La feria de Málaga, producto internacional

Aquí el malagueño bebe con el inglés, el madrileño o el mejicano, entre otras decenas de nacionalidades. En las plazas del centro el sonido de la música deja escuchar durante sus pausas el danzar de las maletas calle arriba y calle abajo a todas horas. Hoteles, pisos turísticos y hostales se abarrotan. La feria está aquí y los turistas lo saben. Abren la maleta, cambian de muda. Y camino al Real.

La aventura del Real comienza en los autobuses. Aquí el más novicio en las tradiciones de la feria se lleva su primera sorpresa. En muchos buses, algún grupo intenta ir animando el ambiente, arrancándose con frases sencillas, que permitan al resto de pasajeros unirse al vocerío, o con canciones populares. Los extranjeros que aún no han repetido (porque el que viene por primera vez, acaba repitiendo) miran con asombro el espectáculo. Una vez en el Cortijo de Torres el ambiente se dispersa y se divide. Es hora del verdadero asombro para los que se estrenan. Cacharritos para descargar la adrenalina, amores de verano que duran un viaje o que, al final, son de toda una vida. Y sobre todo mucho buen rollo. La humedad del día baña a los cuerpo que lo dan todo en las distintas casetas. Pero no pasa nada, porque a la salida siempre tendremos una buena papa asada o perrito para reponer fuerzas. Y luego vuelta al bus. Esta vez sin cánticos o voceríos.