias, Paco Gento, Carlos Baute, el príncipe de Baviera... Son solo algunos nombres de famosos a los que Fernando Osuna (1954) ha conseguido llevar ante un juez para demostrar una paternidad que se negaron a admitir. Maratoniano ... de la justicia (41 años de ejercicio) y de la vida (ha completado 22 carreras de 42 kilómetros y dos de 101), tanto se ha especializado Osuna en defender a hijos no reconocidos que algunos medios ya lo han bautizado como 'el abogado de los bastardos'.
–¿Le molesta el título?
–En absoluto. A mí no me ofende ser el abogado de los bastardos, al contrario, me encanta defenderlos, aunque a los clientes, obviamente, no les gusta que los llamen así. A mí me llena de orgullo porque me veo en el camino de defender a gente vulnerable contra un rico y un poderoso.
–¿Cómo se especializa un abogado en estos pleitos?
–El primer caso fue en mi pueblo, en Écija, en 2009. Un pobre hombre me llamó y me dijo: 'Soy el hijo de un multimillonario y no tengo nada'. Su padre había muerto y su única hermana estaba forrada. Era muy injusto.
–¿Cómo lo demostró?
–El padre había sido incinerado, así que no se le podía hacer la prueba de ADN, pero conseguí, con el apoyo del fiscal, exhumar el cadáver de un hermano del finado que había fallecido 17 o 18 años antes. Aquello fue tenso, imagine a la familia en el cementerio, no fue agradable. Pero se demostró que con un 99% de probabilidad mi cliente era hijo de quien decía ser. Eso le permitió heredar unos 400.000 euros. Podía haber conseguido más, pero enfermó y su familia ya no quiso seguir con el proceso. Aquel caso tuva mucha repercusión.
–Y a partir de ahí...
–En 2016 vino el caso de 'El cordobés', que fue modélico porque en seis meses estaba resuelto. Reunía todos los argumentos para llevarlo a buen puerto. Le cogimos ADN con ayuda de un detective en una cafetería, lo analizamos y dio un 99% de probabilidad. El juicio duró 10 minutos. Se hicieron eco todos los medios españoles, pero también algunos europeos, americanos...
–¿Cómo acreditan la autenticidad de esa servilleta?
–Porque el detective graba absolutamente todo y lo hace siempre en lugares públicos, como una terraza, un bar, la playa, la vía pública... Yo trabajo con uno muy bueno. A Paco Gento le cogió una servilleta en un bar al lado del Bernabeu. Con Julio Iglesias era imposible por la seguridad que tenía.
–¿Y cómo lo hizo?
–Pues al final con un hijo, Julio José, que estaba haciendo surf en Miami. Los detectives estaban allí y le cogieron muestras de una botella de agua que tiró a la papelera, también de un clínex y de unos chicles.
–Usted ha llevado el caso de Julio Iglesias a Estrasburgo.
–Así es. En España se ha rechazado por el principio de cosa juzgada (ya hubo un pleito en los años 90 y el reclamante lo perdió), pero el tribunal de Derechos Humanos lo ha admitido. El criterio de Estrasburgo es que la verdad genética, la científica, es más importante y está por encima de otras realidades jurídicas. Hay 15 sentencias de países europeos donde ya se pronuncia en este sentido. Para mí, es un caso ganado.
–¿Cuántos asuntos de este tipo ha llevado?
–Calculo que unos 800, pero de ellos sólo se ha judicializado una cuarta parte, unos 200. Piensa que a veces es muy difícil, o muy costoso, conseguir la prueba.
–Más allá de los famosos, ¿cuál es el perfil de estos clientes?
–El perfil es el de los hijos ilegítimos de los señoritos de otra época. El señorito es egoísta, lo tiene todo, familia, dinero, status... El perfil de la mujer es de la típica jovencita de pueblo que se va a la casa de algún rico a trabajar de criada y se queda embarazada. Ella, en cambio, no tiene nada: ni dinero, ni cultura ni soporte de la familia, que con frecuencia la repudia. En Málaga tuve un caso así; la familia echó a la calle a la madre embarazada y la hija ilegítima vivía con 5 o 6 años como un vagabundo, deambulando por la ciudad, mientras la madre, que no tenía con quién dejarla, trabajaba para darle de comer. Y así estuvieron hasta que una institución religiosa acogió a la pequeña. Esos niños se criaban en un ambiente malísimo, lo pasaban fatal. Qué hubiese costado darle un poquitín de su herencia para que pudieran vivir algo mejor. El egoísmo es grandísimo.
–Supongo que no es sólo una cuestión económica, sino también admitir una relación extramatrimonial. ¿Llegan a acuerdos para evitarlo?
–Claro, piensa que hasta 1975 el adulterio era delito en España. Pero además el padre rico no es muy dado a llegar a acuerdos económicos. Sabe que tendrá que pagar, pero va a retener el dinero en sus manos todo lo que pueda.
–¿Quién es peor, el padre rico o sus herederos?
–Son peores los hijos. El padre, en muchos casos, es una persona muy mayor, ve la muerte cerca y se ablanda. Pero los hijos no admiten que se les pegue un recortito a la herencia que esperaban.
–¿Hay final feliz?
–A veces sí, claro. Ha habido casos muy bonitos de reconciliación, como el de Carlos Baute y su hijo. Recuerdo uno precisamente en Málaga donde los hermanos ricos se dieron cuenta del trato inhumano y vejatorio que está sufriendo la otra parte y no se llegó ni a juicio. Lo llamaron y le dijeron: «Te vienes a Málaga, te damos tu herencia y vamos a establecer un camino para conocernos». Aquello fue muy edificante. Hubo otro parecido en Cáceres, donde uno de los hijos sintió vergüenza en el juicio y le dijo al resto: 'Es una putada lo que le estamos haciendo. Vámonos a comer juntos y a celebrar que tenemos un hermano'. Y así se zanjó.
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