Emilio y Juan Manuel Mármol, padre e hijo, en uno de los patios del conservatorio Martín Tenllado, donde han estudiado. MIGUE FERNÁNDEZ
Los Mármol, unidos por su afición a la música y amor al chelo
Padre e hijo ·
Emilio, médico, y Juan Manuel, en segundo de un ciclo Superior de FP, han compartido diez años de estudios y se han graduado en el Conservatorio Profesional Gonzalo Martín Tenllado
En las orlas que cuelgan en las paredes del Martín Tenllado (como de cualquier otro conservatorio) es frecuente encontrar a personas mayores entre una multitud de jóvenes recién titulados en su promoción. Pero lo que resulta excepcional («una rareza», según Emilio) es encontrar a un padre y a su hijo compartiendo espacio en el documento que certifica la finalización de sus estudios musicales. Ellos son Emilio (65 años) y Juan Manuel Mármol (18). Durante diez años han compartido mesa y profesores, han realizado trabajos juntos, se han examinado, estudiado el mismo instrumento y acaban de terminar el grado profesional en el Conservatorio Superior de Música Gonzalo Martín Tenllado de Málaga capital.
Emilio reconoce que lo suyo «ha sido una rareza», padre e hijo estudiando juntos y el mismo instrumento no es nada normal. De hecho, el director del conservatorio no recuerda un caso similar. Sí es algo más frecuente que personas mayores estudien música, pero el caso de los Mármol es muy excepcional.
Emilio es médico en las urgencias extrahospitalarias del distrito Málaga, en concreto en Cruz de Humilladero. Ya está próximo a la jubilación. Juan Manuel, con 18 años, está en segundo año de un grado Superior en Laboratorio clínico y biomédico y tiene pensado estudiar Enfermería cuando acabe la FP.
Empezaron sus estudios de música en Cártama. A Juan Manuel lo apuntaron de pequeño a clases de iniciación a la música. Luego llegaría el turno de los estudios elementales, en la escuela de música de Cártama que lleva el nombre de Carlos Álvarez. Emilio pensó en el chelo como instrumento para su hijo, porque siempre le había gustado la sonoridad y elegancia del instrumento.
En ese momento interviene Remedios Romero, la esposa y madre. Convence a Emilio para que también realice la preinscripción. Consigue plaza y ahí comenzó esta carrera musical con final feliz. «Yo ya tenía 54 años y no tenía otro proyecto de vida que mi trabajo como médico. Yo me resistía, no estaba en condiciones de estudiar, no sabía nada de música, aparte de que me gusta escucharla», reconoce Emilio, que ahora tiene 65 años y está próximo a la jubiliación. «Mi mujer me preinscribió y empecé pensando que no perdía nada. Y hasta llegar aquí», dice el padre.
Estudiaron los cuatro años de Enseñanzas Elementales Básicas en Cártama. Al finalizar estos estudios, hicieron la prueba de acceso a las Enseñanzas Profesionales, que pasaron los dos. Empezaron entonces otros seis años de estudios, que han culminado en julio con la obtención del grado profesional en el Gonzalo Martín Tenllado de la capital.
Juan Manuel explica que en la familia no había tradición musical, más allá del gusto de ambos por la música clásica. Son sanitarios o del área de ciencias. «Somos los únicos que nos hemos ido hacia la rama artística», dice. Emilio y Remedios tienen otros dos hijos, Emilio, el mayor, y Lucía del Rocío, la más pequeña.
En el conservatorio han compartido incluso pupitre. «Era una curiosidad, los compañeros nos decían 'los dos Mármol'; al principio chocaba, pero pronto se acostumbraron», dice Juan Manuel. Emilio reconoce que «ha sido algo peculiar, padre e hijo compartiendo mesa», pero que en ningún momento se ha sentido incómodo ante esa situación.
En casa han tenido «una buena convivencia». Estudian y practican a horas diferentes, y no solían coincidir en sus momentos de tocar el instrumento. Además, viven en una casa unifamiliar, por lo que «no hemos molestado a los vecinos, ni los de arriba, ni los de abajo o los lados», bromean.
Padre e hijo han compartido instrumento, mesa y profesores durante sus diez años de estudios musicales
Los estudios musicales requieren de un esfuerzo extra por parte de los alumnos. «Es difícil compaginar el instituto y el conservatorio, había días que llegaba a las 3 de la tarde, comía en 15 minutos para salir hacia el conservatorio. Y con clases hasta las 9 de la noche», explica Juan Manuel. En el caso de Emilio, ha tenido que compatibilizar su trabajo con el estudio en casa y las clases. Porque también en casa tienen que continuar estudiando y practicando el instrumento. «Nunca me lo ha dicho, pero es probable que Remedio se haya arrepentido de inscribirme en el conservatorio. No por la música, sino por las horas que le he quitado a la familia», bromea Emilio.
Emilio tiene claro quién toca mejor de los dos. «El Mármol joven», apunta. «A mí me gustaría tocarlo mejor, pero sin duda Juan Manuel es muy bueno, tiene buen oído, facilidad y agilidad», dice el padre. Juan Manuel reconoce que el instrumento «es cuestión de suerte», pues cuando se inician en los estudios musicales los niños no tienen claro el instrumento y además se les asigna según la puntuación que alcanzan en la prueba de acceso. En su caso asegura que escogió «el instrumento adecuado». Dice que tiene buen oído y puede afinar bien el instrumento, a pesar de la dificultad que supone recordar la posición de cada dedo y corregir en función del sonido que se consigue.
Entusiasmo juvenil
Padre e hijo han trabajado juntos, han estudiado, discutido e intercambiado opiniones en estos diez años de compañeros. «Lo nuestro ha sido una rareza, una casualidad, pero lo hemos llevado bien», señala Emilio, para quien «ha sido una suerte» compartir horas con jóvenes «que te transmiten y contagian su entusiasmo».
Para Juanma, el chelo «tiene la capacidad de proyectar mucha emoción, viene a ser como una puerta al alma que permite expresar muy bien lo que uno siente».
Juan Manuel tenía ahora la posibilidad de continuar en el Conservatorio Superior, pero ha decidido centrarse en sus estudios de FP y quizás más adelante intentará entrar en Enfermería. Pero tiene claro que la música será una fiel compañera en su futuro. «No pienso dejar el chelo, tengo que aprovechar lo aprendido en estos años, toda esta experiencia y conocimiento, quizás de una forma más autodidacta o en grupo. No merece la pena desperdiciar diez años de estudios», afirma el joven.
Emilio se ha llegado a plantear continuar los estudios musicales, aunque en el ámbito de la composición. En todo caso, como Juan Manuel, seguirá trabajando el instrumento al que ha dedicado diez años de su vida. Una afición, la música y el chelo, que ha hecho más consistente si cabe la relación de padre e hijo. Como el mármol que llevan de apellido.
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