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David Guerrero Guevara desapareció el 6 de abril de 1987. Tenía 13 años. Para su familia, para su madre, el reloj se paró aquella tarde, ... cuando se despidió de él desde la ventana de la cocina de su casa, en la barriada malagueña '25 años de Paz', y lo vio alejarse camino del autobús para dirigirse a sus clases de pintura en la peña El Cenachero, en la calle Granada.
La maquinaria de la administración, en cambio, nunca se detiene. El 19 de octubre de 1991, pese a que habían pasado casi un lustro y seguía sin haber una sola pista de su paradero, David Guerrero Guevara, apodado ya como el 'niño pintor', cumplió 18 años y pasó a ser mayor de edad. Desde entonces, su madre recibe periódicamente correspondencia a nombre de su hijo. Le llega cada vez que se acercan elecciones, ya sean municipales, autonómicas, nacionales o europeas. Al abrir el sobre, se encuentra con propaganda de los partidos. De todos. Le piden el voto a David.
El asunto, pese al mal trago que supone, tiene hasta lógica. O al menos la tuvo hasta hace tres años. Antonia Guevera durmió durante meses con la puerta de su casa abierta, medio encajada, para que, cuando su hijo volviera, no se la encontrara nunca cerrada. «Para mí, hasta que no me demuestren lo contrario, David está vivo», afirma.
La «broma macabra», en palabras de su hijo Jorge, el mayor de los tres hermanos, es que la administración, la misma que ahora le envía cartas pidiéndole el voto, le obligó hace tres años, en un trámite que para ellos tuvo un carácter absolutamente burocrático, a pedir que se declarara oficialmente fallecido a David. Se vieron obligados a dar aquel paso, que ya fue traumático de por sí, para liberar los trámites de la herencia, tras la muerte repentina de su padre, ya que les bloquearon hasta el dinero de la cuenta corriente del matrimonio.
«No tiene ningún sentido, no entiendo por qué sigue llegando propaganda electoral al buzón de mi madre, cuando tuvimos que hacer ese trámite y fue declarado oficialmente fallecido por el Estado, que además nos lo cobró, y se publicó en el BOE», explica Jorge Guerrero. La fecha de la defunción, al menos administrativamente, es el 6 de abril de 1997, justo 10 años después de que se le perdiera la pista, que es el plazo legal que fija el Código Civil para decretar la muerte de una persona en paradero desconocido.
Hace unos días, Antonia, que está en un grupo de WhatsApp con otras familias de desaparecidos de toda España, que les sirve de «terapia», comentó a su hijo Jorge que algunos padres se estaban quejando precisamente de recibir propaganda electoral a nombres de sus hijos, hermanos o parientes pese a que se siguen en paradero desconocido.
Ithaisa Suárez comentó su caso en el grupo. Ella es la madre de Yéremi Vargas, el niño al que se le perdió el rastro en 2007 cuando jugaba en la calle, cerca de la casa de su abuela, en Vecindario (Gran Canaria). Ella recibió hace un mes la tarjeta censal para que su hijo, que hoy tendría 19 años, pueda votar. «No reprocho nada al INE (Instituto Nacional de Estadística), en ningún momento me enfadé con el censo electoral, pero la carta me llenó de tristeza», declaró a los medios.
Aunque el sentimiento de vacío es el mismo, «son casos diferentes, porque están desaparecidos, pero no oficialmente muertos», precisa Jorge Guerrero, aludiendo a que su hermano sí lo está desde 2016. «Es curioso. ¿Por qué a nombre de mi padre, que murió en 2015, ya no llega nada, y en cambio sí a nombre de mi hermano David?».
Otra de las familias a las que también les ha llegado la propaganda electoral, y que podría estar en una situación parecida a la del niño pintor, es la de Marta del Castillo. La joven sevillana, que desapareció el 24 de enero de 2009 en Sevilla, cuando tenía 17 años, también fue declarada oficialmente muerta, según confirma su padre, Antonio del Castillo. «La primera vez [que recibió propaganda electoral a nombre de Marta después de su desaparición] te sientes mal, te recuerda que tu hija ya tiene edad para votar. Ahora, la cojo y la aparto». Antonia Guevara no pudo resistir la tentación y la rompió en pedazos.
Policialmente, el caso de David está catalogado como uno de los más desconcertantes por las múltiples incógnitas y porque no se ha conseguido pista alguna que permitiera al menos intuir qué le pudo pasar. Su hermano Jorge, con ayuda del periodista Daniel Carretero, trabajan desde hace meses en una reconstrucción de la investigación en busca de alguna pista. Un anónimo les abrió una nueva vía, un tal Gervasio, al que el informante sitúa en el entorno de la peña El Cenachero. Piden la colaboración ciudadana para identificarlo y localizarlo.
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