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d. martínez | j. c. | e. c.
Viernes, 22 de septiembre 2017, 01:16
La pierna que tantos malos ratos le da a José Ramos fue también la que le libró de estar entre los afectados de la fuga de gas que ayer dejó 40 heridos en un hotel de Isla, en Cantabria. Tenía todo pagado y su asiento ... asignado para viajar junto al resto de miembros –y allegados– de la Asociación de Mujeres Azalea de La Cala del Moral, pero su salud se lo impidió. Eso lo libró de ser uno de los protagonistas del suceso. Porque ellos fueron los más afectados. «Antes de subir al autobús me empezó a doler la pierna. Me encontraba mal y me di la vuelta. Si no, igual ahora estaba en el hospital», explica desde el Hogar del Jubilado del pueblo, donde todos los presentes siguen atentos la evolución de los heridos. Dos de los más graves son vecinos suyos.
En la lista de los afectados con peor pronóstico estaba su sobrina María Victoria Ramos, presidenta de la asociación. Por la tarde, su estado mejoró considerablemente, lo que ha tranquilizado a sus familiares y amigos, que esperan noticias desde la distancia. «He hablado muy poco con ella –por teléfono– porque estaba muy aturdida», asegura Maribel Lezcano, que forma parte de la directiva de Azalea. «Están que no se lo creen –añade–, si no se despiertan y se dan cuenta, se quedan en el sitio».
La excursión, formada principalmente por mujeres de la Asociación Azalea y sus parejas –muchos jubilados– salió en la madrugada del domingo de La Cala del Moral. Después de viajar a Málaga para tomar el AVE hasta Madrid y embarcar desde allí en un autobús, llegaron a Isla. Y si todo hubiera salido como se esperaba –todavía no han decidido cuando volverán–, habrían realizado el camino de vuelta este sábado. Cada año recaudan dinero con distintas iniciativas culturales para realizar un viaje de hermandad. Este año, el destino elegido había sido Cantabria. En los poco más de tres días de estancia antes de la inesperada interrupción de sus vacaciones, les había dado tiempo para conocer distintos atractivos turísticos de la región y hacer una escapada a Bilbao y San Sebastián. «No nos dan el parte médico y no conseguimos contactar con la responsable de la agencia de viajes que iba con el grupo. Nos vamos enterando de todo por los medios y por algunos vecinos de La Cala que sí han logrado contactar con sus familiares allí», relata Lezcano, desbordada por el teléfono, que no deja de sonar. «Sólo nos queda rezar y esperar que todo esto pase pronto, que haya sido un mal sueño y que vuelvan pronto sanos y salvos», concluye apresuradamente. Tiene que dejar la línea libre.
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